Me lanzo una mirada cansina.

– Paul me hizo explicarles a sus padres y hermanos que tambien ellos debian de empezar a estremecerse y agitarse. De un modo exagerado. Dijo que, una vez que el sintoma se convirtiese en la norma familiar, dejaria de tener valor como rebelion para el muchacho y desapareceria de su repertorio de comportamiento.

– ?Y eso por que?

Ella agito la cabeza:

– La teoria es de el, no mia.

No dije nada, pero mantuve una expresion de curiosidad.

– Vale, vale -acepto-. Segun Paul, los sintomas son comunicaciones. Y dado que la comunicacion por tics ya no iba a ser unica, el chico tendria que buscarse alguna otra manera de llevar a cabo su rebelion.

Aquello parecia mal concebido, potencialmente cruel, y me hacia sentir dudas acerca del doctor Paul Kruse.

– Ya veo -dije.

– ?Hey, que yo tambien pense que era una estupidez! -exclamo Aurora-. La semana que viene pienso decirselo a Paul.

– Seguro que lo haras -le dijo alguien.

– Espera y veras. -Cerro la grafica y la volvio a meter en su carpeta-. Pero mientras, ese pobre chico no para de agitarse y moverse, y su autoestima se esta yendo a la basura.

– ?Has pensado en el Sindrome de Tourette? -le pregunte.

Descarto la pregunta con un fruncimiento de cejas.

– Naturalmente. Pero no maldice.

– No todos los pacientes con Tourette lo hacen.

– Paul dijo que los sintomas no se conformaban con la trama general de Tourette.

– ?En que modo?

Otra mirada cansina. Su respuesta le llevo cinco minutos y tenia graves fallos. Mis dudas acerca de Kruse crecieron.

– Sigo creyendo que deberias considerar que sea un Tourette -le dije-. No sabemos aun lo bastante acerca del Sindrome como para excluir casos atipicos. Mi consejo es que envies el nino a un neurologo pediatrico. Haldol podria ser el indicado.

– El buen modelo medico tradicional -dijo Julian. Apreto el tabaco de su pipa, la volvio a encender.

Aurora movio las mandibulas como si masticase.

– ?Como te sientes ahora? -le pregunto uno de los otros hombres. Era estrecho de espaldas y delgado, con un cabello herrumbroso atado en una cola de caballo, y un bigote caido y desigual. Vestia un arrugado traje de pana marron, una camisa con botones en las aletas del cuello, una corbata extra-ancha, y zapatillas deportivas sucias. Y hablaba en una voz suave, musical, saturada de empatia, pero untuosa, como la de un confesor, o el presentador de un programa infantil-. Comparte tus sensaciones con nosotros, Aurora.

– ?Oh, Cristo! -Se volvio hacia mi- De acuerdo, hare lo que me dice. Si lo que se necesita es el modelo medico, pues sea.

– Suenas frustrada -dijo la mujer canosa.

Aurora se volvio hacia ella:

– Vale ya de mierda, y sigamos adelante, ?de acuerdo?

Antes de que Cabellos Canosos pudiera contestarle se abrio la puerta. Todos los ojos se alzaron. Todos los ojos se endurecieron.

Una hermosa chica de cabello negro estaba en el hueco de la puerta, llevando los brazos llenos de libros. Chica, no mujer…, tenia un aspecto juvenil, podria haber sido una estudiante aun no graduada, y, por un momento, pense que debia de haberse equivocado de lugar.

Pero entro en la habitacion.

Mi primer pensamiento fue: hay un agujero en el tiempo, y ella se ha caido por el. Tenia una belleza oscura, dolorida, como la de una actriz de una de esas peliculas en blanco y negro que pasan a ultima hora en el cine-club de la tele, esas peliculas en las que el bien y el mal se desdibujan, las imagenes se pelean por la atencion con una sinuosa musica de fondo de jazz, y todo termina en un modo ambiguo.

Vestia un traje de punto muy cenido de color rosa, veteado de blanco y dividido por un cinturon blanco de cuero, y zapatos rosa con tacones medianos. Su cabello habia sido peinado y lacado, cada rizo puesto en su lugar, cada mechon en su sitio, reluciente. Su rostro estaba empolvado, maquillado, sus labios brillantes con un rosa de aspecto humedo. El vestido le llegaba hasta las rodillas. La pierna que se veia era hermosa, y estaba envuelta en nailon transparente. Sus joyas eran de autentico oro, sus unas largas y pintadas… con un colorido de pintura identico al de su vestido, pero de precisamente un tono mas oscuro.

Y su perfume… La fragancia del mismo se abrio paso a traves del rancio hedor de la habitacion: olia a jabon y agua, a hierba fresca, y a flores de primavera.

Toda ella curvas y prominencias, blancura de porcelana y rosa polvoreada, montada sin fallo alguno. Casi dolorosamente fuera de lugar en aquel mar de ropa tejana y descuido deliberado.

– Suzy Requeson -murmuro alguien.

Ella lo oyo y parpadeo, tras lo que miro en derredor, por un sitio en el que sentarse. No habia lugares vacios, y nadie se movio. Me hice a un lado y dije:

– Aqui.

Me miro interrogativamente.

– El es el doctor Delaware -le explico Julian-. Alex. Ha soportado los ritos y rituales de este Departamento y, aparentemente, ha logrado salir indemne.

Ella me dedico una fugaz sonrisa, se sento junto a mi, doblando las piernas debajo de su cuerpo. Se vio una buena cantidad de muslo blanco. Tiro del vestido para bajarlo hasta sus rodillas, lo que hizo que la tela se tensase sobre sus pechos y acentuase su rotundidad. Sus ojos eran grandes y brillantes, color azul medianoche, tan oscuros que las pupilas se confundian con los iris.

– Lamento llegar tarde -dijo. Con una voz dulce y cremosa.

– ?Eso es nuevo? -comento la canosa.

– ?Algun seguimiento mas que presentar? -pregunte.

Nadie me contesto.

– Entonces, supongo que podemos pasar a ver material nuevo.

– ?Y que hay de Sharon? -dijo Cola de Caballo, haciendo una mueca burlona hacia la recien llegada-. No has compartido nada en absoluto con nosotros en todo el semestre, Sharon.

La chica de cabello negro agito la cabeza.

– Realmente no tengo nada preparado, Walter.

– ?Y que es lo que hay que preparar? Solo tienes que elegir un caso y ofrecernos los beneficios de tu sabiduria.

– O, al menos de la sabiduria de Paul -anadio Julian.

Risitas, gestos de asentimiento con la cabeza.

Ella se tiro del lobulo de la oreja, y me miro buscando ayuda.

La pulla acerca de Kruse ayudaba a explicar la tension que habia acompanado la entrada de la chica. Fueran cuales fuesen sus habilidades terapeuticas en manipular roles, este supervisor habia dejado que su grupo fuera envenenado por el favoritismo. Pero yo era un ayudante contratado temporalmente, o sea que no era cosa mia el arreglar la situacion.

Le pregunte:

– ?Has hecho alguna presentacion durante el semestre?

– No -alarmada.

– ?Tienes algun caso del que pudieramos hablar?

– Yo… supongo que si. -Me lanzo una mirada que era mas de autocompasion que de resentimiento: Me estas haciendo dano, pero no es culpa tuya.

Algo preocupado, le dije:

– Entonces, adelante.

– El caso del que podria hablar es el de una mujer a la que llevo viendo hace dos meses. Es una estudiante de

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