las cuales la novela no seria comprendida.
Curioso comportamiento de K. durante su detencion
K. se levanta por la manana y, todavia en la cama, llama para que le traigan el desayuno. En lugar de la criada se presentan unos desconocidos, dos hombres normales, normalmente vestidos, pero que inmediatamente se comportan con tal soberania que K. no puede evitar sentir su fuerza, su poder. Aunque harto, no se ve capaz de echarlos y les pregunta educadamente: «?Quienes son ustedes?».
Desde el principio, el comportamiento de K. oscila entre su debilidad dispuesta a inclinarse ante la increible desfachatez de los intrusos (han ido a notificarle que estaba detenido) y su temor de hacer el ridiculo. Dice, por ejemplo, con firmeza: «No quiero ni quedarme aqui, ni que ustedes me dirijan la palabra sin haberse presentado». Bastaria con arrancar estas palabras de sus relaciones ironicas, con tomarlas al pie de la letra (como mi lector tomo las palabras de Banaka) para que K. fuera para nosotros (como lo fue para Orson Welles, quien transcribio
Al final de esta escena de extrana humillacion (el les tiende la mano y ellos se niegan a estrecharsela), uno de ellos dice a K.:
«-Supongo que querra ir a su banco.
»- ?A mi banco? -dice K.-. ?Creia que estaba detenido!».
?He aqui de nuevo el hombre-que-se-rebela-contra-la-violencia! ?Es sarcastico! ?Provoca! Como por otra parte lo explicita el comentario de Kafka:
«K. ponia en su pregunta una especie de desafio, porque, a pesar de que se hubieran negado a darle la mano, se sentia, sobre todo desde que el vigilante se habia levantado, cada vez mas independiente de toda esa gente. Jugaba con ellos. Tenia la intencion, en el caso de que se fueran, de correr tras ellos hasta la entrada del edificio y proponerles que le detuvieran».
He aqui una ironia muy sutil: K. capitula pero quiere verse a si mismo como alguien fuerte que «juega con ellos», que se burla de ellos haciendo como si, en broma, se tomara en serio su detencion; capitula pero interpreta enseguida su capitulacion de manera que pueda conservar, ante si mismo, su dignidad.
Primero, habiamos leido a Kafka con el rostro impregnado de una expresion tragica. Despues, supimos que Kafka, cuando leyo a sus amigos el primer capitulo de
Esta cuestion me recuerda los anos en que estuve en la facultad de cine en Praga. Un amigo y yo, durante las reuniones de los docentes, mirabamos siempre con maliciosa simpatia a uno de nuestros colegas, un escritor de unos cincuenta anos, hombre sutil y correcto, pero que sospechabamos era de una enorme e indomable cobardia. Sonamos con la siguiente situacion, que (?ay!) nunca realizamos:
Uno de nosotros, de pronto, en medio de la reunion, se dirigiria a el: «?De rodillas!».
Primero, el no comprenderia lo que queriamos; mas exactamente, en su pusilanime lucidez, comprenderia enseguida, pero creeria posible ganar un poco de tiempo simulando no comprender.
Estariamos obligados a levantar la voz: «?De rodillas!».
En ese momento el ya no podria simular que no entendia. Estaria dispuesto a obedecer, pero tendria que resolver un unico problema: ?como hacerlo? ?Como ponerse de rodillas, alli, ante sus colegas, sin rebajarse? Buscaria desesperadamente una formula divertida para acompanar el acto de ponerse de rodillas:
«-?Me permiten, estimados colegas -diria por fin-, que ponga un cojin debajo de las rodillas?
»-?De rodillas y callate!».
Se excusaria juntando las manos e inclinando ligeramente la cabeza hacia la izquierda: «Estimados colegas, si han estudiado detenidamente la pintura del Renacimiento, asi es como Rafael pinto a san Francisco de Asis».
Cada dia imaginabamos nuevas variantes de esta escena deleitable inventando muchas otras formulas espirituales mediante las cuales nuestro colega intentaria salvar su dignidad.
El segundo proceso de Joseph K.
Contrariamente a Orson Welles, los primeros interpretes de Kafka estaban lejos de considerar a K. como un inocente que se rebela contra lo arbitrario. Para Max Brod no cabe la menor duda, Joseph K. es culpable. ?Que ha hecho? Segun Brod (
Eduardo Goldstucker, kafkologo checo, en su prologo a la edicion praguense de
Segun Alexandre Vialatte (
Durante el primer proceso (el que cuenta Kafka en su novela), el tribunal acusa a K. sin senalar el crimen. Los kafkologos no se extranan de que se pueda acusar a alguien sin decir por que y no se apresuran a meditar la sabiduria ni apreciar la belleza de esta inaudita invencion. Por el contrario, se ponen a desempenar el papel de fiscales en un nuevo proceso que incoan ellos mismos contra K. intentando esta vez identificar la verdadera falta del acusado. Brod: ?no es capaz de amar! Goldstucker: ?consintio que su vida se mecanizara! Vialatte: ?rompio su noviazgo! Hay que concederles este merito: su proceso contra K. es tan kafkiano como el primero. Pues, si en su primer proceso K. no es acusado de nada, en el segundo es acusado de cualquier cosa, lo cual vuelve a ser lo mismo ya que en los dos casos algo queda claro: K. es culpable no porque haya cometido una falta, sino porque ha sido acusado. Ha sido acusado, por lo tanto debe morir.