zumbido que me subia por dentro, por lo que agite la cabeza para aclararmela. El movimiento hizo entrar algo amarillo dorado en mi campo de vision.

La Primera Dama habia abandonado a Kruse. Escruto el lugar, dio unos pasos, se detuvo e hizo un gesto con la cabeza hacia un punto amarillo en el cesped: una servilleta tirada al suelo. Un camarero corrio a recogerla. Como un capitan en la proa de una fragata, la mujer de amarillo se hizo sombra sobre los ojos con una mano y siguio observando los alrededores. Se acerco a uno de los parterres de rosas alzo una flor y la estudio. Otro camarero aparecio al instante a su lado con tijeras de jardineria. Un momento mas tarde la flor estaba en su cabello y ella se apartaba de alli.

– La mujer del vestido amarillo -pregunte-, ?es nuestra anfitriona?

– Ni idea, D. Este no es exactamente mi circulo social.

– Kruse la llamo Hope.

– Entonces es ella: Hope Blalock. Descendiente de la nobleza.

Y, un momento mas tarde, anadio:

– ?Vaya anfitriona! ?Te has fijado como nos tienen a todos fuera, que nadie entra en la casa?

– Como perros que aun no han aprendido a aguantarse el pis.

Rio. Levanto una pierna de la silla e hizo un sonido grosero con los labios. Luego, apunto con su cabeza a una mesa cercana.

– Hablando de animales entrenados, observa a la gente de los laberintos y los electrodos.

Ocho o nueve estudiantes graduados estaban sentados, rodeando a un hombre que estaria a finales de los cincuenta. Los estudiantes se mostraban partidarios de la pana, los tejanos y las camisas de algodon puro, el cabello lacio y las gafas de aro metalico. Su mentor era un hombre cargado de espaldas, calvo y con una barbita blanca recortada. Su traje era de color barro, mala tela y un par de tallas demasiado grande. Lo cubria como el habito de un monje. Hablaba sin parar y gesticulaba mucho con un dedo. Los estudiantes tenian los ojos vidriosos.

– El mismisimo Ratonero -dijo Larry-, y su alegre banda de Ratonosos. Probablemente esten hablando de algo muy erotico, como la correlacion entre la defecacion inducida por electroshock y el voltaje de estimulacion, tras la frustracion, experimentalmente inducida, de una respuesta de escape parcialmente reforzada, adquirida bajo pruebas ampliamente espaciadas. Eso en las jodidas ardillas.

Me eche a reir.

– Parece que ha perdido peso. Quizas este usando sus propias cintas.

– De eso nada. Tuvo un ataque al corazon el ano pasado…, es por eso por lo que abandono el puesto de Jefe del Departamento y se lo paso a Kruse. Lo de las cintas lo empezo justo despues. ?Jodido hipocrita! ?Te acuerdas como acostumbraba a humillar a los estudiantes clinicos, como decia que no debiamos considerar nuestros doctorados como una tarjeta sindical que nos autorizase a dedicarnos a la consulta privada? ?Vaya un mamon! Deberias ver los anuncios que usa para promocionar su timo sobre como dejar de fumar.

– ?Donde pone esos anuncios?

– En las revistas de tetas y culos. Un cuadradito en blanco y negro, en las paginas de atras, entre los otros anuncios sobre escuelas militares, planes acerca de como hacerse rico y contactos con chicas orientales que quieren casarse. La verdad es que yo me entere de eso porque uno de mis pacientes escribio pidiendo el metodo, y luego me trajo a mi la casete, para que la viera. «Use el sistema comportamentista para dejar de fumar», dice, y pone el nombre del Ratonero alli en el plastico, junto con su porqueria de folleto multicopiado con una lista de sus acreditaciones academicas. Incluso es el quien narra toda esa maldita cosa, con su pomposo tono monotono, D. Tratando de parecer interesado en la gente, como si durante todos estos anos hubiera estado trabajando con personas, en lugar de con roedores.

Le lanzo una mirada de asco:

– ?Tarjeta sindical!

– ?Esta ganando dinero con eso?

– Si lo esta ganando, no se lo esta gastando en ropa.

El buscapersonas de Larry sono. Lo tomo de su cinturon y se lo llevo al oido por un instante.

– El servicio de mensajes. Perdoname, D.

Detuvo a un camarero, le pregunto donde estaba el telefono mas cercano, y fue mandado a la gran casa blanca. Lo contemple caminar como un pato a traves de los jardines, luego me levante, pedi otro gin tonic y me quede alli en la barra bebiendomelo, disfrutando de mi anonimato. Estaba empezando a sentirme confortablemente atontado, cuando escuche algo que hizo sonar una alarma interior.

Tonos familiares, inflexiones.

Una voz del pasado.

Me dije a mi mismo que era mi imaginacion. Luego escuche de nuevo la voz, y busque entre la multitud.

La vi, por encima de varias espaldas.

Un estremecimiento, como de maquina del tiempo. Trate de mirar a otra parte, no pude.

Era Sharon, tan exquisita como siempre.

Supe su edad, sin calcularla. Treinta y cuatro. Su cumpleanos era en mayo, el quince de mayo… ?Que raro que aun me acordase…!

Me acerque mas y le di una buena ojeada: madurez, pero sin perdida de belleza.

Un rostro que parecia surgido de un camafeo.

Ovalado, de huesos finos, mandibula limpia. El cabello espeso, ondulado, negro y brillante como el caviar, peinado hacia atras desde una frente alta y sin macula, desparramandose sobre unos hombros cuadrados. Una piel blanca como la leche de persona que, en contra de la moda, rehuia al sol. Unas mejillas altas, claramente definidas, naturalmente enrojecidas con puntos rosa del tamano de monedas. Orejas pequenas y muy pegadas a la cabeza, con una unica perla en cada una de ellas. Cejas negras, trazando un arco sobre ojos azul profundo muy separados. Una nariz fina y recta, con ventanas suavemente acampanadas.

Recorde el tacto de su piel… palida como la porcelana, pero calida, siempre calida. Estire el cuello para verla mejor.

Llevaba puesto un vestido de lino de color azul marino, que le llegaba hasta la rodilla, de manga corta y amplio. Era un camuflaje que no lograba su objetivo: los contornos de su cuerpo se enfrentaban al confinamiento de la ropa, y vencian. Pechos grandes y suaves, cintura de avispa, un amplio contorno de caderas que continuaban en largas piernas y tobillos esculturales. Sus brazos eran suaves tallos blancos. No usaba ni anillos ni brazaletes, solo los pendientes de perlas y un collar a juego, cuyas perlas bailaban sobre su pecho. Zapatos azules con tacon de mediana altura anadian un par de centimetros a su metro sesenta y cinco. En una mano llevaba un monedero azul a juego. La otra mano lo estaba acariciando.

No llevaba anillo de casada. ?Y que?

Con Robin a mi lado, apenas si me hubiera fijado en ella.

O, al menos, de eso trate de convencerme a mi mismo.

Ella tenia puesta su mirada en un hombre. Uno de los cisnes, lo bastante viejo como para ser su padre. Con un rostro grande y cuadrado, bronceado y marcado por profundas arrugas. Ojos estrechos, azules, cabello cortado a cepillo del color del acero. Con buen tipo, a pesar de su edad, y perfectamente ataviado con un blazer azul cruzado y pantalones de franela gris.

Extranamente infantil. Uno de esos viejos juveniles que pueblan los mejores clubs y casinos, y son capaces de llevarse a la cama a mujeres mas jovenes, sin que se rian de ellos.

?El amante de Sharon?

Y todo eso, ?que me importaba a mi?

Segui mirandola. Lo que estaba provocando la atencion de ella no parecia ser nada amoroso. Ambos se encontraban en un rincon, y ella estaba discutiendole algo, tratando de convencerle de algo. Sin apenas mover los labios, y tratando de parecer despreocupada. El se limitaba a estar alli, escuchandola.

Sharon en una fiesta. No me cuadraba. Las odiaba tanto como yo.

Pero eso habia sido hacia mucho, y la gente cambia. Y estaba claro que el dicho era aplicable a ella.

Alce el vaso a mis labios y la contemple tirarse del lobulo de una oreja. Algunas cosas seguian igual.

Me fui aproximando, choque contra la bien acolchada anca de una matrona y recibi una mirada asesina. Murmurando excusas, segui adelante. La masa de bebedores no cedia el paso. Me abri camino con todo mi peso,

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