nacarados. Las mangas estaban tan arrolladas como le era posible: hasta la mitad de unos sonrosados antebrazos, tan gruesos como mis antepiernas. Se alzaba tras los Ransom, sudando, emitiendo calor y olor a vestuario masculino.
– ?Quien es usted? -Su voz era nasal, aun no habia pasado del todo la frontera de la masculinidad.
– Me llamo Alex Delaware. Soy amigo de Sharon Ransom.
– Ella ya no vive aqui.
– Lo se. Vine desde…
– ?Os esta molestando? -le pregunto a Shirlee.
Ella parpadeo.
– Hola, Ga-biel.
El chico endulzo su tono y repitio la pregunta, como si estuviese acostumbrado a hacerlo.
– Le gustan los dibujos de Jasper -le dijo ella.
– Gabriel -intervine-. No he venido a causar ningun…
– No me importa lo que haya venido a hacer. Esta gente es… especial. Hay que tratarlos de un modo especial.
Bajo una manaza enorme sobre los hombros de ambos Ransom.
Le pregunte:
– ?Es usted hijo de la senora Leidecker?
– ?Y que si lo soy?
– Me gustaria hablar con ella.
Echo los hombros hacia delante y sus ojos se entrecerraron. De no ser por su tamano, hubiera resultado comico…, un ninito jugando a ser todo un macho.
– ?Y que tiene que ver mi Ma en todo esto?
– Ella fue la maestra de Sharon. Yo fui amigo de Sharon. Hay cosas de las que me gustaria hablar con ella. Cosas de las que no habria que hablar delante de ciertas personas. Y estoy seguro de que entiende de lo que hablo.
La expresion de su rostro decia que entendia exactamente de lo que yo estaba hablando.
Se echo un poco atras del hueco de la puerta y dijo:
– Tampoco Ma necesita que anden molestandola.
– No tengo la menor intencion de molestarla. Solo quiero hablar con ella.
Penso por un momento, y luego dijo:
– De acuerdo, senor. Lo llevare con ella; pero estare presente todo el tiempo, asi que no se haga ideas raras.
Se aparto del todo de la puerta. Volvio a entrar la luz del sol.
– Vamos, chicos -les dijo a Jasper y Shirlee-. Deberiais volver a esos arboles, y aseguraos de que cada uno de ellos recibe una buena remojada.
Alzaron la vista hacia el. Jasper le entrego un dibujo.
El le dijo:
– Estupendo, Jasper. Lo anadire a mi coleccion -pronunciando de modo exagerado. Luego el hombre-nino se inclino y palmeo afectuosamente la cabeza del infantilizado hombre. Shirlee lo agarro de la mano y el le dio un beso ligero en la frente.
– Cuidaos mucho, ?vale? Seguid echando agua a esos arboles y pronto tendremos fruta que recoger juntos, ?me ois? ?Y no hableis con desconocidos!
Shirlee asintio con la cabeza, con aire grave, luego palmeo con las manos y lanzo una risita. Jasper sonrio y le dio otro dibujo.
– Gracias otra vez. Sigue con el buen trabajo, Rembrandt.
Comenzamos a irnos. Jasper corrio tras de nosotros, grunendo sonidos incoherentes. Nos detuvimos. Me entrego un dibujo y se volvio de espaldas, azarado.
Yo alce su debil barbilla con mi mano y gesticule:
– Gracias -exagerando, tal cual lo habia hecho el chico.
La sonrisa de Jasper me dijo que me habia entendido. Le tendi la mano. Esta vez la cogio, y le dio un debil apreton.
– Vamos, senor -me dijo Gabriel-. Dejelos ya en paz.
Di unas palmadas a la mano del hombrecillo y me solte, segui a Gabriel hacia los sauces, correteando para mantener su paso. Antes de meterme entre las caidas ramas, mire hacia atras, y los vi a los dos, mano con mano, de pie en medio de su extension de tierra. Estaban viendonos partir como si fueramos exploradores…, conquistadores yendo hacia algun extrano nuevo mundo, que ellos jamas podrian esperar ver.
29
Gabriel habia aparcado una enorme moto Triumph restaurada, justo detras del Seville.
Dos cascos, uno rojo manzana escarchada, el otro con las barras y estrellas, colgaban de las barras del manillar. Se coloco el rojo, se monto y puso en marcha la moto, de una patada.
Le pregunte:
– ?Quien le dijo que yo estaba aqui? ?Wendy?
Se paso la mano por los pelillos de su bigote y trato de ganarme a mirarnos a los ojos.
– Aqui nos cuidamos los unos de los otros, senor.
Dio gas al motor, organizo toda una tormenta de polvo en las secas hierbas; luego encabrito la moto, alzando la rueda delantera, y salio disparado. Yo salte al interior del Seville, lo segui tan rapido como me fue posible, lo perdi de vista al pasar por la prensa abandonada, pero lo volvi a hallar un momento mas tarde, camino de regreso al pueblo. Acelere, lo alcance. Pasamos junto al buzon de correo que llevaba el apellido de su familia, seguimos rodando hasta la escuela, donde el fue frenando y me senalo hacia la derecha. Se abalanzo hacia el sendero de entrada, dio una vuelta al campo de juego, y se detuvo en seco frente a los escalones de entrada a la escuela.
Subio esos escalones de tres en tres. Yo le segui, fijandome en el letrero en madera que habia junto a la entrada:
WILLOW GLEN SCHOOL
FUNDADA EN 1938
EN OTRO TIEMPO FORMO PARTE DEL RANCHO
BLALOCK
Las letras eran rusticas, y estaban grabadas al fuego en la madera: del mismo estilo que el cartel senalando la calle privada La Mar Road, en Holmby Hills. Mientras me entretenia un momento, para acabar de captar aquella coincidencia, Gabriel subio hasta lo alto de las escaleras, abrio la puerta de un empellon y dejo que se cerrase a su espalda. Corri hacia arriba y la volvi a abrir, entrando en una gran y aireada aula, que olia a pintura de la que se aplica con los dedos y madera de lapiz. De las paredes, pintadas con colores brillantes, colgaban carteles con consejos de salud y seguridad, y dibujos infantiles, hechos con lapices de colores. Nada de manzanas. De tres de las paredes colgaban pizarrones, bajo unos posters que eran guias de caligrafia. Una gran bandera de los Estados Unidos colgaba sobre un gran reloj redondo, que daba como hora las cuatro cuarenta. Colocados frente a cada pizarron habia unos diez pupitres escolares… de los de tipo antiguo, con tableros estrechos y tinteros de loza.
Un escritorio de maestro se enfrentaba a los tres grupos de asientos. Tras el mismo se hallaba una mujer rubia, con un lapiz en la mano. Gabriel estaba a su lado, inclinado hacia ella y susurrandole algo al oido. Cuando me vio, se irguio y se aclaro la garganta. La mujer dejo el lapiz y me miro.
Parecia estar a principios de los cuarenta, tenia el cabello corto y ondulado y anchos hombros cuadrados. Vestia una blusa blanca de manga corta. Sus brazos eran morenos, carnosos, acabando en atrevidas unas