Las primeras interpretaciones se aferran a una obra, y esta ya jamas podra deshacerse de ellas. Al igual que el pensamiento de Brod quedara para siempre perceptible en cualquier literatura sobre Kafka, Janacek padecera para siempre la provincianizacion que le infligieron sus compatriotas y que confirmo Brod.

Enigmatico Brod. Queria a Janacek; no le guiaba ninguna segunda intencion, tan solo el espiritu de justicia; le quiso por lo esencial, por su arte. Pero ese arte el no lo comprendia.

Nunca llegare a desentranar el misterio de Brod. ?Y Kafka? ?Que pensaba el? En su diario de 1911 cuenta: un dia, fueron los dos a ver a un pintor cubista, Willi Nowak, que acababa de terminar un ciclo de retratos de Brod, litografias; a la manera de Picasso, el primer dibujo era fiel, mientras los demas, dice Kafka, se alejaban cada vez mas del modelo para llegar a una extrema abstraccion. Brod estaba incomodo; no le gustaban esos dibujos, salvo el primero, realista, que le gustaba mucho, en cambio, porque, anota Kafka con tierna ironia, «ademas del parecido, tenia alrededor de la boca y de los ojos rasgos nobles y serenos…».

Brod entendia tan mal el cubismo como a Kafka y Janacek. Al hacer todo lo posible para liberarlos de su aislamiento social, confirmo su soledad estetica. Pues su dedicacion a ellos significaba: incluso aquel que les queria, y que por lo tanto estaba en mejores condiciones para entenderles, era ajeno a su arte.

6

Me sorprende siempre el asombro que provoca la (pretendida) decision de Kafka de destruir su obra. Como si semejante decision fuera a priori absurda. Como si un autor no pudiera tener razones suficientes para, en su ultimo viaje, llevarse consigo su obra.

Puede ocurrir, en efecto, que en el momento de hacer balance el autor compruebe que desama sus libros. Y que no quiera dejar tras de si ese lugubre monumento de su fracaso. Lo se, lo se, usted objetara que el autor se equivoca, que sucumbe a una depresion enfermiza, pero sus exhortaciones carecen de sentido. ?El es quien en su obra esta en su casa, y no usted, amigo!

Otra razon plausible: el autor sigue amando su obra pero no le gusta el mundo. No puede soportar la idea de dejarla ahi a merced de un porvenir que le parece odioso.

Y otra variante: el autor sigue amando su obra y no se interesa por el porvenir del mundo, pero, al haber tenido sus propias experiencias con el publico, ha comprendido la vanitas vanitatum del arte, la inevitable incomprension de su destino, la incomprension (no la infravaloracion, no me refiero a los vanidosos) que ha padecido en vida y que no quiere seguir padeciendo post mortem. (Por otra parte, tal vez no sea sino la brevedad de la vida la que impide a los artistas comprender hasta el final la vanidad de su trabajo y organizar a tiempo el olvido tanto de su obra como de si mismos.)

?No son todas ellas razones validas? Pues si. Sin embargo, no eran las de Kafka: era consciente del valor de lo que escribia, no sentia una repugnancia declarada hacia el mundo, y, demasiado joven y casi desconocido, no tenia malas experiencias con el publico, al no tener casi ninguna.

7

El testamento de Kafka: no el testamento en el sentido juridico exacto; en realidad, dos cartas privadas; e incluso ni siquiera verdaderas cartas, pues nunca fueron enviadas. Brod, albacea de Kafka, las encontro despues de la muerte de su amigo, en 1924, en un cajon junto con un monton de otros papeles: una, a tinta, doblada, con la direccion de Brod, otra, mas detallada, escrita a lapiz. En su Postfacio a la primera edicion de El proceso, Brod explica: «… en 1921, le dije a mi amigo que habia hecho un testamento en el que le pedia destruir algunas cosas (dieses undjenes vemichten), revisar otras, etc. Kafka respondio, mostrandome por fuera el papel escrito con tinta encontrado despues en su escritorio: “Mi testamento sera muy sencillo…, pedirte que lo quemes todo”. Recuerdo perfectamente la respuesta que di entonces: “[…] te digo ya desde ahora que no pienso cumplir lo que me pides”». Al evocar este recuerdo, Brod justifica su desobediencia al deseo testamentario de su amigo; Kafka, sigue Brod, «conocia la fanatica veneracion con que yo acogia cada una de sus palabras»; sabia, pues, que no seria obedecido y «habria tenido que designar otro ejecutor testamentario si su propia disposicion hubiese sido para el algo incondicional y completamente serio». Pero ?es esto tan seguro? En su propio testamento Brod le pedia a Kafka «destruir algunas cosas»; ?por que pues Kafka no habria encontrado normal pedirle el mismo favor a Brod? Y si Kafka sabia realmente que no seria obedecido, ?por que hubiera escrito esta segunda carta a lapiz, posterior a su conversacion de 1921, en la que desarrolla y precisa sus disposiciones? Pero prosigamos: jamas sabremos lo que estos dos jovenes amigos se dijeron sobre este asunto, que, por otra parte, no era para ellos lo mas urgente, dado que ninguno de ellos, y Kafka en particular, podia considerarse especialmente amenazado por la inmortalidad.

Se dice con frecuencia: si Kafka queria realmente destruir lo que escribio, tendria que haberlo destruido el mismo. Pero ?como? Sus cartas estaban en posesion de sus destinatarios. (El mismo no conservo ninguna de las cartas que habia recibido.) Es cierto que hubiera podido quemar sus diarios. Pero eran diarios de trabajo (mas carnets de notas que diarios), le eran utiles mientras escribia, y escribio hasta sus ultimos dias. Puede decirse lo mismo de sus prosas inacabadas. Irremediablemente inacabadas lo estaban tan solo en caso de muerte; a lo largo de su vida, hubiera siempre podido volver a ellas. Incluso un cuento que le parece fallido no es inutil para un escritor, puede servirle como material para otro cuento. El escritor no tiene motivo alguno para destruir lo que ha escrito mientras no se este muriendo. Pero, cuando se esta muriendo, Kafka ya no esta en su casa, esta en el sanatorio y no puede destruir nada, solo puede contar con la ayuda de su amigo. Y, al no tener muchos amigos, al no tener a fin de cuentas mas que uno solo, cuenta con el.

Tambien se dice: querer destruir la propia obra es un gesto patologico. En tal caso, la desobediencia a la voluntad del Kafka destructor se convierte en fidelidad al otro Kafka, el creador. Aqui, llegamos a la mayor mentira de la leyenda que rodea su testamento: Kafka no queria destruir su obra. Lo expresa en la segunda de estas cartas con total precision: «De todo lo que he escrito son validos (gelten) unicamente los libros: La condena, El fogonero, La metamorfosis, La colonia penitenciaria. Un medico rural y un cuento: “Un campeon del ayuno”. (Los pocos ejemplares de Contemplacion pueden quedar, no quiero dar a nadie la molestia de destruirlos, pero no deben ser reimpresos.)». Asi pues, no solo Kafka no reniega de su obra, sino que hace de ella un balance intentando separar lo que debe quedar (lo que se puede reimprimir) de lo que no responde a sus exigencias; tristeza, severidad, pero, en su juicio, ni locura, ni ceguera de la desesperacion: encuentra validos todos sus libros impresos, con excepcion del primero, Contemplacion, al considerarlo probablemente inmaduro (seria dificil contradecirle). Su rechazo no se refiere automaticamente a todo lo que no estaba publicado, ya que situa tambien entre sus obras «validas» el cuento «Un campeon del ayuno», que, en el momento en que escribe su carta, solo existe en manuscrito. Mas adelante, anadira todavia tres cuentos mas («Primer sufrimiento», «Una mujercita», «Josefina la cantante») para hacer un libro; corregira las pruebas de imprenta de este libro en el sanatorio, en su lecho de muerte: prueba casi patetica de que Kafka no tiene nada que ver con la leyenda del autor que quiere aniquilar su obra.

El deseo de destruir se refiere, pues, tan solo a dos categorias de escritos, claramente delimitados:

en primer lugar, con particular insistencia: los escritos intimos: cartas, diarios;

en segundo lugar: los cuentos y las novelas que no consiguio, segun el, llevar a cabo.

8

Miro una ventana, enfrente. Hacia el anochecer se enciende una luz. Un hombre entra en la habitacion. Con la cabeza baja va de un lado para otro; de vez en cuando se pasa la mano por el pelo. Luego, de repente, se da cuenta de que la luz esta encendida y de que se le puede ver. Con un gesto brusco corre la cortina. Sin embargo,

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