buscando el punto de vista ideal del miron: deliciosamente cercano, pero a salvo, sin ser visto. Y diciendome a mi mismo que todo era pura curiosidad.
De repente, ella se dio la vuelta y me vio. Se le tino el rostro de rosa al reconocerme y sus labios se entreabrieron. Clavamos la vista el uno en el otro. Como si estuvieramos bailando.
Me senti mareado, choque con alguien. Mas excusas.
Sharon seguia mirandome fijamente. El hombre del cabello a cepillo estaba de cara al otro lado, como pensativo.
Me retire mas lejos, fui tragado por la multitud y regrese a la mesa sin aliento, aferrando el vaso con tanta fuerza que me dolian los dedos. Conte hojas de la hierba hasta que regreso Larry.
– La llamada era a causa de la bebe -dijo-. Ella y su amiguita se enzarzaron en una pelea. Asi que ahora tiene una rabieta y pide que la lleven a casa. La madre de la otra nina dice que las dos estan histericas…, demasiado cansadas. Lo siento, D, pero tengo que ir a recogerla.
– No te preocupes, yo tambien tengo ganas de marcharme.
– Aja. Ha resultado ser todo un bodrio, ?no? Pero, al menos, yo he podido echarle una ojeada al vestibulo de la Gran Mansion: es lo bastante grande como para patinar alli dentro. Nos hemos equivocado de negocio, D.
– ?Y cual es el negocio justo?
– Casarte cuando joven con alguien de dinero, y pasarte el resto de tu vida gastandolo por un tubo.
Miro de nuevo hacia la mansion, luego paseo la vista por la propiedad.
– Escucha, Alex, ha sido bueno el volver a verte. Un poco de cotilleo entre machos, liberando nuestra hostilidad. ?Que te parece si nos vemos dentro de un par de semanas, jugamos un poco al billar en la universidad, e ingerimos algo de colesterol?
– Suena bien.
– De cona. Yo te llamo.
– Espero que lo hagas, Larry.
Tranquilizados por nuestras mentiras mutuas, dejamos la fiesta.
El tenia prisa por irse, pero se ofrecio a dejarme en casa. Yo le dije que preferia caminar, pero aguarde con el mientras el aparcacoches barbudo iba a por sus llaves. El maltrecho Chevy habia sido recolocado, para permitirle una salida rapida. Y lavado. El aparcador tenia la puerta abierta y murmuro entre dientes un monton de «Senor», mientras esperaba que Larry se pusiera comodo. Cuando Larry metio la llave en el encendido, el aparcador cerro la puerta suavemente y tendio la palma de la mano, sonriente.
Larry me miro, yo le guine un ojo. Larry hizo una mueca burlona, subio el cristal de la ventanilla y puso el motor en marcha. Camine a lo largo de los coches y escuche el gemido del Chevrolet, seguido por una retahila de maldiciones en algun idioma extranjero. Luego, un sonido de latas y un chirrido mientras el coche aceleraba. Larry paso a toda velocidad, sacando la mano izquierda y saludandome.
Yo camine algunos metros mas, y oi a alguien llamarme. No estando interesado en quienquiera que fuese, no perdi el paso.
Entonces, la llamada se hizo mas fuerte y clara:
– ?Alex!
Mire por encima de mi hombro. Un vestido azul marino. Un cabello negro al viento. Largas piernas blancas corriendo.
Me alcanzo, con sus pechos sobresaltados, el labio superior perlado por el sudor.
– ?Alex! ?No me lo puedo creer: realmente eres tu!
– Hola, Sharon. ?Que sorpresa! ?Que tal te va? -El doctor Ocurrente, ese era yo.
– Muy bien. -Se toco un labio, agito la cabeza-: No, tu eres la unica persona del mundo con la que no he de fingir lo que no es… No, las cosas no me han ido bien. Nada bien.
La facilidad con la que habia pasado, de nuevo, a tener una familiaridad conmigo, ese borrar, sin esfuerzo alguno, todo lo que habia pasado entre nosotros, me hizo levantar las defensas.
Se me acerco y oli su perfume: jabon y agua, con un toque de hierba fresca y flores de primavera.
– Siento oir eso -le dije.
– ?Oh, Alex! -Coloco dos dedos en mi muneca. Que se quedasen alli.
Note su calor, me estremecio una sacudida de energia que surgia bajo mi cintura. De repente se me puso dura como una piedra. Y me senti furioso por ello. Pero, por primera vez en mucho tiempo, estaba vivo.
– ?Me alegra tanto verte, Alex! -Su voz, dulce y cremosa. Sus ojos color medianoche chisporroteaban.
– A mi tambien me alegra -aquello surgio espeso e intenso, en nada parecido al tono indiferente que yo habia querido emplear. Sus dedos estaban quemando un agujero en mi muneca. Me solte y meti mis manos en los bolsillos.
Si noto rechazo en mi, no lo mostro: simplemente dejo caer el brazo a su costado y siguio sonriendo.
– ?Es tan curioso que nos hayamos topado asi, Alex! ?Es pura telepatia! Tenia muchas ganas de llamarte.
– ?Por que?
Un triangulo de lengua se movio entre sus labios y sorbio el sudor que yo habia estado ansiando beber.
– Queria hablarte de… algunas cosas que han surgido. Ahora no es el mejor momento, pero si pudieses encontrar un rato para que charlasemos, te lo agradeceria.
– ?Y de que cosas vamos a poder hablar despues de todos estos anos?
Su sonrisa era un cuarto de luna de luz blanca. Demasiado cercana. Demasiado blanca.
– Confiaba en que, despues de tantos anos, ya no estuvieras enfadado.
– No estoy enfadado, Sharon. Simplemente, desconcertado.
Ella se maltrato el lobulo de la oreja. Sus dedos volaron hacia delante y rozaron mi mejilla, antes de apartarlos.
– Eres un buen tipo, Delaware. Siempre lo seras. Que todo te vaya muy bien.
Se volvio para irse. Le tome la mano y se detuvo.
– Sharon, lamento que las cosas no te vayan bien.
Ella rio, luego se mordio el labio.
– No, realmente no me van bien. Pero no es cosa tuya.
Y, mientras estaba diciendo esto, se me acercaba, seguia acercandoseme. Me di cuenta de que estaba tirando de ella hacia mi, pero solo con una infinitesimal presion: ella estaba dejando que la llevase.
Supe, en ese momento, que ella haria cualquier cosa que yo desease, y su pasividad provoco dentro de mi una extrana mezcla de sentimientos: piedad, gratitud… la alegria de ser, por fin, necesitado.
El peso entre mis piernas se hizo insoportable. Solte su mano.
Nuestros rostros estaban a unos centimetros el uno del otro. Mi lengua se esforzaba por pasar entre mis dientes, como una serpiente que quisiese salir de su vasija.
Un desconocido que usaba mi voz dijo:
– Si representa tanto para ti, podemos vernos y charlar.
– Representa mucho para mi -me contesto ella.
Quedamos para comer el lunes.
5
En el mismo momento en que ella desaparecio tras las puertas de la mansion, supe que aquello habia sido un error. Pero no estaba seguro de lamentarlo.
De vuelta a casa, comprobe si habia algo en el servicio de contestadores, esperando tener alguna llamada de Robin, algo que me hiciera lamentarlo.
– No hay nada para usted, doctor Delaware -me dijo la telefonista. Crei detectar piedad en su voz, y me dije que me estaba dando la paranoia.
Esa noche me fui a dormir con la cabeza llena de imagenes eroticas. En algun momento, durante las horas de la madrugada, tuve un sueno humedo. Me desperte pegajoso y agarrotado, y supe, sin tener que razonarlo, que