autor, de diluirlo en esa vida, y de negar asi su razon de ser (si una vida puede ser obra de arte, ?para que las obras de arte?). Trae sin cuidado el orden que Kafka decidio dar a la sucesion de sus cuentos en sus recopilaciones, porque la unica sucesion valida es la que dicta la vida misma. Poco importa el Kafka artista que molesta con su estetica oscura, porque se quiere a Kafka en cuanto unidad de lo vivido y de la escritura, el Kafka que tenia una relacion dificil con su padre y no sabia como comportarse con las mujeres. Hermann Broch protesto cuando se puso su obra en un contexto pequeno junto a Svevo y Hofmannsthal. Pobre Kafka, no se le ha concedido ni ese pequeno contexto. Cuando se habla de el, no se recuerda a Hofmannsthal, ni a Mann, ni a Musil, ni a Broch; se le deja tan solo un unico contexto: Felice, el padre, Milena, Dora; se le relega al mini-mini-mini- contexto de su biografia, lejos de la historia de la novela, muy lejos del arte.

13

Los Tiempos Modernos hicieron del hombre, del individuo, de un ego pensante, el fundamento de todo. De esta nueva concepcion del mundo tambien resulta la nueva concepcion de la obra de arte. Se convierte en la expresion de un individuo unico. En el arte era donde se realizaba, se confirmaba, encontraba su expresion, su consagracion, su gloria, su monumento, el individualismo de los Tiempos Modernos.

Si una obra de arte es la emanacion de un individuo y de su unicidad, es logico que este ser unico, el autor, posea todos los derechos sobre lo que es exclusiva emanacion suya. Tras un largo proceso que dura siglos, estos derechos adquieren su forma juridicamente definitiva en la Revolucion francesa, que reconocio la propiedad literaria como «la mas sagrada, la mas personal de todas las propiedades».

Recuerdo el tiempo en que estaba hechizado por la musica popular morava; la belleza de las formulas melodicas; la originalidad de las metaforas. ?Como nacieron estas canciones? ?Colectivamente? No; ese arte tuvo sus creadores individuales, sus poetas y sus compositores aldeanos, pero, una vez lanzada su invencion al mundo, no tuvieron posibilidad alguna de seguirla y protegerla contra los cambios, las deformaciones, las eternas metamorfosis. Me sentia entonces muy cercano a quienes veian en ese mundo sin propiedad artistica una especie de paraiso: un paraiso en el que todos hacian poesia para todos.

Evoco este recuerdo para decir que el gran personaje de los Tiempos Modernos, el autor, solo emerge progresivamente durante los ultimos siglos, y que, en la historia de la humanidad, la epoca de los derechos de autor es un momento fugaz, breve como un destello de magnesio. Sin embargo, sin el prestigio del autor y de sus derechos, el gran auge del arte europeo de los ultimos siglos habria sido impensable, y con el la mayor gloria de Europa. La mayor gloria, o tal vez la unica, porque, vale mas recordarlo, no fue por sus generales ni por sus hombres de Estado por lo que Europa fue admirada incluso por aquellos a quienes ella habia hecho sufrir.

Antes de que el derecho de autor se convirtiera en ley, fue necesaria cierta predisposicion de espiritu favorable al autor. Este estado de espiritu que durante siglos se formo lentamente me parece que esta deshaciendose hoy. De lo contrario no seria posible que unos compases de una sinfonia de Brahms fuesen el acompanamiento musical de la publicidad de un papel higienico. Ni que se publicase entre aplausos las versiones reducidas de las novelas de Stendhal. Si existiera aun ese estado de espiritu que respeta al autor, la gente se preguntaria: ?estaria de acuerdo Brahms? ?No se enfadaria Stendhal?

Me entero de la nueva redaccion de la ley sobre los derechos de autor: los problemas de los escritores, de los compositores, de los pintores, de los poetas, de los novelistas ocupan en ella un infimo lugar, la mayor parte del texto esta dedicada a la gran industria audiovisual. Nadie pone en duda que esta inmensa industria exige reglas de juego del todo nuevas. Porque la situacion ha cambiado: lo que se sigue llamando arte es cada vez menos «expresion de un individuo original y unico». Como puede el guionista de una pelicula que ha costado millones hacer valer sus derechos morales (o sea el derecho de impedir que se toque lo que escribio) cuando, en esta creacion, participa un batallon de otras personas que tambien se consideran autores y cuyos derechos morales se limitan reciprocamente; y como reivindicar nada en contra de la voluntad del productor cuando, sin ser autor, es en realidad el verdadero amo de la pelicula.

Sin que su derecho se limite, los autores de las artes a la antigua se encuentran de golpe en otro mundo, en el que el derecho de autor esta perdiendo su aura. En este nuevo clima, los que transgreden los derechos morales de los autores (los adaptadores de novelas; los hurgadores de cubos de basura que se apoderan de las ediciones llamadas criticas de los grandes autores; la publicidad que disuelve el patrimonio milenario en sus rosadas salivas; las revistas que reproducen sin permiso todo lo que quieren; los productores que intervienen en la obra de los cineastas; los directores de teatro que tratan los textos con tal libertad que tan solo un loco podria todavia escribir para el teatro; etc.) encontraran, en caso de conflicto, la indulgencia de la opinion, mientras que el autor que apele a sus derechos morales correra el riesgo de quedar privado de la simpatia del publico y con un apoyo juridico mas bien molesto, pues incluso los guardianes de las leyes no son insensibles al espiritu del tiempo.

Pienso en Stravinski. En su esfuerzo gigantesco por conservar toda su obra en su propia interpretacion como un indestructible patron. Samuel Beckett se comportaba de modo muy parecido: acompanaba el texto de sus obras con instrucciones escenicas cada vez mas detalladas e insistia (contrariamente a la tolerancia corriente) en que fueran estrictamente observadas; asistia con frecuencia a los ensayos para poder aprobar la puesta en escena y, a veces, la hacia el mismo; publico incluso un libro con las notas destinadas a la puesta en escena alemana de Fin de partida para que quedara fijada para siempre. Su editor y amigo. Jerome Lindon, vigila, de ser necesario a costa de un proceso, que se respete su voluntad de autor, incluso despues de su muerte.

Este esfuerzo maximo para otorgar a una obra un aspecto definitivo, del todo terminado y controlado por el autor, no tiene parangon en la Historia. Como si Stravinski y Beckett quisieran proteger su obra no solo de la practica corriente de las deformaciones, sino tambien de un porvenir cada vez menos dispuesto a respetar un texto o una partitura; como si quisieran dar el ejemplo, el ultimo ejemplo de lo que es la concepcion suprema del autor, del autor que exige la realizacion entera de sus voluntades.

14

Kafka envio el manuscrito de La metamorfosis a una revista cuyo redactor, Robert Musil, se mostro dispuesto a publicarla a condicion de que el autor la redujera. (?Ah, tristes encuentros los de grandes escritores!) La reaccion de Kafka fue glacial y tan categorica como la de Stravinski frente a Ansermet. Podia soportar la idea de no ser publicado, pero la idea de ser publicado y mutilado le resulto insoportable. Su concepcion del autor era tan absoluta como la de Stravinski y Beckett, pero asi como estos consiguieron mas o menos imponer la suya, el fracaso. En la historia del derecho de autor, este fracaso constituye un giro.

Cuando Brod publico, en 1925, en su Postfacio a la primera edicion de El proceso, las dos cartas conocidas como el testamento de Kafka, explico que Kafka sabia muy bien que sus deseos no serian atendidos. Admitamos que Brod haya dicho la verdad, que realmente estas dos cartas no hayan sido sino un simple gesto de humor, y que, en lo que se refiere a una eventual (muy poco probable) publicacion postuma de lo que Kafka habia escrito, todo habia quedado claro entre los dos amigos; en tal caso, Brod, que era su albacea, podia asumir toda la responsabilidad y publicar lo que le viniera en gana; en tal caso, no tenia deber moral alguno de informamos de la voluntad de Kafka, que, segun el, no era valida o habia quedado superada.

Sin embargo, se precipito a publicar esas cartas «testamentarias» y a darles toda la resonancia posible; en efecto, estaba ya creando la mayor obra de su vida, su mito de Kafka, una de cuyas piezas maestras era precisamente esta voluntad, unica en la Historia, la voluntad de un autor que quiere aniquilar su obra. Y asi es como ha quedado Kafka grabado en la memoria del publico. De acuerdo con lo que Brod nos hace creer en su novela mitografa, en la que, sin matiz alguno, Garta-Kafka quiere destruir todo lo que ha escrito; ?debido a su insatisfaccion artistica? Ah no, el Kafka de Brod es un pensador religioso; recordemoslo: al querer no ya proclamar, sino «vivir su fe», Garta no prestaba mayor importancia a sus escritos, «pobres escalones que debian ayudarle a alcanzar las cimas». Nowy-Brod, su amigo, se niega a obedecerle porque, aun cuando lo que Garta ha escrito no son sino «simples probaturas», estas podian ayudar «a los hombres errantes en la noche» en su busqueda del «bien superior e irreemplazable».

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