horror.
?Que horror?
?Quien la habia criado durante los primeros tres anos de su vida, cubriendo el vacio entre Linda Lanier y Helen Leidecker?
No habian sido los Ransom… era imposible que ellos le hubiesen ensenado algo acerca de los automoviles. Acerca del idioma.
Los recorde a ambos, mirandonos a Gabe y a mi mientras abandonabamos su pedacito de tierra. Y recorde su unica prueba de haber sido padres: una carta.
Habia usado la misma frase para referirse a otros padres. Unos padres de la buena sociedad, a lo Hollywood, que jamas habian existido… ni en Manhattan, ni en Palm Beach, ni en Long Island, ni en Los Angeles.
Ventanas con papel encerado.
Separando a ambos, un abismo galactico…, un salto imposible entre los deseos irrealizables y la insoportable realidad.
Habia tratado de tender un puente sobre ese abismo, con mentiras y verdades a medias. Fabricandose una identidad con fragmentos de las vidas de otras gentes.
?Perdiendose a si misma en el proceso?
Su dolor y verguenza debieron de haber sido terribles. Por primera vez desde su muerte me senti realmente apenado por ella.
Fragmentos.
Un retazo de Park Avenue de Kruse, el de buena familia.
Una historia de orfandad por un accidente de automovil tomada de la biografia de Leland Belding.
Un comportamiento de damisela y un amor por la erudicion cortesia de Helen Leidecker.
Sin duda, habia pasado horas sentada a los pies de Helen absorbiendo historias de como se comportaban los ricachones en los Hamptons. Y luego, como estudiante en Forsythe, habia aumentado sus conocimientos, paseando frente a las verjas de entrada a las grandes mansiones de la playa. Coleccionando imagenes mentales como si fueran pedazos de conchas rotas… imagenes que le habian permitido pintarme un cuadro de colores demasiado chillones, de choferes y hoyitos de almejas, y dos ninas pequenas en una piscina cubierta.
Shirlee.
Sharon Jean.
Habia tejido la historia de la gemela ahogada en un sentido para Helen, en otro para mi, mintiendo… a aquellos a quienes ostensiblemente amaba, haciendolo con la misma facilidad con que se cepillaba el cabello.
Pseudogemelas. Problemas de identidad. Dos ninitas comiendo helado. Gemelas de imagen de espejo.
Pseudomultiple personalidad.
Elmo Castelmaine estaba seguro de que «Shirlee» habia nacido ya deficiente, lo cual significaba que no podia ser una de las ninas que habia visto en la foto de bordes irregulares. Pero el me habia pasado la informacion que le habia suministrado Sharon.
O mentido por su cuenta. No es que hubiera razon alguna para desconfiar de el, pero lo cierto es que yo me habia vuelto ya muy desconfiado.
?Y quien podia asegurar que la mujer subnormal fuese gemela de Sharon? ?O incluso pariente de ella? Ella y Sharon habian compartido caracteristicas fisicas generales: color del cabello, de los ojos…, que yo habia aceptado como prueba de hermandad. Habia creido lo que Sharon me habia dicho acerca de Shirlee, porque en aquel momento yo no habia tenido motivo alguno para desconfiar de ella.
Shirlee, si es que aquel era su nombre.
Mas simbolismo.
Joan.
Otro juego mental.
Bienvenida al club, maestra.
Sabia que el modo en que Sharon habia vivido y muerto habia sido programado por algo que habia pasado antes de que Helen la hubiera encontrado llenandose de mayonesa.
Los primeros anos…
Bebi cafe, explore callejones sin salida. Mis pensamientos vagaron hasta Darren Burkhalter, con la cabeza de su padre cayendo en el asiento de atras, como si fuera una sanguinolenta pelota.
Los primeros anos.
Trabajo inacabado.
Mal se habia apuntado una nueva victoria: se compraria un Mercedes nuevo, y Darren creceria como nino rico. Pero todo el dinero del mundo no podia borrar aquella imagen de la mente de un nino de dos anos.
Pense en todos los ninos mal nacidos, enfermos, que habia tratado. Cuerpecillos lanzados a la tormenta de la vida con tanta posibilidad de autodeterminacion como la que pudiera tener una semilla voladora. Me vino a la mente algo que me habia dicho un paciente, el amargo comentario de despedida de un hombre, en otro tiempo confiado en si mismo, y que acababa de enterrar a su hijo unico:
Los anos formativos de Sharon, ?habrian estado dominados por alguna broma pesada? Si asi era, ?quien era el jodido con raro sentido del humor en este caso?
Una chica de pueblo llamada Linda Lanier era la mitad de la ecuacion biologica; ?quien habia suministrado los otros veintitres cromosomas?
?Algun amante de una noche o un jefazo de algun estudio de Hollywood? ?Un tocologo con un negocio a horas extra de raspados a embarazadas sin ganas de parir? ?Un multimillonario?
Segui sentado en aquel cafe, pensando durante largo rato. Y volvia, una y otra vez, a Leland Belding. Sharon habia crecido en tierras de la Magna, vivido en una casa de la Magna. Su madre habia hecho el amor con Belding…, hasta los botones de las oficinas lo sabian.
Pero, si Belding habia sido quien la habia dado vida, ?por que la habia abandonado? ?Se la habia pasado a los Ransom, a cambio del derecho a malvivir en sus tierras y dinero en efectivo en un sobre sin remitente?
Y veinte anos mas tarde la casa, el coche.
?Reunion?
?La habria reconocido al fin? ?La habria nombrado heredera? Pero se suponia que el habia muerto seis anos antes.
?Y que habia de su otra heredera, la otra pequena comedora de helados?
?Un doble abandono? ?Dos chabolas en dos trozos de tierra arida?
Considere lo poco que sabia acerca de Belding: obsesionado con las maquinas, con la precision. Un ermitano. Frio.
?Lo bastante frio como para prepararle una trampa mortal a la madre de sus hijas?
Una hipotesis. Una fea hipotesis. Se me cayo la cucharilla. El estrepito partio el silencio del bar de camioneros.
– ?Esta bien? -me pregunto la camarera, en pie ante mi, con la cafetera en la mano.
Alce la vista.
– Aja, claro. Estoy muy bien.
Su expresion me decia que esto era algo que ya habia oido muchas veces.
– ?Mas? -alzo la cafetera.
– No, gracias. -Le di dinero, y sali del bar. No tuve problemas para mantenerme despierto el resto del camino hasta L. A.