decia.
Por un momento me desconcerto su azaramiento.
– ?Estas pensando en Joan? -se me ocurrio de repente.
– Creo que tu devocion por ella es maravillosa.
Me encogi de hombros. El doctor Noble.
– Estoy contento con mi eleccion.
– Si. Sharon me dijo que lo estabas. Y ese es precisamente el punto que yo quiero dejar claro: ella tenia que tomar
– ?Cuando te hablo de Joan?
– Unos seis meses despues de la fiesta de su graduacion en la Academia, en su primer ano de estudios de graduada. Me llamo para preguntarme por Shirlee y Jasper, pero parecia perturbada. Podia darme cuenta de que tenia otra cosa en su mente. Le pregunte si queria que nos viesemos y, para mi sorpresa, me dijo que si. Quedamos para comer en Redlands. Parecia toda una profesional, perfectamente en su sitio, madura. Pero triste. Le pregunte el motivo y me dijo que habia conocido al hombre de sus suenos, y paso largo rato describiendo tus virtudes. Yo le dije que sonaba como si hubiese hallado al hombre perfecto, asi que… ?a que venia aquella cara tan larga? Y entonces me hablo de Joan, de como nunca podria funcionar, a causa de ella.
– ?Te conto el origen de los problemas de Joan?
– ?Lo de que se ahogo? ?Oh, si… que terrible! ?Y tu, solo un nino, viendolo!
Toco mi brazo en un gesto de aliento.
– Ella lo entendio, Alex. No estaba ni amargada ni irritada.
– ?Eso era todo lo que la preocupaba?
– Eso es de lo unico que me hablo.
– ?Y cuando la volviste a ver?
Se mordio el labio:
– Nunca. Esa fue la ultima vez. Siguio llamando por telefono, pero cada vez con menos frecuencia. Medio ano mas tarde, cesaron las llamadas. Pero recibiamos postales para Navidad, y paquetes de «La fruta del mes». - Logro una debil sonrisa-. De todas clases, excepto manzanas.
Varios metros mas tarde anadio:
– Lo entendi. Aunque yo la habia ayudado a abandonar su vieja vida, aun formaba parte de ella. Necesitaba romper por completo con el pasado. Anos mas tarde, cuando consiguio doctorarse, me mando una invitacion para la ceremonia de entrega del diploma. Ya habia llegado a la cuspide, y se sentia lo bastante segura como para poder volver a conectar con el ayer.
– ?Fuiste?
– No, me llego tarde…, el dia despues de la ceremonia. Un despiste de Correos. Pasa muchas veces en las rutas de reparto rurales.
Ningun error de reparto habia impedido los pagos mensuales en efectivo a los Ransom. No dije nada.
– Durante todos estos anos -prosiguio-, crei haberla entendido. Ahora me doy cuenta de que me enganaba a mi misma. Apenas si la conocia.
Caminamos hacia las ventanas color amarillo.
– ?Como y cuando conociste a Sharon? -pregunte.
– Fue por mi habitual caracter entrometido, de persona que siempre trata de hacer el bien. Ocurrio poco despues de mi matrimonio, al poco tiempo de que el senor Leidecker me trajera aqui, en 1957.
Agito la cabeza, y suspiro:
– Treinta anos ya. -Luego no dijo mas.
– Trasladarte de la gran ciudad a Willow Glen debio de ser un golpe bastante fuerte para ti -comente.
– ?Oh, lo fue! Despues de acabar en la Academia logre un puesto de maestra en una escuela privada en el Upper East Side de Manhattan…, con los hijos de los ricos. Por las noches trabajaba voluntariamente en los programas de ensenanza de los militares. Ahi es donde conoci al senor Leidecker. El estaba en el ejercito, cursando estudios en el City College, por cortesia del Tio Sam. Me lo encontre una noche en el vestibulo, parecia absolutamente fuera de lugar. Nos pusimos a conversar. El era muy guapo, muy dulce… ?tan diferente a esos tipos que se creian listos y no tenian caracter alguno, con que me habia estado encontrando en la ciudad! Cuando me hablo de Willow Glen, hizo que pareciera un autentico paraiso. Amaba esta tierra…, sus raices eran aqui muy profundas. Su familia llego de Pennsylvania durante la Fiebre del Oro… pero solo llegaron hasta Willow Glen y se quedaron con las doradas manzanas, en lugar de con las doradas pepitas, eso es lo que el acostumbraba a decir. Dos meses despues estaba casada y era maestra en una escuela de una sola aula.
Llegamos al edificio de piedra. Ella miro al cielo.
– Mi marido era un hombre taciturno, pero sabia como contar una historia. Tocaba la guitarra maravillosamente y cantaba como los angeles. Tuvimos una buena vida juntos.
– Parece maravilloso -dije.
– ?Oh, lo era… aprendi a amar este lugar! La gente de aqui es solida y decente; los ninos son tan inocentes que casi te entran ganas de llorar. Y lo eran mucho mas, antes de que nos llegase la television por cable. Pero una siempre cambia unas cosas por otras… Hubo un tiempo en que me crei una intelectual; no es que lo fuera, pero me gustaba ir a recitales de poesia en Greenwich Village, visitar galerias de arte, escuchar los conciertos que daban las bandas en Central Park. Me encantaba todo el mundillo cultural de la ciudad. Entonces, Nueva York era un lugar encantador. Mas limpio, mas seguro. Y parecia que las ideas brotaban de las aceras.
Estabamos al pie de las escaleras de la escuela. La luz de arriba se derramaba por sobre su rostro, encendia llamas en sus ojos. Su cadera rozo con la mia. Se aparto con rapidez y se ahueco el cabello.
– Willow Glen es un desierto cultural -me dijo, subiendo por las escaleras-. Pertenezco a cuatro Clubs del Libro, estoy suscrita a veinte revistas mensuales, pero creeme, esto no es suficiente para substituir aquello. Al principio, hacia que el senor Leidecker me llevase en coche a L. A. para oir a la Filarmonica, y a San Diego para el Festival de Shakespeare en el Old Globe. Y lo hacia sin quejarse, siendo un alma bendita como era, pero yo sabia que era algo que el detestaba…, jamas lograba mantenerse despierto durante todo el rato. Y, al cabo, deje de obligarle a soportarlo. La unica obra de teatro que he visto en los ultimos anos es la que yo escribo, la funcion que hacen los ninos para Navidad: «Paz en la Tierra a los Hombres de buena voluntad», acompanada por mi desafinado piano.
Se echo a reir.
– Al menos, los ninos disfrutan con eso… por aqui, no son demasiado sofisticados. En sus casas les ponen el enfasis en que hay que ganarse la vida. Sharon era diferente: ella tenia una mente muy voraz, le encantaba aprender.
– Asombroso -dije-, considerando su vida familiar.
– Si, realmente asombroso. Sobre todo cuando uno considera el estado en que se hallaba, cuando la vi por primera vez. La forma en que florecio fue como un milagro. Me siento privilegiada, al haber podido contribuir a ello. A pesar de como acabo todo…
Se trago unas lagrimas, empujo la puerta y camino rapidamente hacia su escritorio. Me quede mirandola, mientras recogia la mesa.
– ?Como la conociste? -volvi a preguntarle.
– Justo poco despues de llegar aqui, empece a oir a mis alumnos hablar de una familia de «tontos», asi es como les llamaban ellos, que vivian detras de la vieja prensa de manzanas abandonada. Dos mayores y una ninita que correteaba desnuda y charloteaba como un chimpance. Al principio pense que solo era uno de esos cuentos de patio de escuela, el tipo de historia que les encanta inventarse a los ninos. Pero, cuando se lo mencione al senor Leidecker, me dijo: «Seguro. Se trata de Shirlee y Jasper Ransom. Son debiles mentales, pero inofensivos». Y se encogio de hombros, era la vieja historia del «tonto del pueblo».
»?Y que hay de la nina? -pregunte-. ?Tambien es debil mental? ?Por que no la han matriculado en la escuela? ?La han vacunado? ?Se ha molestado alguien en realizarle un examen medico adecuado y en asegurarse de que recibe la nutricion apropiada?
»Esto le hizo pararse a pensar, y poner cara de preocupacion. '?Sabes, Helen? Jamas pense en eso', me contesto, y lo decia avergonzado, esa es la clase de hombre que era.
»A la tarde siguiente, despues de la escuela, segui la carretera, halle la prensa, y me puse a buscarlos. Era