Y, por supuesto, cuando Durban hubo muerto a principios de ano, Reilly se habia quedado sin proteccion. Habia quedado expuesto a la voluntad de Phillips. La mera idea lleno de angustia a Monk mientras salia del callejon al viento y el sol de los muelles.

Capitulo 8

Rathbone se sento a cenar curiosamente falto de apetito. El comedor era hermoso, y su sobria elegancia original habia mejorado mucho desde la llegada de Margaret a la casa. No estaba muy seguro de que habia cambiado en concreto, pero fuera lo que fuese, ahora resultaba mas acogedor que antes. La mesa de caoba tenia las mismas lineas depuradas, el techo conservaba las molduras de yeso que reproducian hojas de acanto. Las cortinas azules y blancas eran nuevas, mucho menos pesadas que las anteriores. Habia toques de oro aqui y alla, y un jarron con rosas de un delicado tono sobre la mesa. Todo ello aportaba calidez y ligereza a la estancia, que se notaba mas vivida.

Tomo aire para darle las gracias a Margaret ya que, por supuesto, era ella quien habia introducido esos cambios, pero entonces dejo escapar la ocasion y, en cambio, comio un poco mas de pescado. Sonaria artificioso, como si hubiese buscado alguna cortesia que decir. Deberian estar conversando sobre cosas reales, no sobre trivialidades como las cortinas y las flores.

Margaret se concentraba en su comida, con la vista en el plato. ?Deberia hacerle un cumplido? Era ella quien habia contratado a la cocinera, ?en que estaba pensando para fruncir ligeramente el entrecejo como hacia? ?Sabia acaso lo que a el no paraba de darle vueltas en la cabeza? Habia estado orgullosa de que venciera en el caso de Phillips. Recordaba su rostro radiante, el modo en que camino, con la cabeza bien alta, incluso la espalda un poco mas erguida que de costumbre. ?Fue por su inteligencia? ?Tanto le importaba la habilidad? ?Mas que la sabiduria? ?Fue porque estaba en el lado de los vencedores y Hester habia perdido?

?O no se habia sentido orgullosa en absoluto, y supo disimularlo mediante aquella pequena muestra de desafio? ?Y la lealtad? ?Fue para con el o para con su propio padre? ?Acaso sabia que era su padre quien habia defendido a Phillips, si bien indirectamente? ?Tenia la menor idea de como era Phillips en verdad? Rathbone apenas estaba comenzando a hacerse cargo de ello. ?Como iba ella a saber mas? Y si Margaret era capaz de ser leal, ?no deberia pagarle con la misma moneda?

Se termino el pescado.

– No se exactamente que cambios se han hecho en esta habitacion-dijo en voz alta-, pero ahora es mucho mas agradable comer aqui. Me gusta.

Margaret levanto la vista enseguida, mirandolo inquisitivamente.

– ?En serio? Me alegro. Solo han sido unos detalles.

– A veces las cosas pequenas son las que marcan la diferencia entre lo bello y lo ordinario -contesto Rathbone.

– ?O entre el bien y el mal? -pregunto Margaret-. Pequenos para empezar.

Aquella conversacion se estaba adentrando en un derrotero que Rathbone no deseaba porque apuntaba hacia un tema que le incomodaria discutir con sinceridad, asi como a zonas en las que no estaba seguro del terreno que pisaba y por las que preferia no navegar.

– Eso es demasiado filosofico. -Bajo la vista al plato-. Un tanto excesivo para el plato de pescado -agrego, esbozando una sonrisa.

– ?Preferirias abordarlo con la carne? -pregunto Margaret, sin alterar lo mas minimo la voz. A Rathbone se le ocurrio que Hester le habria dicho que no fuese pedante y que habria seguido adelante con la conversacion sin arredrarse. Ese fue uno de los motivos por los que habia vacilado en pedirle que se casara con el, optando por la comodidad que le ofrecia Margaret.

– Dudo de que conozca el origen del bien y el mal para poder debatir sobre ello como es debido -dijo con franqueza-. Pero si lo deseas, supongo que podria intentarlo.

Lo dijo con intencion de disuadirla, de hacerle saber, sin rechazarla de plano, que lo haria contra su voluntad. Margaret condescenderia; llevaban suficiente tiempo casados como para saber que reaccionaria asi, pues asi era como su madre le habia ensenado a conservar la consideracion de su marido.

Hester le habria dado una respuesta que lo habria herido en lo mas vivo, dejando la herida abierta…, y haciendole sentir vivo. Tal vez no siempre habria confiado en que ella fuese la dama ideal a juicio de la senora Ballinger. Desde luego no habria encajado en su vida como lo hacia Margaret, siempre dispuesta a brindarle su apoyo, a creer en el, y sin ponerlo nunca en una situacion embarazosa. En todo momento le habria preocupado lo que Hester pudiera hacer o decir, las causas que abrazaria, a quienes ofenderia si eran lo bastante crueles o estupidos para darle pie a hacerlo. Pero…, interrumpio el hilo de su pensamiento. No debia seguirlo; ni ahora, ni nunca.

Se obligo a mirar a Margaret. Tenia la cabeza gacha, pero percibio su movimiento y volvio a levantar la vista.

– Por hoy ya he comparado bastante el bien y el mal, querida -dijo Rathbone en voz baja-. Soy capaz de entender buena parte de ambas cosas, asi como el coste de cada una de ellas. Preferiria, con mucho, poder hablar contigo de algo mas agradable, o al menos lleno de escollos y fracasos, y de equivocaciones que vemos cuando ya es tarde para enmendarlas.

El semblante de Margaret mostro preocupacion.

– Perdona. Yo tambien preferiria algo mas agradable. He pasado todo el dia tratando de recaudar fondos para la clinica, acudiendo a personas que tienen mucho mas dinero del que necesitan pero que siguen necesitando mas cosas. Muchas mujeres se visten de alta costura no para agradar al hombre que aman, sino para fastidiar a las mujeres que temen.

Pese a no ser su intencion, Rathbone se encontro sonriendo. Parte de su tension se relajo. Estaban avanzando hacia terreno mas seguro.

– Me pregunto si tienen idea de que las hayas observado con tanta perspicacia -comento.

Margaret se mostro alarmada, aunque no sin un destello de humor.

– ?Dios mio, espero que no! Bastante me eluden ya ahora, sabiendo que voy a pedirles dinero en cuanto tenga ocasion; a veces en lugares donde les sera muy dificil negarse.

Rathbone abrio exageradamente los ojos.

– No me habia dado cuenta de que fueras tan despiadada.

– No tenias por que -repuso Margaret.

Una chispa de sincera admiracion toco la fibra de Rathbone, dandole un motivo de satisfaccion al que aferrarse.

– Lo olvidare de inmediato -prometio-. Hablemos de otras cosas. Estoy convencido de que han ocurrido cosas dignas de ser comentadas.

* * *

El dia siguiente era sabado; no se celebraban juicios. Normalmente Rathbone habria dedicado al menos la manana a revisar documentos para la semana siguiente. Finalmente resolvio enfrentarse al asunto que lo tenia preocupado desde hacia varios dias. Por fin fue lo bastante sincero para admitir que pasarlo por alto constituia una escapatoria. Nunca hallaria el momento adecuado, las palabras apropiadas.

Se despidio de Margaret sin darle explicaciones. Eso no tenia nada de extraordinario; habia establecido ex profeso la costumbre de no contar adonde iba porque a menudo sus asuntos eran confidenciales. Se limito a decirle que regresaria antes de la hora de almorzar.

Hasta el domicilio de Arthur Ballinger solo habia un breve recorrido en coche de punto. Hubiese preferido mantener aquella conversacion en un bufete donde no estuvieran expuestos a las interrupciones de la servidumbre y asi ahorrarse de paso que la madre de Margaret se enterase de su visita. Pero tenia la impresion de que no cabia posponerla, a riesgo de que las obligaciones profesionales la retrasaran aun mas.

Lo recibio la criada y espero, solo por un instante, poder escapar sin tener que dar explicaciones a su suegra. Pero esta sin duda habia oido la puerta porque bajo la escalera sonriendo contenta, y le dio una calurosa

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