largas.
Gabriel le musito algo.
Yo dije:
– Hola -y me acerque.
Se puso en pie; mediria un metro ochenta o algo asi, y era mayor de lo que sugeria una primera impresion: a finales de los cuarenta o principios de los cincuenta. La blusa blanca estaba embutida dentro de la cintura de una falda de lino marron que le llegaba hasta las rodillas. Tenia pechos grandes, una cintura delgada, casi de avispa, que acentuaba el ancho de sus espaldas. Bajo el moreno de su piel habia una capa de color rojo…, una sugerencia del mismo tono coral que cubria a su hijo con lo que parecia ser una perpetua quemadura del sol. Tenia una cara larga y placentera, mejorada por una cuidada aplicacion de maquillaje, labios llenos y unos grandes y luminosos ojos ambar. Su nariz era prominente, su mandibula firme y hendida. Un rostro abierto, fuerte y curtido por el tiempo.
– Hola -dijo, sin calor-. ?Que puedo hacer por usted, caballero?
– Querria hablar de Sharon Ransom. Soy Alex Delaware.
El oir mi nombre la cambio.
– ?Oh! -dijo, en una voz mas debil.
– Ma -dijo Gabriel cogiendola del brazo.
– No pasa nada, carino. Vuelve a casa, y dejame hablar con este hombre.
– Ni hablar de eso, Ma. No lo conocemos.
– No pasa nada, Gabe.
–
– Gabriel, si yo te digo que no pasa nada, es que no pasa nada. Ahora, hazme el favor de regresar a casa y atender a tus tareas. Los viejos Spartans de la parte de atras del campo de calabazas necesitan ser podados. Aun hay mucho maiz que descascarillar, y hay que atar los sarmientos de las calabazas.
Gruno y me lanzo una mirada asesina.
– Anda ya, Gabe -le urgio ella.
El quito la mano del brazo de su madre, me lanzo otra mirada torcida, y luego saco el llavero y se marcho, pisando muy fuerte.
– Gracias, carino -le grito ella, justo antes de que la puerta se cerrara tras de el.
Cuando se hubo ido, me dijo:
– La primavera pasada perdimos al senor Leidecker. Desde entonces, Gabe ha estado tratando de reemplazar a su Pa, y me temo que se ha vuelto sobreprotector.
– Es un buen hijo -dije.
– Maravilloso, pero sigue siendo un crio. Cuando la gente lo conoce, se sienten intimidados por su tamano. No se dan cuenta de que solo tiene dieciseis anos. No he oido que su moto se pusiese en marcha. ?La ha oido usted?
– No.
Camino hasta una ventana y grito hacia abajo:
– ?Te he dicho que te
Llegaron sonidos de protesta desde abajo. Siguio en la ventana, con los brazos en jarras.
– ?Es tan crio! -dijo con afecto-. Probablemente es culpa mia…, fui mucho mas dura con sus hermanos.
– ?Cuantos hijos tiene?
– Cinco. Cinco chicos. Todos casados e idos ya de casa, excepto Gabe. Probablemente deseo, de un modo subconsciente, mantenerlo inmaduro.
De repente, grito por la ventana:
– ?Largo ya! -e hizo un gesto como de alejar algo. El rugido de la Triumph se filtro hasta nosotros.
Cuando volvio el silencio, estrecho mi mano y me dijo:
– Soy Helen Leidecker. Perdoneme por no haberle saludado antes tal como se debe. Gabe no me dijo quien era usted, ni lo que buscaba. Solo que habia un entrometido de la ciudad, fisgando por casa de los Ransom y pidiendo hablar conmigo. -Senalo hacia los pupitres escolares-. Si no le importa usar uno de esos, por favor tome asiento.
– Esto me trae recuerdos -dije, mientras me apretujaba en uno de los lugares de la primera fila.
– ?Oh, si? ?Es que asistio a una escuela como esta?
– Teniamos mas de un aula, pero las instalaciones eran similares.
– ?Y donde fue eso, doctor Delaware?
– En Missouri.
– Del Medio Oeste -comento-. Yo soy originaria de Nueva York. Si alguien me hubiera dicho que iba a acabar en un adormilado pueblecito como Willow Glen, me hubiera echado a reir.
– ?De donde de Nueva York?
– De Long Island. En los Hamptons; naturalmente, no en la parte cara. Mi gente estaba al servicio de los ricos vagos.
Volvio tras su escritorio y se sento.
– Si tiene sed -me dijo-, en la parte de atras hay un refrigerador lleno de bebidas, pero me temo que lo unico que tenemos es leche, leche con cacao, o naranjada.
Sonrio, y de nuevo parecio joven.
– Lo he repetido tantas veces, que ya lo tengo grabado en la cabeza.
– No, gracias. He comido muy bien.
– Wendy es una cocinera maravillosa, ?no le parece?
– Y tambien un sistema de alerta perfecto.
– Como ya le he dicho, doctor Delaware, este es un pueblecito muy tranquilo. Y todo el mundo lo sabe todo acerca de los demas.
– ?Eso incluye el conocerlo todo sobre Shirlee y Jasper Ransom?
– Especialmente eso. Ellos necesitan de un carino especial.
– Sobre todo ahora.
Su rostro se derrumbo, como si de repente hubiesen pinchado un globo.
– ?Oh, vaya! -exclamo y abrio un cajon de su escritorio. Tomando un panuelo bordado, se seco los ojos. Cuando de nuevo los volvio hacia mi, la pena los habia hecho aun mas grandes. Luego dijo-: Ellos no leen la prensa. Apenas si pueden con un cuaderno de lectura elemental. ?Y como voy a decirselo yo?
No tenia respuesta para eso. Estaba ya harto de buscar respuestas.
– ?Tienen alguna otra familia?
Nego con la cabeza.
– Ella era todo lo que tenian. Y yo. Me he convertido en su madre. Y se que soy yo quien va a tener que enfrentarse a este problema.
Se apreto el panuelo contra una mejilla.
– Le ruego que me perdone -me pidio-. Estoy tan estremecida como el dia en que lei lo que habia pasado…, aquello fue un horror. No podia creermelo. ?Ella era tan hermosa, estaba tan viva!
– Si que es cierto.
– En realidad, yo fui quien la crio. Y ahora ella ha desaparecido, se ha apagado. Como si jamas hubiera existido. ?Una perdida tan inutil, tan estupida! El pensar en su muerte me hace
Aparto la cara. Habia empezado a corrersele el maquillaje de las pestanas. Me recordaba una de las carrozas de un desfile, al dia siguiente del mismo…
– Era su vida -acepte-. Pero dejo a un monton de gente llorandola.
– Esto es mas que dolor -me dijo-. Yo ya he pasado por el llorar a alguien. Esto es peor: creia conocerla como a una hija, pero durante todos estos anos debio de llevar dentro mucha tristeza. No tenia ni idea de ello: jamas lo expreso.