– Soy amigo de Sharon Ransom.
– Hola, Alex, soy Paul. -Una media sonrisa. Su voz era baja, surgida del pecho, modulada como la de un locutor de radio.
– Estoy tratando de localizarla -le dije.
Asintio con la cabeza, pero no me contesto. El silencio se alargo. Me senti obligado a hablar.
– Desde hace mas de dos semanas no esta en su casa. Me preguntaba si usted sabria donde esta, doctor Kruse.
– A usted le preocupa ella -me dijo, como respondiendome a una pregunta que yo no le habia hecho.
– Si, me preocupa.
– Alex Delaware -dijo.
– Le he llamado a usted varias veces, le he dejado mensajes en su oficina…
Gran sonrisa. Dio un cabezazo para colocarse el cabello. La masa amarilla salto hacia atras, luego reposo sobre su frente.
– Me encantaria poder ayudarle, Alex, pero no puedo.
Comenzo a caminar hacia su puerta.
– Por favor, doctor Kruse…
Se detuvo, se giro, miro por encima de su hombro, volvio sus ojos hacia mi y sonrio de nuevo. Pero la sonrisa tenia un giro agrio en las comisuras, como si el verme le pusiera enfermo.
– ?Donde esta, doctor Kruse?
– El hecho de que ella no se lo dijese implica algo, ?no?
– Solo digame si esta bien. Si va a volver a L. A. o se ha ido para siempre.
– Lo lamento -me dijo-. No puedo hablar con usted de nada de esto. La confidencialidad del terapeuta…
– ?Es usted su terapeuta?
– Soy su supervisor. E inherente a la relacion de la supervision hay bastante psicoterapia.
– El decirme si ella esta bien no va a violar la confidencialidad.
El nego con la cabeza, y entonces algo raro paso con su cara.
La parte superior siguio siendo, toda ella, puro escrutinio: anchas ondas rubias y ojos marron palido con pintitas verdes que se clavaban en los mios con la intensidad de un Svengali. Pero de la nariz abajo, sus facciones se le habian soltado, con su boca retorciendose en una mueca estupida, casi de payaso.
Dos personalidades compartiendo un rostro. Tan extrano como uno de esos monstruos de circo, y el doble de desazonante, porque tras aquella cara habia una hostilidad, un deseo de ridiculizar. De dominar.
– Digale que me preocupo por
– Que tenga usted una buena noche -dijo el. Y se metio en su casa.
Una hora mas tarde, de vuelta en mi apartamento, yo estaba furioso, decidido a tirar de la cadena, para que ella y toda aquella mierda desapareciera de mi vida. Un mes despues ya me habia acostumbrado a la soledad y a una carga de trabajo aplastante, consiguiendo fingirme contento con todo aquello, de un modo lo bastante convincente como para hasta creermelo yo, cuando llamo ella. Eran las once de la noche, acababa de llegar a casa, tan cansado que parecia que me hubiesen apaleado, y estaba muerto de hambre. Cuando oi su voz, mi resolucion se derritio como la nieve vieja bajo el nuevo sol.
– He vuelto. Lo siento…, puedo explicartelo todo -me dijo-. Ven a mi casa dentro de una hora. Te compensare por todo, lo prometo.
Me duche, me puse ropa limpia, y conduje hasta Nichols Canyon, preparado para hacer preguntas comprometidas, sin compasion. Ella me estaba esperando a la puerta, con un vestido de punto, color rojo llama y con mucho escote, que apenas si podia contenerla dentro. En su mano habia una copa con algo rosa y que olia fuertemente a fresas. Tanto, que ocultaba su perfume…, nada de flores de primavera.
La casa estaba brillantemente iluminada. Antes de que yo pudiera hablar, tiro de mi hacia dentro y apreto su boca contra la mia, serpenteando con su lengua para meterla entre mis dientes, y manteniendonos unidos a base de presionar con fuerza mi nuca, con una de sus manos. Su aliento estaba cargado de alcohol. Era la primera vez que la veia beber otra cosa que no fuera 7-Up. Cuando se lo comente, se echo a reir, y lanzo la copa contra la chimenea. Se destrozo y dejo lineas de color rosa manchando la pared.
– Daiquiri de fresas, carino. Supongo que estoy de un talante tropical. -Su voz era ronca, ebria. Me beso de nuevo, con mas fuerza, y comenzo a ondular contra mi. Cerre los ojos y me hundi en la dulzura alcoholica del beso. Se aparto de mi. Abri los ojos y la vi despojandose del vestido rojo, tambaleandose y lamiendose los labios. La tela se le agarro a las caderas, cedio tras un tiron y cayo al suelo, convertida en un vulgar trapo rojo. Dio un paso, alejandose de mi, para que pudiera mirarla bien: sin sujetador, con un liguero de puntilla negra, medias de rejilla y zapatos de tacon de aguja.
Se paso las manos por el cuerpo.
En lo abstracto, aquello no era mas que una comedieta clasificada X, una burla de las imagenes de los catalogos de ropa interior erotica, una payasada. Pero ella era cualquier cosa menos abstracta, asi que me quede alli pasmado, alelado.
La deje desnudarme con una practica que al tiempo me excitaba y me asustaba.
Demasiado agil en aquello.
Demasiado profesional.
?Cuantas otras veces lo habria hecho?
?A cuantos otros hombres? ?Quien la habria ensenado?
Al infierno con todo aquello. No me importaba, la deseaba. Y ella me la tenia ya entre sus manos, masajeandola, mordisqueandola.
Nos abrazamos de nuevo, desnudos. Sus dedos viajaron sobre mi cuerpo, aranando, haciendome heriditas. Puso mi mano entre sus piernas, cabalgo mis dedos, los envolvio.
– Nam -dijo, volviendo a echarse atras, haciendo piruetas y exhibiendose.
Tendi la mano hacia el interruptor de la luz.
– No -me dijo-. Dejala
Me di cuenta de que las cortinas estaban abiertas. Nos hallabamos ante la pared de cristal, totalmente iluminados, dandole un espectaculo gratuito a Hollywood.
Apague la luz.
– Aguafiestas -dijo ella y se arrodillo ante mi, sonriendo. Coloque mis dedos sobre su cabello, senti como me la envolvia con sus labios y cai hacia atras, perdido en un vortice de placer. Ella retrocedio un instante para recuperar el aliento, y me dijo-: ?Vamos, las
– En la alcoba -jadee. Alzandola en brazos, la lleve pasillo abajo mientras seguia besandome y acariciandomela. Las luces del dormitorio estaban encendidas, pero las altas ventanas nos daban intimidad.
La coloque encima del cubrecamas. Se abrio como lo hace un libro por la pagina favorita. Me puse encima.
Ella arqueo la espalda y alzo sus piernas en el aire. Me metio en ella y movio ritmicamente sus caderas, manteniendome a la distancia de sus brazos, para asi poder contemplar el pistoneo que fundia nuestras carnes.
En otro tiempo ella habia estado casada con la modestia, pero ya se habia divorciado…
– ?Estas
Me cabalgo, me la retiro, me la tomo en su mano, se la froto por la cara, me la coloco entre sus pechos, me la acaricio con la suave marana de sus cabellos. Luego se metio debajo mio, tiro de ella con fuerza y me lamio el ano.
Un momento mas tarde estabamos unidos, de pie, con la espalda de ella contra la pared. Luego, me coloco cerca del pie de la cama y se sento encima mio, mirando por encima de mi hombro al espejo que habia en su tocador. No satisfecha con esto, me aparto de un empujon y me llevo a tirones al bano. De inmediato me di cuenta del motivo: los altos armarios con espejos en dos costados, espejos que podian ser movidos y colocados