La sola mencion de su padre le hizo tomar el aspecto de un nino pequeno, perdido. Hizo un mohin, tomo una mazorca ya desgranada y la hizo pedazos entre sus dedos.
– El doctor Delaware es nuestro invitado -le dijo su madre-. ?Te quedaras a cenar, Alex?
No tenia necesidad de comida, pero estaba hambriento de datos.
– Me encantaria -le conteste-. Y muchas gracias.
Gabe murmuro algo hostil. La musica aun estaba lo bastante fuerte como para bloquear sus palabras, pero no su significado.
– Limpia la mesa y ponia, Gabriel. Quiza comiendo mejoren tus modales.
– Ya he comido, Ma.
– ?Y que has comido?
– Pastel de pollo, las patatas que quedaban, los guisantes y el pan de calabaza.
– ?Todo el pan de calabaza? Sonrisa de nino travieso.
– Aja.
– ?Y de postre?
– El helado.
– ?Has dejado un poco para tu pobre mama, a la que ya sabes que le chifla el dulce?
La sonrisa se borro.
– Lo siento.
– No te preocupes, carinito -le dijo, despeinandole el cabello-. Necesito rebajar las calorias…, me has hecho un favor.
El abrio los brazos sobre el monton de maiz y volvio a lanzarle la mirada implorante.
– Mira todo lo que he hecho, Ma. ?Puedo dejarlo ya?
Ella cruzo los brazos, trato de aparentar severidad.
– De acuerdo, pero manana acabas con el resto. ?Que hay de los deberes?
– Hechos.
– ?Todos?
– Si senora.
– Muy bien. Quedas en libertad condicional.
Se puso en pie. Me lanzo una mirada asesina que decia: «que no te coja yo a solas», e hizo todo un espectaculo de hacer sonar sus nudillos.
– Gabriel, te he dicho que no hagas eso. Te estropearas las manos.
– Lo siento.
Ella volvio a besarlo.
– Ahora, largate.
Se fue hasta la puerta, se detuvo y dijo:
– Esto, Ma…
– ?Que pasa?
– ?Puedo ir al pueblo?
– Depende de lo que vayas a hacer alli.
– Russell y Brad me han llamado. Hay una pelicula en el Sixplex, en Redlands.
– ?Que pelicula?
– ?Quien conduce?
– Brad.
– De acuerdo. No hay nada que objetar, siempre que no sea Russell el que os lleve con ese jeep suyo arreglado…, ya basta con haber estado a punto de estrellaros una vez. ?Esta esto claro, joven?
– Si, Ma.
– De acuerdo. Confio en ti, Gabe, no me defraudes. Y te quiero en casa a las once.
– Gracias. -Salio, tan contento de verse en libertad, que se olvido de mirarme mal.
El comedor era grande y oscuro, y el olor a lavanda impregnaba las paredes empapeladas. El mobiliario era antiguo, de madera de nogal negra y tallada. Gruesas cortinas ocultaban las ventanas, y despintados retratos familiares, en viejos marcos, colgaban en los espacios libres…: una historia pictorica del clan Leidecker en diversos estadios de desarrollo. En otro tiempo, Helen habia sido hermosa, con sus facciones mejoradas por una generosa sonrisa que quiza nunca fuese resucitada. Sus hijos mayores eran palos con cabello desordenado, que se parecian a ella. El padre, con su rubia barba y un barril por pecho era una prevision de lo que seria Gabe… quien, sin embargo, habia empezado la vida como una calva, rosada y bizqueante bola de grasa. Sharon no estaba en ninguna de las fotos.
La ayude a poner en la mesa los platos, cubiertos y servilletas de lino y me fije en una funda de guitarra que habia en el suelo, junto al armario de la vajilla.
– Era del senor Leidecker -me dijo-. Por muchas veces que le dijese que la guardase, siempre acababa ahi. Pero tocaba tan bien, que realmente no me importaba. Ahora, la dejo ahi como recuerdo. De algun modo, me parece que lo que mas echo a faltar de el es su musica.
Parecia tan abatida, que le dije:
– Yo tambien toco un poco.
– ?De veras? Entonces tocala, por favor.
Abri la funda. Dentro habia una vieja Gibson L-5, de alla por los anos treinta, anidada en terciopelo azul. Estaba como nueva, con el damasquinado impecable y la madera limpiada no hacia mucho. Soltaba ese olor a gato mojado que adquieren los instrumentos viejos. La alce, rasque las cuerdas, la afine.
Ella habia vuelto a la cocina y me llamo:
– Ven aqui para que te pueda oir.
Fui con la guitarra, me sente ante la mesa y toque unos cuantos acordes de jazz, mientras ella preparaba pollo, pure de patatas, maiz, guisantes y limonada. La guitarra tenia un tono rico y calido y toque
– Muy bonito -me dijo ella, pero podia darme cuenta de que el jazz, incluso el jazz calido, no era lo suyo. Pase a juguetear con los dedos y toque algo melodico y estilo country, en C mayor, y el rostro de ella se rejuvenecio.
Trajo la comida a la mesa…, enormes cantidades de comida. Deje la guitarra a un lado. Me sento a la cabecera de la mesa, se coloco a la derecha y sonrio nerviosa.
Yo estaba tomando el lugar de un muerto, y note que se esperaba algo de mi, seguir algun tipo de protocolo que jamas podia ni sonar en llegar a dominar. Eso y el ceremonioso modo en que me lleno el plato me puso melancolico.
Ella jugueteo con la comida y me miro mientras yo me obligaba a comer. Me meti dentro tanto como pude, la felicite como cocinera entre bocados, y espere a que hubiera retirado los platos y traido pastel de manzana, antes de decir:
– La foto de la graduacion de Sharon que perdieron los Ransom, ?tambien te dio una a ti?
– Oh, eso -dijo. Se le hundieron los hombros y se le humedecieron los ojos. Note como si hubiera vuelto a tirar a las gelidas aguas a un superviviente de un naufragio. Pero, antes de que pudiera decir nada mas, salto en pie y desaparecio pasillo abajo.
Regreso con una foto en un marco de terciopelo marron de sobremesa, me la entrego como si me estuviese entregando los sacramentos, y se quedo mirando por encima de mi hombro, mientras yo la estudiaba.
Sharon, con una sonrisa de oreja a oreja, con birrete y toga, con una borla y hombreras doradas, su cabello negro mas largo y cayendo sobre sus hombros, el rostro radiante y perfecto. El epitome de las estudiantes estadounidenses, mirando hacia el futuro con optimismo juvenil.
?Imaginandose un rosado futuro? ?O seria, simplemente, lo que el fotografo del campus creia que deseaban tener, sobre el manto de su chimenea, unos padres orgullosos?
En el rincon izquierdo inferior de la foto decia, en letras aplicadas en pan de oro:
PROMOCION DEL 74