– Si, eso ya lo se. ?Han cogido a los asesinos?

– El justicia esta en la parte occidental del condado. Dudo que lo sepa todavia.

– ?Es que no han investigado todavia nada? Porque cuando vuelva el justicia el rastro que dejaron estara mas helado que el propio hielo.

– Se comunico el asesinato al ayudante del justicia municipal, Luke de Marston. Me consta que ha estado ocupandose de ello.

Tranquilizado en cierto modo, Justino pregunto donde podia encontrar al susodicho Luke de Marston y recibio la respuesta de que se encontraba en Southampton y no se esperaba su regreso hasta el dia siguiente. Las autoridades locales no parecian enardecidas por el celo de resolver el misterio del asesinato del orfebre. Justino se podia imaginar sus respuestas: expresiones de pesar, despues un encogerse de hombros, unos cuantos comentarios superficiales acerca de los bandidos y los peligros de los caminos. Sintio subitamente que le ardia la sangre. Gervase se merecia mas que esta indiferencia oficial.

– ?La tienda del orfebre? -le recordo al monje, y recibio una respuesta sorprendente.

– ?Es la tienda lo que deseas, amigo, o la vivienda familiar?

La mayoria de los artesanos vivian encima de sus tiendas. Gervase debia de haber sido hombre de buena posicion al poder mantener una residencia aparte. Justino titubeo. Era muy probable que el orfebre tuviera empleados; al menos un aprendiz o un oficial. Pero aunque la tienda estuviera abierta, era a la familia a quien necesitaba ver.

– Su casa -contesto, y el fraile le dio una direccion detallada, al sur de Cheapside, en Calpe Street, pasada la iglesia de Santo Tomas.

La casa de los Fitz Randolph estaba algo apartada de la calle, era un edificio de madera, de dos pisos, de grandes dimensiones, pintada en colores vivos, y bien conservada. Habia una prueba mas de la prosperidad de Gervase: de puertas adentro su propio establo, un gallinero y un pozo con una polea. Justino conocia ya que a Gervase le habian ido muy bien sus negocios; en el curso de aquel triste viaje a Alresford con el cadaver del orfebre, Edwin, el criado, le habia confiado que Gervase acababa de entregar un baculo de plata dorada y un caliz esmaltado al arzobispo de Ruan. Pero hasta para un hombre que contaba entre sus clientes a un arzobispo, esta casa era un derroche de lujo. Contemplando el Eden privado de Gervase, ganado a fuerza de trabajo, Justino sintio una sensacion de tristeza y una gran compasion por el hombre que lo habia tenido todo (familia, un oficio respetable, una comoda mansion) para perderlo en un instante al golpe de la daga de un maldito bandolero. ?Donde estaba la justicia?

No obstante, empezo a preguntarse a si mismo si la manera tan lujosa de vivir de Gervase no habria sido en parte responsable de su muerte. Un hombre tan prodigo en sus gastos debia de haberse metido en alguna que otra deuda y esto podia haber acabado en un final desgraciado o haber suscitado envidia en los corazones de los vecinos menos afortunados. ?Le habria molestado a alguien la evidente prosperidad de Gervase hasta el punto de deshacerse de el?

– ?Sera posible? -Edwin, que salia del establo, se quedo con la boca abierta mirando a Justino-. ?Por los clavos de Cristo, si sois vos! -y acercandose a grandes zancadas, le alargo la mano para ayudarle a desmontar-. Nunca crei que os volveria a ver. Pero podeis estar seguro de que os recordare en mis oraciones para el resto de mis dias.

– Yo acepto las oraciones vengan de donde vengan -replico Justino sonriendo-. Pero tu no me debes nada.

– Solo mi vida -Edwin no era tan alto como Justino, pero si mas robusto, tan fornido como Justino era esbelto. Tenia el cabello y la barba mas bermejos que Justino hubiera visto jamas, de un color mas brillante que la sangre, una piel muy palida que debia de quemarse facilmente bajo el sol del verano, pero sin la acostumbrada cosecha de pecas que suele encontrarse en la cara de un pelirrojo. Su sonrisa era atractiva, dejando ver un diente torcido y un enorme acopio de generosidad-. Si no hubiera sido por vos aquellos hijos del diablo me habrian degollado, de eso no me cabe la menor duda. Tengo que haceros una especie de confesion, algo que os dara la impresion de que soy un autentico cretino. Estoy seguro de que me dijisteis vuestro nombre, pero estaba tan alterado que ni por la salvacion de mi alma pude recordarlo despues.

– Eso tiene facil remedio. Soy Justino de Quincy. -Era la primera vez que Justino pronunciaba este nombre en voz alta. Le gustaba como sonaba. Le parecia al mismo tiempo una afirmacion de identidad y un acto de desafio.

La sonrisa del joven criado se ensancho.

– Yo soy Edwin, hijo de Cuthbert, el arriero. Bienvenido a Winchester, senor De Quincy. ?Que os trae por aqui?

– Tenia asuntos que solventar en Londres, pero una vez resueltos, me encontre dandole vueltas al asunto del asesinato. Yo me encargare de poner a esos forajidos ante la justicia y espero ayudar al justicia local en su persecucion, porque les vi los rostros perfectamente.

– Mejor que yo -asintio Edwin-. ?Lo unico que vi fue la tierra apresurandose a recibirme! No he logrado comprender aun como nos robaron los caballos con tanta facilidad… Pero no importa. Estoy encantado de que hayais vuelto y se que la senora Ella lo estara tambien.

Justino dedujo que la senora Ella era la viuda de Gervase.

– Me gustaria presentarle mis respetos -dijo, y cuando Edwin asintio con un gesto de cabeza, estuvo seguro de su identidad.

– Ciertamente -dijo-, pero no esta ahora en casa; volvera mas tarde. Mientras esperais, ?por que no me permitis que os lleve a la tienda? El hijo del senor Gervase no tardara en llegar.

Justino acepto encantado el ofrecimiento.

– ?Y mi caballo??Hay sitio en el establo para el?

– Lo puedo llevar al pesebre de Quicksilver. ?Os acordais del semental del senor Gervase, el que robaron los bandidos?

Justino se acordaba.

– El ruano de color palido, ?no es eso? Un hermoso ejemplar.

– Una joya poco frecuente, -suspiro Edwin-, Lo echo muchisimo de menos porque el senor Gervase me dejaba que lo montara los dias que el no podia. Ese caballo era mas veloz que el viento, bien lo sabe Dios. Era un espectaculo digno de verse, con esa cola de plata que ondeaba como un estandarte en una batalla y sus cascos apenas rozando el suelo.

Justino se contagio del entusiasmo del criado porque el tambien estaba orgulloso de Copper. Pero cuando Edwin se jacto de que Gervase habia pagado diez marcos por el semental, a Justino se le escapo un silbido de admiracion, porque era una prueba mas de la opulenta manera de vivir de Gervase. ?Era esta una senal de que el orfebre habia sido un derrochador? ?Podria haber estado pidiendo dinero a los prestamistas del lugar? Anotando mentalmente en su cerebro que debia tratar de averiguar algo mas acerca de las finanzas del hombre asesinado, Justino siguio a Edwin al establo.

Poco despues estaban los dos caminando a buen paso Calpe Street arriba. Extrovertido y exuberante, el joven criado se presto a darle a Justino informacion acerca de Gervase Fitz Randolph y su familia. Cuando llegaron a High Street, Justino se habia enterado de que Gervase habia metido en el negocio a Guy, su hermano menor, y de que habian empleado a un oficial, Miles, que carecia de los fondos necesarios para establecerse como artesano, una vez terminado su periodo de aprendizaje, y de que su hijo Tomas estaba ahora trabajando como aprendiz, aunque no por eleccion propia.

– Tomas nunca tuvo interes por el trabajo de orfebreria -explico Edwin-, pero era deseo del senor Gervase que aprendiera el oficio.

– ?Estan en la tienda tio y sobrino?

Edwin meneo la cabeza.

– El senor Guy esta en casa. No se ha encontrado bien en toda la semana y ha permanecido en cama con fuertes dolores de cabeza. Yo opino que el dolor de los pasados acontecimientos es la causa de su enfermedad.

– ?Quieres decir con eso que los hermanos estaban muy unidos?

– No… -Edwin fruncio el entrecejo-. Si he de decir la verdad, estaban siempre como perro y gato. Pero creo que el senor Guy es el que esta llevando peor la muerte de su hermano.

– Tal vez se sienta culpable -dijo Justino, como sin darle importancia, pero las palabras le dejaron un regusto

Вы читаете El hombre de la reina
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату