– El doctor Delaware, por favor.
– Soy el doctor Delaware.
– ?Alice Delaware?
– Alex.
– ?Oh! Aqui pone Alice, pense que era usted una mujer.
– No lo era la ultima vez que lo comprobe.
– Si, supongo que no lo es. De todos modos, ya se que tiene poco preaviso, pero si esta libre a las ocho de esta noche, podriamos utilizarlo.
– Utiliceme.
– ?No le interesa saber de que se trata?
– ?Por que no?
– De acuerdo, necesitamos a alguien que supervise el Curso 305A, las practicas clinicas para los estudiantes graduados de primer y segundo ano. El catedratico que se ocupa de ella ha tenido que salir de la ciudad y no esta disponible ninguno de los sustitutos habituales.
Habia llegado el momento de rascar el fondo del barril.
– A mi me suena bien.
– De acuerdo. ?Esta usted licenciado?
– No, hasta el ano que viene no lo estare.
– ?Oh! Entonces no estoy segura… Aguarde un momento. -Y, un instante despues-: De acuerdo, como no esta usted licenciado la paga seran ocho dolares a la hora, en lugar de quince, y nos reservamos el derecho de anular el acuerdo en cualquier momento. Y antes de que lo aceptemos, tendra que llenar unos papeles.
– ?Vaya retorcida de brazo que me ha hecho!
– ?Como dice?
– Que ahora voy.
En teoria, la practica clinica es el nexo de union entre el aprender en los libros y el trabajo en serio, un modo de introducir a los futuros comecocos a la practica de la psicoterapia, en un ambiente educativo.
En mi alma mater, el proceso se iniciaba pronto: durante su primer semestre, los alumnos graduados en Psicologia Clinica tendrian pacientes a su cargo: estudiantes no graduados enviados por el Servicio de Consejeria del campus, y gente pobre que buscaba tratamiento gratuito en la Clinica de la Universidad. Los diagnosticarian y llevarian a cabo el tratamiento, bajo la supervision de un miembro de la Facultad. Y, una vez a la semana, mostrarian sus avances, o la falta de los mismos, a sus pares e instructores. A veces las cosas se mantenian en un nivel intelectual. A veces, se tornaban personales.
Psico 305A se desarrollaba en una especie de calabozo sin ventanas en el tercer piso de la mansion estilo Tudor que acogia el programa clinico. La habitacion estaba desprovista de mobiliario, pintada de un color gris azulado y enmoquetada con una sucia alfombra dorada. En un rincon se hallaban un par de bates de gomaespuma, del tipo que recomiendan los consejero? matrimoniales para las buenas peleas incruentas entre esposos. En otro estaban amontonados los restos desmontados de un poligrafo.
Llegue cinco minutos tarde, pues «unos papeles» habia resultado ser un monton de impresos. Siete u ocho estudiantes ya se encontraban alli. Se habian quitado los zapatos y recostado contra las paredes, estaban leyendo, charlando, fumando, haciendo una siesta. Ignorandome. La habitacion olia a calcetines sucios, tabaco y humedad.
En su mayor parte era un grupo de gente de aspecto algo anticuado, como muy baqueteados…, refugiados de los sesenta con sus sarapes, tejanos descoloridos, camisetas de manga larga y joyas indias. Unos pocos vestian trajes. Y cada uno de ellos parecia serio y agobiado… estudiantes de nota alta, preguntandose si valia la pena soportar tanto.
– Hola, soy el doctor Delaware -deje que el titulo resonase en mi garganta con alegria y una cierta sensacion de culpa, notandome como un impostor. Los estudiantes me miraron de arriba abajo, nada impresionados-. Alex. El doctor Kruse no ha podido venir, asi que yo voy a hacerme cargo de la clase esta noche.
– ?Donde esta Paul? -pregunto una mujer a finales de los veinte. Era bajita y tenia un cabello prematuramente canoso, gafas de abuelita y una boca apretada, desaprobadora.
– Fuera de la ciudad.
– Hollywood no esta fuera de la ciudad -dijo un hombreton barbudo, con camisa a cuadros y un mono de trabajo, que fumaba una pipa danesa de caprichosa forma.
– ?Es usted uno de sus ayudantes? -me pregunto la mujer canosa. Era atractiva, pero tenia aspecto de ser grunona, con nerviosos ojos de irritacion: una puritana en tejanos, que me valoro cuidadosamente, aparentemente ansiosa por condenarme.
– No, ni lo conozco. Soy…
– ?Un nuevo miembro de la Facultad! -proclamo el barbudo, como si estuviese descubriendo una conspiracion.
Agite la cabeza.
– Recien graduado. Me doctore el pasado junio.
– Felicidades -el barbudo aplaudio sin hacer sonido alguno. Unos pocos mas lo imitaron. Sonrei, me sente en el suelo y adopte la posicion del loto cerca de la puerta.
– ?Cual es el procedimiento habitual?
– Presentacion de los casos -dijo una negra-. A menos que alguien tenga una crisis que quiera someter a discusion.
– ?Tenemos alguna?
Silencio. Bostezos.
– De acuerdo. ?A quien le toca presentar caso?
– A mi -dijo la negra. Era cuadrada, y llevaba un peinado afro coloreado con jenna que formaba un halo en derredor de una cara redonda, color chocolate. Vestia un poncho negro, tejanos y botas de vinilo rojas. Una carpeta de tamano gigante yacia sobre su regazo-. Soy Aurora Bogardus, de segundo ano. La semana pasada presente un caso de un nino de nueve anos con tics multiples. Paul me hizo sugerencias. Tengo algunos datos adicionales.
– Adelante.
– Para empezar, dire que no funciono nada El chico esta empeorando. -Saco un grafico de su carpeta, lo fue recorriendo y dio un breve historial del caso para que me enterase de lo que pasaba, luego describio su plan inicial de tratamiento, que me parecio bien pensado, a pesar de que no hubiese dado resultado-. Y esto nos pone ya al dia. ?Alguna pregunta?
Siguieron veinte minutos de discusion. Las sugerencias de los estudiantes enfatizaban los factores sociales: la pobreza de la familia y sus frecuentes traslados, la ansiedad que probablemente estaba experimentando el nino, debido a la falta de amigos. Alguien comento que el hecho de que el nino fuese negro era un factor creador de estres de primera magnitud en una sociedad racista.
Aurora Bogardus parecia disgustada.
– Me parece que esa es una cosa de la que yo me doy perfecta cuenta. En cualquier caso, tenemos que enfrentarnos con esos malditos tics en un nivel
– Entonces,
– De cona, Julian -le contesto Aurora-. Mientras tanto, a ese chico lo tienen aislado como a un leproso. Necesito accion…
– El sistema condicionante operativo…
– Si me hubieses estado prestando atencion, Julian, habrias oido que tu sistema condicionante operativo no funciono. Ni tampoco la manipulacion de rol que Paul sugirio la pasada semana.
– ?Que tipo de manipulacion de rol? -pregunte.
– Cambiar la programacion. Forma parte de su aproximacion hacia la terapia: la Dinamica de la Comunicacion. Agitar la estructura familiar, hacerles cambiar sus posiciones de poder de modo que esten abiertos a nuevos comportamientos.
– ?Hacerlos cambiar en que modo?