en posicion, para disfrutar de vistas laterales, de vistas traseras. Despues de preparar su escenario, se sento en la fria repisa de mosaico, temblorosa y con la piel de gallina, me volvio a meter dentro suyo, y comenzo a correr la vista de un lado a otro.
Acabamos en el suelo del bano, ella acurrucada encima mio, tocandose, trazando un sendero vaginal arriba y abajo de mi pecho, luego volviendose a empalar.
Cuando yo cerre mis ojos, ella grito:
– ?No! -y los abrio con sus dedos. Finalmente se perdio en el placer, abrio la boca mucho, y gimio y gruno. Sollozo y se tapo el rostro.
Y se corrio.
Yo estalle un momento mas tarde. Ella se libero, me lamio con fuerza y siguio moviendose, golpeandose con fuerza contra las baldosas, usandome egoistamente, llegando por segunda vez al climax.
Volvimos tambaleantes a la alcoba y nos quedamos dormidos uno en los brazos del otro, con las luces aun encendidas. Dormi y me desperte sintiendome como drogado.
Ella no estaba en la cama. La encontre en la sala de estar con el cabello recogido con pinzas, vestida con unos apretados tejanos y una camiseta de tirantes… otro nuevo aspecto. Sentada en una tumbona, bebiendo otro daiquiri de fresas y leyendo una revista tecnica, sin darse cuenta de mi presencia.
La contemple meter un dedo en la bebida, sacarlo cubierto de espuma rosa y lamerselo.
– Hola -dije, sonriendo y estirandome.
Ella me miro. Su expresion era extrana: plana, aburrida. Luego se calento y se torno fea. Despectiva.
– ?Sharon?
Dejo la copa sobre la moqueta y se levanto.
– De acuerdo -me dijo-. Ya has conseguido lo que deseabas, so canallesco cipote. Ahora, date el piro de aqui, cono. ?Largate de una jodida vez de mi vida…
Me vesti apresurado, descuidadamente, sintiendome tan poco valioso como una rona. Pase corriendo junto a ella, sali de la casa y me meti en el Rambler. Con manos temblorosas puse en marcha el coche y me abalance Jalmia abajo.
Solo cuando estuve en Hollywood Boulevard me tome algo de tiempo para respirar.
Pero el respirar me hacia dano, como si me hubieran envenenado. De repente desee destruirla. Chupar su toxina y escupirla fuera de mi cuerpo.
Aulle.
Con la cabeza llena de pensamientos asesinos, pase a toda velocidad por calles oscuras, tan peligroso como un conductor borracho.
Entre en Sunset, pase clubs nocturnos y discotecas, rostros sonrientes que parecian burlarse de mi desgracia. Para cuando llegue a Doheny, mi rabia habia pasado a ser una tristeza que me mordisqueaba. Y asco.
Ya se habia acabado…, no mas jodiendas mentales.
Ya se habia
El recordarlo me habia banado en un sudor frio.
Ella tambien habia tenido su seguimiento. Con pastillas y una pistola.
15
El jueves por la manana llame a la oficina de Paul Kruse en la universidad, sin realmente saber muy bien lo que le iba a decir. Estaba fuera, y la secretaria del departamento no tenia ni idea de cuando iba a regresar. Busque el numero de su consultorio en el listin. Tenia dos lugares de trabajo: el de Sunset, y el que habia alquilado para Sharon. No hubo respuesta en ninguno de los dos. La misma vieja cancion… y yo me habia hecho un virtuoso de tanto ejecutarla. Pense en volver a llamar a las companias aereas, pero no me hacia ninguna gracia seguir sufriendo al telefono. Al fin mis pensamientos fueron interrumpidos por un golpe a la puerta: un mensajero que llegaba con un talon de Trenton, Worthy y La Rosa y dos grandes paquetes, envueltos como para regalo, tambien de la firma de abogados.
Le di una propina y, cuando se hubo marchado, abri los paquetes: uno contenia una caja de Chivas Regal, el otro una caja de Moet y Chandon.
Una propina para mi. Y, mientras me preguntaba por que seria, sono el telefono.
– ?Llego ya? -me pregunto Mal.
– Hace un minuto.
– O-yee… ?No es eso calcular bien? No te lo bebas todo de golpe.
– ?Y a que viene ese regalo, Mal?
– El motivo es que hemos logrado un acuerdo con una cantidad que alcanza las siete cifras. Todo ese talento legal se ha reunido y han decidido dividirse la cantidad a pagar entre ellos.
– ?Moretti tambien?
– Especialmente Moretti. La compania de seguros esta poniendo la parte mas grande. Llamo un par de horas despues de tu intervencion, Alex, ni siquiera jugo a hacerse el dificil. Y cuando el se derrumbo, los demas fueron cayendo como fichas de domino. A Denise y al pequeno Darren les acaba de tocar la loteria, doctor.
– Me alegro por ellos. Trata de conseguir que los dos se busquen algo de ayuda medica.
– El ser
– Me siento halagado.
– Se lo di.
– Pierde el tiempo.
– Eso es lo que yo pense, pero no era a mi a quien le tocaba decirle que se fuese a tomar por el culo. Hazlo tu mismo. Me imagino que lo disfrutaras.
A la una en punto fui a hacer otro intento de comprar vituallas. En la seccion de verduras, mi carrito colisiono con el empujado por una mujer alta, de cabello castano.
– Uf, lo siento -desenganche, me puse a un lado y fui hasta donde los tomates.
– No, la culpa es mia -me dijo, animosamente-. Esto se pone a veces como la autopista, ?no?
El supermercado estaba casi vacio, pero le dije:
– Ya lo creo.
Me sonrio con unos dientes muy blancos y muy regulares y la mire mejor. A finales de los treinta o en el bien conservado principio de los cuarenta, con una espesa mata de cabello que rodeaba un rostro redondo, hermoso. Nariz respingona y pecas, ojos del color del mar encrespado. Llevaba unos pantalones muy cortos, de tela tejana, que promocionaban unas largas y morenas piernas de corredora, y una camiseta de manga corta color lavanda que hacia lo mismo por unos altos y agudos pechos. Alrededor de un tobillo se veia una cadenita de oro. Sus unas eran largas y plateadas, las de los dedos indices llevaban incrustadas unas esquirlas de diamante.
– ?Que es lo que opina de esto? -me dijo, pasandome un melon cantalupo-. ?Demasiado duro para estar maduro?
– No, no lo creo.
– Justo en su punto, ?no es asi? -Una amplia sonrisa, una pierna inclinada y descansando sobre la otra. Se estiro y la camiseta subio, mostrando un estomago plano y bronceado.
Gire el melon en mis palmas y le di un par de golpecitos con los nudillos.
– Justo en su punto. -Cuando se lo devolvi, nuestros dedos se tocaron.
– Soy Julie.
– Alex.
– Te he visto antes por aqui, Alex. Compras montones de verduras chinas, ?no?
Un palo de ciego y un fallo… pero, ?por que hacerla sentirse mal?
– Ya lo creo.