Justino estaba mas tenso que la cuerda de un arco en el momento del disparo. Temia tener que pasar otra noche de guardian de la carta. El sentido comun le decia que nadie sabia que era el el poseedor de la misiva, pero no habia que hacerse muchas ilusiones. Habia concebido algunas esperanzas despues de su conversacion con una muchacha joven que aseguraba ser una de las damas de compania de la reina. Era muy atractiva, con unos ojos oscuros, inquietos y vivaces y unos profundos hoyuelos en las mejillas. Ella le habia prometido hacer todo lo posible para que la reina consintiera en verlo. Pero no habia vuelto y en ese momento el secretario de la reina empezaba a despachar a la gente.

Tratar de conseguir una audiencia real no era para los debiles de espiritu. La mayoria de los peticionarios intentaban discutir o suplicar. Peter hacia caso omiso de sus objeciones y el caballero que le ayudaba era aun mas brusco. Era un hombre corpulento, tan acicalado que mas bien parecia un paje de la corte. Las mangas de su jubon se ensanchaban en las munecas, lucia zapatos de piel sujetos a los tobillos con relucientes hebillas de bronce, el cabello color castano oscuro le caia sobre los hombros en ondas brillantes. Pero habria sido un gran error tomarlo por un mero figurin. Tenia el porte insolente de un senor de noble nacimiento y la fanfarroneria de un soldado, ojos de color azul y boca amplia y en continuo movimiento que, cuando se cerraba, parecia hacerlo en una mueca burlona. Justino no necesito volver a mirarlo para darse cuenta de que este era un hombre peligroso, que instintivamente le desagradaba y de quien desconfiaba.

Se puso tenso cuando Peter miro en su direccion. No tenia intencion de irse sin protestar, pero tampoco esperaba ganar la partida: los huerfanos raramente son optimistas. El caballero, sin hacer el menor caso de las airadas protestas del hombre, acababa de empujar hacia la puerta a un comerciante que se resistia a salir alegando ser pariente del alcalde de la ciudad. Justino era el siguiente. Pero fue precisamente entonces cuando la dama de honor de la reina salio del hueco de la escalera.

El caballero habia perdido ya todo interes por despachar a los peticionarios. Moviendose con rapidez, la empujo contra la pared, interceptandole el paso con el brazo extendido. Se apoyo hacia abajo y murmuro palabras intimas en sus oidos, haciendo que sus dedos se deslizaran hacia la parte superior de su brazo. Ella se aparto con brusquedad, retirandole la mano y se la puso debajo del brazo con unas palabras rebosantes de impaciencia:

– ?Por la Cruz de Cristo, Durand, dejame de una vez en paz!

Durand no recibio el reves de buen talante, sino que miro a Claudine con el ceno fruncido y colera mal disimulada. La joven hizo caso omiso de sus malos modos y se los sacudio como se habia sacudido su mano. A continuacion cruzo el salon en direccion a Justino.

Su sonrisa era radiante.

– La reina os vera ahora mismo -anuncio.

Leonor de Aquitania tenia la suerte de poseer el corte de cara que la edad acentua, y era facil ver en los pomulos elevados y la firme linea de la mandibula la evidencia de la belleza juvenil que habia ganado los corazones de dos reyes. Estaba elegantemente vestida con un traje de seda color verde mar, y el rostro enmarcado por un delicado grinon blanco. Al arrodillarse, Justino percibio un leve aroma estival, una fragancia tan intrigante como sutil, que indudablemente iba a permanecer en la memoria de un hombre. Los pliegues del grinon ocultaban suavemente la garganta y solo sus manos delataban sus siete decadas de edad, con sus abultadas venas, pero estas manos estaban tambien adornadas con las mas esplendidas joyas que Justino hubiera visto jamas, sortijas de esmeralda, perla y oro molido. No obstante, lo que mas le llamo su atencion y lo que le hizo mantener fija en ella la mirada fueron sus extraordinarios ojos, oro moteado de verde, luminosos a la debil luz de las velas y, en cierto modo, inescrutables.

– Os doy las gracias, senora, por acceder a recibirme -Justino cobro aliento para darse animos y dijo despues muy deprisa, antes de que le abandonaran las fuerzas-: Perdonadme si parezco presuntuoso, pero ?seria posible que hablaramos a solas? -Bajando la voz, anadio de modo apremiante-: Tengo una carta para vos. Ya le ha costado la vida a un hombre y preferiria que no se cobrara mas victimas.

Leonor lo examino impasible, pero Claudine le dirigio una mirada de reproche, dandole a entender que frustrar su curiosidad era mal pago por la amabilidad que habia mostrado hacia el. Pero fuera lo que fuese lo que vio Leonor en el rostro de Justino, le parecio convincente y le hizo una sena a Peter, que merodeaba a unos pasos de distancia, furioso ante una peticion tan audaz. Al cabo de unos instantes habia salido de la habitacion todo el personal menos Leonor, Justino, Will Longsword y el capellan de la reina.

– Esta es la maxima intimidad de que podemos disfrutar -dijo friamente Leonor-. Y ahora… ?que me quereis decir?

– Vuestro hijo esta vivo, senora. Pero el rey Ricardo esta en peligro, porque lo han capturado sus enemigos.

El control que tuvo Leonor sobre sus emociones fue impresionante; solo el temblor de unos dedos apretados traiciono sus sentimientos. Los hombres alli presentes no guardaron la misma compostura, sus preguntas y discusiones, provocadas por la impresion que les causo la noticia, tan solo se interrumpieron cuando Leonor levanto la mano pidiendo silencio.

– Continua -le dijo a Justino. Y este asi lo hizo.

– El barco en que navegaba el rey naufrago, senora, no lejos de Venecia. No resulto herido, pero poco despues fue capturado por un vasallo del duque de Austria, quien se lo entrego al emperador de los Romanos.

Will y el capellan exhalaron exclamaciones sofocadas al oir esta alocucion. Ricardo habia tenido muchos enemigos a lo largo de sus turbulentos treinta y cinco anos, pero solo el rey frances Felipe le odiaba mas que el emperador y el duque de Austria. De nuevo Leonor apaciguo el clamor.

– ?Como puedo saber que lo que me contais es verdad? ?Teneis alguna prueba?

Justino saco las cartas de su casaca.

– Tres dias despues de Navidad, el emperador escribio al rey frances dandole cuenta del cautiverio del rey Ricardo. El arzobispo de Ruan se entero de la existencia de esta carta y de una manera u otra hizo que se la copiaran. Se la confio a un orfebre de Winchester llamado Gervase Fitz Randolph porque temia enviarla por conducto de agentes conocidos de la Corona francesa. -Con las cartas en la mano, Justino anadio en voz baja-. Esta es la sangre de Fitz Randolph senora. No puedo jurar que la carta sea autentica, pero si puedo testificar que Fitz Randolph murio creyendo que lo era.

No se oia en el aposento ni el vuelo de una mosca mientras Leonor leia la carta. Tal era el silencio. Cuando levanto los ojos estaba palida pero seguia dominando sus emociones. Al ver la expresion afligida de Will, le dijo:

– No, Will, no hay que apenarse. Ricardo esta vivo y eso es lo importante. Nadie ha salido jamas del fondo del Adriatico, pero hay hombres que salen de los calabozos austriacos. -Justino estaba todavia arrodillado y ella le hizo un gesto para que se levantara-. ?Como llego a vuestras manos esta carta?

Justino se lo conto, lo mas brevemente posible. Leonor escucho con atencion sin apartar la vista de su rostro. Cuando Justino termino, la reina sentencio:

– De todo cuanto nos hemos enterado aqui nada debe salir de estas cuatro paredes, al menos hasta que haya podido pedir consejo al arzobispo y a los otros encargados de la administracion de justicia. Ahora quisiera hablar a solas con este muchacho.

Los demas se retiraron de mala gana. Una vez solos, Leonor hizo senas a Justino para que se sentara. Estaba tocando el sello que habia sido roto. Justino habia planeado decir que se rompio cuando Gervase estaba luchando con los forajidos, pero al encontrarse sus ojos con los de Leonor, se dio cuenta de que no podia mentirle.

– Pense que si iba a perder la vida a causa de esa carta, al menos queria ir a la tumba con la curiosidad satisfecha. -Contuvo el aliento, esperando que su candor no hubiera sido motivo de ofensa.

– Si me hubieras traido esta carta sin haberla leido, me habria impresionado tu honor, pero habria tenido dudas de tu sentido comun.

Justino levanto los ojos, asombrado, a tiempo de captar el atisbo de una sonrisa y sonrio a su vez, deshaciendo asi su ansiedad, propia de sus pocos anos. Leonor se dio cuenta de lo joven que realmente era.

– ?Como os llamais, muchacho?

– Justino, senora. -Leonor esperaba con impaciencia. Justino no tenia nombre de familia, de hecho no tenia familia, solo un padre que no habia querido reconocerle-, Justino de Chester -dijo al fin, porque habia pasado gran

Вы читаете El hombre de la reina
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату