parte de su infancia en esa rebelde ciudad fronteriza.
– Decis que al orfebre lo mataron unos bandoleros. ?Que os hace pensar que esto no pudo ser simplemente un atraco que fracaso? ?Teneis razon para creer que estaban buscando la carta?
– Gervase asi lo creia, senora. No puedo asegurar que tuviera razon, pero todo hace pensar que no se trataba de un asalto perpetrado al azar con la unica intencion de robar. Estaban esperandole, de eso estoy seguro. Cuando yo pase por el lugar un poco antes, los oi decir en susurros estas palabras que no comprendi entonces, pero que comprendo ahora: «No, no es el». Y cuando llegue al lugar donde se produjo el atraco, uno de los hombres cacheaba el cuerpo y el otro le gritaba: «?La has encontrado?». No se referia a la bolsa de dinero que llevaba Gervase porque los bandidos la tenian ya en su poder. Tal vez Gervase llevaba consigo alguna otra cosa de valor, pero me inclino a sospechar que era la carta lo que buscaban. El arzobispo de Ruan tenia espias en la corte francesa porque ?como, de no ser asi, pudo haber conseguido una copia de la carta del rey de Francia? Asi que ?quien puede decir que el rey de Francia no tiene tambien espias?
– Por lo que se de Felipe, podeis estar seguro de que tiene mas espias que escrupulos. -Leonor guardo silencio unos instantes, absorta en sus propios pensamientos. Cuando Justino empezo a preguntarse si se habia olvidado de el, Leonor prosiguio-: Me habeis hecho un gran servicio, Justino de Chester. Ahora quiero que me hagais un favor. Es mi deseo que descubrais quienes fueron los asesinos de Gervase Fitz Randolph y por que lo asesinaron.
Justino la miro con fijeza. ?Era posible que la hubiera oido bien?
– Senora, no os comprendo. El justicia municipal de Chester es mas capaz de hallar la pista de los asesinos de lo que lo soy yo.
– No estoy de acuerdo. Creo que estais excepcionalmente capacitado para el asunto que tenemos entre manos. Sois el unico que vio a los asesinos, el unico que podra reconocerlos si los ve otra vez.
Leonor hizo una pausa, pero no dejo de mirar a Justino con atencion.
– Por anadidura, parecera perfectamente natural que regreseis a Winchester con la intencion de averiguar si han atrapado a los asesinos y dar el pesame a la familia de Fitz Randolph. A nadie se le ocurrira poner en duda vuestros motivos. Todo lo contrario, la familia os recibira con gratitud porque hicisteis lo que pudisteis para salvar la vida del hombre y porque salvasteis a su criado.
– Supongo que teneis razon -concedio Justino-. Pero ?por que, senora? ?Por que me haceis que haga esto?
– Para que se haga justicia, naturalmente -dijo la soberana, y enarco las cejas.
Justino desvio la mirada para que la reina no notara su perplejidad. Era natural que la soberana quisiera que los asesinos fueran castigados. Los caminos reales no debian ser peligrosos para los caminantes; tal era la conclusion de un trato entre el soberano y sus subditos. Bien podia decir, por otra parte, que el orfebre habia muerto al servicio de la reina. No obstante, habia algo mas importante en la peticion de la reina, algo mucho mas relevante. Justino no habria podido explicar por que estaba tan seguro, pero no tenia la menor duda de que era asi.
– Y si logro descubrir la identidad de los asesinos, ?he de pasarle la informacion al justicia de la ciudad?
– No -respondio Leonor en el acto-. No le digais nada a nadie. Confiadme la informacion a mi y solo a mi.
Justino tenia ahora confirmacion de sus sospechas, pero daba lo mismo. Fueran los que fuesen los motivos particulares de Leonor, no se podia hacer caso omiso de esta peticion. A una reina no se le niega nada, pero especialmente a esta reina.
– Necesito una carta de autorizacion, senora, afirmando que actuo en nombre de Su Majestad. Si me voy a meter en la boca del lobo, necesito una cuerda de salvacion.
Leonor sonrio.
– Muchacho espabilado -dijo en un tono de aprobacion-, Eso es un buen pronostico para el exito de vuestra mision. Ahora, sirvenos una copa de vino y a continuacion traeme ese cofre de marfil que esta sobre la mesa.
Justino hizo lo que se le pedia y momentos despues tenia una bolsa de cuero en la palma de la mano. Penso que seria descortes contar lo que contenia en presencia de la reina, pero le tranquilizo su solido peso, prueba de que la suma era generosa.
No pudo preguntarle a Leonor la verdadera razon por la que queria resolver la cuestion del asesinato del orfebre, pero si le pregunto ?por que yo? Tenia derecho a saber al menos eso, porque la mision que se le habia encomendado conllevaba tantos riesgos como recompensas.
– Me honrais, senora, al depositar vuestra confianza en mi. Pero tambien haceis que me sienta perplejo. A fin de cuentas, yo soy solo un extrano para vos.
– Se mas de vos de lo que creeis, muchacho. No os falta valor y no teneis un pelo de tonto, porque no depositais vuestra confianza facilmente. Teneis recursos para todo y sois afable, y bien parecido.
Hizo una pausa para tomar un trago de vino.
– Poseeis ademas un caballo, que es mas de lo que se puede decir de la mayoria de los hombres. Y sabeis manejar la espada, una cualidad que no se adquiere facilmente. Por anadidura, sabeis leer cartas, prueba de que recibisteis una instruccion singularmente buena, Justino de Chester. Lo unico que parece faltaros es un apellido.
Justino se puso rigido, pero la reina no hizo caso de su repentina tension y continuo mirandole a los ojos.
– Un misterio intrigante. ?Por que un hombre joven, con tan admirables atributos ha de estar perdido y totalmente solo? Estais demasiado bien instruido para ser de origen humilde. ?Sois, tal vez, el benjamin que tiene que abrirse paso en el mundo como sea? Es posible, pero ?por que renegar de vuestro apellido? ?O sois la oveja negra, rechazada por su familia? No lo creo, cualquier hombre se enorgulleceria de tener un hijo como vos. ?Tal vez un hijo nacido fuera del matrimonio?
Justino no respondio, pero sentia que se le enrojecia el rostro. Leonor tomo otro sorbo de vino.
– Aun en el caso de que seais bastardo ?por que razon no os reclama vuestro padre? Mi marido reconocio libremente a los suyos; muchos senores asi lo hacen. El adulterio a menudo es considerado pecado femenino, no masculino. Pero la Iglesia… bueno, se puede decir que la Iglesia es una amante mas celosa que una esposa enganada.
– ?Jesus! -Justino trago con demasiada avidez el contenido de su copa de vino. Tosiendo y atragantandose le espeto-: ?Es que teneis el don de la clarividencia?
– Por extrano que parezca -dijo la reina, sonriendo levemente-, la brujeria es el unico pecado de que no me han acusado mis enemigos. Era facil adivinarlo. La Iglesia predica el celibato, pero ?cuantos sacerdotes lo practican? No se les permite casarse, pero tienen amas de llaves que se ocupan de sus casas y les calientan la cama… Al fin y al cabo, ?que hay de malo en ello? Nada. Al menos no para un cura de pueblo. Mas, para el hombre que aspira a subir muy alto, un hijo bastardo es un estorbo, algo que hay que apartar a un lado, esconderlo donde sea para evitar el escandalo. ?Es eso lo que os ha ocurrido a vos, Justino?
El muchacho asintio y la reina pregunto dulcemente:
– ?Quien es vuestro padre, muchacho?
No se le paso por la cabeza a Justino no contestar, sino que afirmo, categorico:
– El obispo de Chester.
Esperaba que su contestacion sorprendiera a la reina, pero Leonor no se sorprendio en absoluto.
– ?Aubrey de Quincy? Le conozco, aunque no muy bien.
– Lo mismo puedo decir yo.
Habia demasiada amargura en la voz de Justino para dar paso al humor. Leonor le dirigio una mirada de curiosidad.
– Pero se responsabilizo de vos, ?no es asi?
– Si -contesto Justino de mala gana-. Creci creyendo que era un exposito. No era ningun secreto que el obispo era mi bienhechor porque se me recordaba a menudo la suerte que tenia de que se hubiera apiadado de mi. Segun me han contado, siendo yo un nino de panales, me envio a una familia en Shrewsbury. Mas tarde -el era arcediano por entonces- hizo que me llevaran a Chester. Le veia, pero pocas veces. De vez en cuando se me llevaba a su presencia y entonces me sermoneaba sobre mis estudios y el estado de pecado de mi alma, y lo decia para humillarme despues por mis fechorias, incluso por aquellas que no habia cometido aun. -Los musculos de la boca de Justino se tensaron-. Era como si me estuviera interrogando el mismisimo Dios Todopoderoso.