frio, un sabado gris. A finales de otono. Teniamos tres anos de edad, llevabamos puestos vestidos iguales de lana, con leotardos gruesos de lana y zapatos de charol, recien estrenados, que le habiamos suplicado a Mami nos dejase usar, a cambio de prometerle que no los rayariamos en la arena. Era nuestro ultimo fin de semana en la playa, hasta la siguiente primavera. Nos habiamos quedado mas de lo que hubiesemos debido, pues la casa tenia una mala calefaccion, y el frio estaba colandose desde el oceano, era ese estilo de helor agudo, de la Costa Este, que se te mete en los huesos y se queda alli. El cielo estaba tan lleno de nubes de lluvia que casi era negro… y daba ese extrano olor como de moneda vieja que desprende el cielo de la costa antes de una tormenta.

»Nuestro chofer se habia ido al pueblo a llenar el deposito y hacer que revisasen el coche antes de hacer el viaje de vuelta a Manhattan. El resto de la servidumbre estaba atareado, limpiando la casa. Mami y Papi estaban sentados en el solarium envueltos con mantas, tomandose un ultimo martini. Shirl y yo correteabamos de una habitacion a otra, desempaquetando lo que habia sido empaquetado, abriendo lo que habia sido cerrado, riendo y bromeando y, en general, metiendonos en el camino de todo el mundo. Nuestro nivel de travesura era alto, porque sabiamos que no ibamos a volver alli por un tiempo, y estabamos decididas a sacarle todo el jugo posible al dia, en lo que a diversion se referia. Finalmente, Mami y la servidumbre tuvieron ya bastante. Nos colocaron unos abrigos gruesos, nos pusieron chanclas de goma sobre nuestros zapatos nuevos, y nos mandaron con el aya a recoger conchas.

»Corrimos a la playa, pero la marea estaba subiendo y se habia llevado todas las conchas, y las algas estaban demasiado frias para poder jugar con ellas. El aya empezo a flirtear con uno de los jardineros. Nos escapamos, y nos dirigimos directamente a la piscina.

»La puerta estaba cerrada, pero no con llave; el candado estaba en el suelo. Uno de los cuidadores habia empezado a vaciar y limpiar la piscina; habia cepillos y redes, y productos quimicos y montones de algas por todas partes alrededor de la piscina…, pero el hombre no estaba alli. Y se habia olvidado de cerrar. Nos colamos dentro. Dentro estaba oscuro; a traves del enrejado solo se veian cuadrados de cielo negro. El agua sucia estaba siendo succionada por medio de una manguera del jardin que iba hasta un sumidero de grava. Quedaban aun unas tres cuartas partes del agua, que ahora era verde acido y burbujeante, y olia peor que nunca, con el gas sulfhidrico mezclado con todos los productos quimicos que habia vertido el trabajador. Nuestros ojos empezaron a escocernos. Comenzamos a toser, luego nos echamos a reir. ?Aquello era realmente monstruoso…, nos encantaba!

»Empezamos a fingir que los monstruos se estaban alzando de la masa putrida, y comenzamos a perseguirnos la una a la otra por la piscina, aullando y riendonos, poniendo caras de monstruo, yendo mas y mas deprisa y poniendonos freneticas… en un estado hipnotico. Todo se desdibujo: solo nos veiamos la una a la otra.

»El cemento estaba resbaladizo con todas aquellas algas y la espuma de los productos quimicos. Nuestras chanclas eran de suela pulida y empezamos a patinar por alla. Eso tambien nos gusto: nos imaginamos que estabamos en una pista de hielo, tratamos deliberadamente de patinar. Nos lo estabamos pasando muy bien, perdidas en el momento, enfocadas en nuestros propios interiores… como si fueramos un solo ser. Y dimos vueltas y vueltas, aullando y resbalando y patinando. Entonces, de repente, vi a Shirl lanzarse en una gran patinada y seguir patinando; y vi una expresion terrible aparecer en su rostro mientras extendia los brazos para equilibrarse. Pidio auxilio. Supe que aquello ya no era juego, y corri a agarrarla, pero cai de culo y justo en ese momento ella lanzo un horrible alarido y se hundio, pies por delante, en la piscina.

»Me puse en pie, vi sobresalir su mano, con sus dedos cerrandose y abriendose, me lance hacia ella, pero no la podia alcanzar, asi que me eche a berrear y gritar pidiendo ayuda. Resbale de nuevo y corri a caerme de culo, finalmente pude ponerme en pie y corri al borde de la piscina. La mano de ella habia desaparecido. Aulle su nombre, y eso hizo acudir al aya. La cara que habia puesto mi hermana, la sorpresa, el terror mientras se hundia, seguian conmigo, y no deje de berrear, mientras el aya me preguntaba donde estaba. No podia contestarle. La habia absorbido, me habia convertido en ella. ?Yo sabia que ella se estaba ahogando, yo misma podia sentir que no me era posible respirar y me ahogaba, saboreaba el agua putrida llenando mi nariz, mi boca y mis pulmones!

»El aya me estaba zarandeando, abofeteandome. Yo estaba hiperventilando, pero de algun modo consegui senalar a la piscina.

«Entonces llegaron Mami, y Papi y parte de la servidumbre. El aya se tiro al agua. Mami estaba gimiendo a gritos: «?Mi nenita, ay mi nenita!», mordiendose los dedos… manchandose la ropa de rojo. El aya estaba buceando, saliendo a la superficie y jadeando, cubierta de porqueria. Papi se quito los zapatos a patadas, se arranco la chaqueta y se zambullo. Una zambullida perfecta. Un momento mas tarde salio a la superficie con Shirlee en brazos. Estaba inerte, totalmente cubierta de porqueria, palida y con cara de muerta. Papi trato de hacerle la respiracion artificial. Mami aun jadeaba… ?sus dedos chorreaban sangre! El aya estaba desplomada en el suelo, tambien ella aparentemente muerta. Las criadas estaban sollozando. Los cuidadores miraban…, pense que a mi. ?Me estaban culpando a mi! Empece a aullar y aranarles, alguien dijo: «Llevaosla de aqui», y todo se puso oscuro.

El contarme la historia la habia hecho quedar banada en sudor. Le di mi panuelo. Lo tomo sin comentario alguno, se seco el rostro, y continuo:

– Me desperte de vuelta ya en Park Avenue. Era el dia siguiente, alguien debia de haberme dado un sedante. Me dijeron que Shirlee habia muerto, y la habian enterrado. Ya no se volvio a hablar de ella. Mi vida habia cambiado, estaba vacia…, pero no queria hablar de aquello. Ni siquiera ahora puedo hablar de aquello. Baste con decir que tuve que reconstruirme, que aprender a ser una nueva persona. Una companera sin companera. Lo llegue a aceptar, a vivir en mi cabeza, apartada del mundo. Y, al cabo, deje de pensar en Shirlee…, deje de hacerlo de un modo consciente. Hice todo lo que se esperaba de mi: siendo una buena chica, sacando buenas notas, no alzando jamas la voz. Pero estaba vacia… me faltaba algo. Asi que decidi hacerme psicologa, para descubrir que era ese algo. Me traslade aqui, te conoci, comence realmente a vivir. Pero entonces todo volvio a cambiar, al morir Mami y Papi. Tuve que regresar al Este para hablar con su abogado. Era un hombre agradable: un hombre apuesto, de aspecto paternal; lo recordaba vagamente de algunas fiestas en casa. Me llevo a la Russian Tea Room y me hablo del fondo en fideicomiso, de la casa; me hablo un monton de mis nuevas responsabilidades, pero no acababa de ser claro y de decirme cuales eran. Cuando al fin le pregunte de que me estaba hablando, se puso claramente nervioso y pidio la cuenta.

«Salimos del restaurante, caminamos por la Quinta Avenida, pasando frente a todas aquellas bonitas tiendas que tanto le habian gustado a Mami. Caminamos en silencio durante varias manzanas y, al fin, me hablo de Shirlee. De que no habia muerto, que estaba comatosa cuando Papi la habia sacado de la piscina, y se habia quedado asi: danada, con funcionamiento cerebral minimo. Y durante todo el tiempo en que yo la habia creido muerta, habia estado viviendo en una institucion medica, en Connecticut. Mami era toda una dama, muy senora ella pero no era fuerte, no sabia como enfrentarse a la adversidad.

»El abogado me dijo que se daba cuenta de que aquello me llegaba como un autentico shock, que lamentaba que yo me sintiese mal, por creer que todos me habian estado mintiendo; pero que aquello era lo que Papi y Mami habian creido mejor. Sin embargo, ahora mis padres habian desaparecido y, dado que yo era su pariente mas proximo, Shirlee era responsabilidad mia. Pero aquello no tenia que convertirse en una carga para mi. El…, su firma legal, asumirian la tutoria de mi hermana, se ocuparian de todas las cuestiones financieras, administrarian su fondo en fideicomiso, para asegurarse de que siguiesen siendo pagados sus gastos medicos. No habia ninguna necesidad por mi parte de alterar mi forma de vida. Tenia unos papeles que yo debia firmar, y ellos se ocuparian del resto.

»Me desbordo una ira de la que no me creia capaz, comence a gritarle alla mismo, en la Quinta Avenida, exigiendo verla. Trato de convencerme para que no lo hiciera, me dijo que debia al menos esperar hasta que se me pasara el shock. Pero yo insisti, tenia que verla de inmediato. Pidio una limusina. Viajamos a Connecticut. El sitio era grande y de aspecto agradable: una vieja mansion de piedra, prados bien cuidados, un gran porche- solario, enfermeras con uniformes almidonados, doctores con acento aleman. Pero ella necesitaba algo mas que esto: necesitaba ver a su companera. Le dije al abogado que ella se iba a venir conmigo a mi regreso a California, asi que la tuviesen preparada para viajar en una semana.

»De nuevo trato de hacerme cambiar de idea. Me dijo que ya antes habia visto este tipo de cosa: el sentido de culpabilidad del superviviente. Y, cuanto mas hablaba, mas me enfadaba yo… ?pobre hombre! Pero, como yo ya era mayor de edad, no tenia eleccion. Regrese a L. A. llena de buenos propositos, orgullosa con el deber

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