Leonor no estaba aun convencida de que Justino tuviera motivo para quejarse.
– Se ocupo de que no te faltara alimento y vivienda y de que te dieran una excelente educacion.
– Me lo recordaba a cada paso, senora. Pero me debia mas que pan y libros. ?Al menos me debia el decirme la verdad sobre mi madre!
Esto impresiono a Leonor. Despues de haberse casado con Enrique, el rey de Francia habia hecho lo imposible por conseguir que sus dos hijas menores se volvieran contra ella; no vio a ninguna de las dos durante muchos anos, hasta que fueron mujeres casadas.
– ?Y como te enteraste de la verdad?
– Cuando le pregunte por ella, un dia me dijo que era una mujer de dudosa moralidad. Y yo me habria ido a la tumba creyendo sus mentiras de no ser porque la fatalidad quiso que casualmente lord Fitz Alan me mandara a Shrewsbury el mes pasado. Se me ocurrio entonces pensar que debia de haber alli gente que recordara mi nacimiento y a mi madre. Empece en San Alkmund, su antigua parroquia, y por fin di con una anciana que habia sido la cocinera de la rectoria. Se acordaba ciertamente de mi madre, que no era una prostituta como el me habia dicho, sino una muchacha de pueblo deslumbrada y seducida por un hombre de Dios.
– Supongo que fue entonces cuando te enfrentaste con tu padre, ?no es asi?
Justino hizo un gesto resignado de asentimiento.
– No creia haberme hecho ningun mal e insistia en que habia sido mas que justo. No podia comprender que yo le perdonara por negar su paternidad o por dejar que me educaran personas extranas, y no le perdonara por mentirme sobre mi madre. Eso nunca se lo perdonare.
Se hizo un silencio embarazoso. Justino se desplomo en su asiento, agotado por su arrebato emocional. ?Como le podia haber revelado su gran secreto a esta mujer a la que apenas conocia? ?Que le podian importar a la reina de Inglaterra las aflicciones y rencores del bastardo de un obispo?
– Lo siento, senora -dijo con fria formalidad-. No se por que os he contado todo esto.
– Porque yo os lo pregunte -contesto Leonor, extendiendo su copa de vino para que se la volviera a llenar-. Si vuelves manana por la manana, tendre esa carta preparada, la carta que te identifique como el hombre de la reina. Confio en que la utilices con discrecion, Justino. Que no la muestres en tabernas para que te den bebida gratis ni la saques en momentos delicados para impresionar a muchachas jovenes.
A la sorpresa inicial de Justino le siguio una reaccion de ironia. Abrio la boca y estuvo a punto de preguntar si podia al menos usarla para que los comerciantes locales le dieran credito, pero lo penso mejor, porque no estaba seguro de si era apropiado que hablara en broma. La reina habia sido hasta ese momento asombrosamente amable con el, y eso que no era persona reconocida por su amabilidad. Pero era la reina de Inglaterra y no queria olvidarse de esto ni siquiera por espacio de un latido.
Aun no le habia dado las cartas que tenia en su regazo. Justino sintio un impulso repentino de compasion. Era mas que la mas famosa reina de la cristiandad. Era una madre y el rey cautivo era su hijo predilecto.
– Lo siento, senora -dijo una vez mas-. Siento de verdad el haberos tenido que traer noticias tan amargas…
– ?Ah, no, Justino. Me habeis traido esperanza. Por primera vez en muchas semanas, dormire esta noche sabiendo que todavia vive mi hijo.
– Senora…
Leonor sabia que no queria hacer esta pregunta:
– ?Sera capaz el emperador de poner en libertad a Ricardo? Tal vez lo haga si se le hace ver que le conviene hacerlo. Por mucho que deteste a mi hijo, ambiciona el dinero mas que la venganza. El mayor peligro que veo es que el rey frances puede ofrecer tambien una suma por Ricardo. Si termina en un calabozo frances, no volvera a ver de nuevo la luz del sol, por mucho que se ofrezca por su rescate. Felipe y Ricardo fueron amigos una vez, pero se pelearon encarnizadamente durante la Cruzada y desde el regreso de Felipe a Paris, ha hecho todo lo que ha estado en su mano para atormentar a Ricardo, enganando a…
Se interrumpio tan de improviso que Justino pudo adivinar lo que la reina no queria pronunciar: el nombre de su hijo Juan, que segun los rumores se habia confabulado con Felipe durante el ultimo ano, en un complot para invalidar el derecho de Ricardo al trono. Por todo esto le parecio sorprendente a Justino que una reina afectada por problemas semejantes prestara tanta atencion al asesinato de un orfebre de Winchester. Deseando poder consolarla mejor, le dijo:
– Rezare por la pronta liberacion del rey, senora.
– Hazlo -replico ella-, porque va a necesitar nuestras oraciones. Pero haz mas que eso. Cuida de tu persona en Winchester, Justino de Quincy. Guardate las espaldas.
– Lo hare… -Y sus palabras tranquilizadoras se fueron apagando al darse cuenta del significado de lo que la reina acababa de decir-. No tengo derecho a ese nombre, senora. Mi padre se sentiria ultrajado si supiera que yo lo utilizo.
– Si -asintio Leonor-, ciertamente asi es… -y cuando sonrio, no era la sonrisa de una venerable reina viuda, sino la sonrisa de la rebelde real que habia sido siempre, un espiritu libre que se habia atrevido a desafiar a la convencion, a los maridos y a la Iglesia, iluminando su camino con un valor despreocupado y un encanto caprichoso y seductor.
Justino no ofrecio la menor resistencia: fue una entrega incondicional. En aquel momento el paso a engrosar las filas de todos los que habian sucumbido al hechizo de Leonor de Aquitania.
– No os defraudare, senora -prometio de modo temerario-. Os encontrare a los asesinos de Gervase Fitz Randolph, eso lo juro por mi alma.
3. WINCHESTER
Una oleada de frio continuo barriendo implacable los caminos dejandolos desiertos. El cielo permanecia despejado y Justino viajaba cuando podia a una de caballo. Al atardecer del cuarto dia de su salida de Londres, aparecieron ante su vista las murallas de Winchester.
Empleo estos dias en el camino en planear una estrategia. Tenia la intencion de buscar al justicia municipal y a la familia Fitz Randolph. Si la reina Leonor tenia razon -y sospechaba que la tenia con frecuencia-, la familia del orfebre asesinado lo recibiria con los brazos abiertos. Pero entonces ?que? Tal vez el justicia hubiera apresado ya a los bandidos, aunque sabia que esto era una quimera. Y en caso de que asi fuera, de que encontrara a los hombres encadenados en las mazmorras del castillo de Winchester, ?como averiguar la verdad acerca de lo que acontecio en la emboscada? ?Eran asesinos a sueldo o simplemente bandidos en busca de una buena presa? Si habian estado realmente esperando a Gervase, ?quien los habia pagado? Y ?por que? ?Era por las cartas a la reina manchadas de sangre? ?O solo por razones que el desconocia completamente? ?Habia sido asesinado el orfebre por los enemigos del rey Ricardo o tenia el sus propios enemigos?
Cuanto mas trataba Justino de desentranar el asunto, mas se desanimaba. Se hacia muchas preguntas, pero las respuestas eran escasas. No obstante, y a pesar de las enormes proporciones de su tarea, tenia que intentarlo. Le debia a la reina lo mejor de sus esfuerzos. Tambien se lo debia a Gervase. Nunca habia visto morir a un hombre y Dios mediante no lo volveria a ver. Presenciar la muerte del orfebre no habia sido agradable: se habia ahogado en su propia sangre. Entro en la ciudad por la Puerta Oriental, Justino paro a un fraile que pasaba por su lado.
– Hermano, por favor, un momento. ?Me podeis decir donde esta la tienda de Gervase Fitz Randolph, el orfebre?
El hombre fruncio el ceno.
– ?Eres amigo del maestro Gervase? -Cuando Justino nego con un gesto de cabeza, el rostro del hombre se relajo-. Mas vale asi. El maestro Gervase ha muerto. Que Dios lo haya perdonado. Fue vilmente asesinado hace diez dias.