cicatrizada. Volviendo a cerrar las contraventanas, se sento a la mesa y cogio de nuevo su vaso de sidra. Cuando Justino la siguio, dijo-: Mi hombre y yo estabamos casados como Dios manda, lo hicimos en la puerta de la iglesia. -Levanto el menton, como desafiandole a que dudara de ello-. Yo insisti en que fuera asi. Tal vez no sea una santa, pero no soy una cualquiera. No estaba dispuesta a consentir que nadie llamara bastarda a mi hija porque esta es una palabra dura como una piedra y amarga como la hiel. Y yo lo se muy bien.
– Yo tambien -contesto Justino y noto en Nell un destello de sorpresa-, ?Que le paso a tu marido?
– Mi marido era «rastrillador». -Al notar la perplejidad de Justino, Nell se lo explico-. Asi es como llaman los londinenses a los hombres que limpian las calles de la ciudad. No le pagaban mucho, y bien sabe Dios que era una forma miserable de ganarse la vida, pero Will carecia de oficio y no era un ladron. Tenia un buen corazon, pero no era el tipo de hombre que hace planes para el dia de manana. Se divertia como y donde podia y lo hizo cada vez con mas frecuencia en las tabernas. Le gustaba echar un trago al terminar el trabajo y a veces durante las horas de trabajo tambien. Llego un momento en que se paraba demasiado a menudo y un dia se cayo del carro. Si hubiera estado sobrio, no habria tenido consecuencias, pero no lo estaba y las ruedas le aplastaron el pecho. - Poniendo la sidra en la mesa, dijo sin ironia-: Tuvo suerte. Murio enseguida.
Justino no pronuncio ninguna palabra de condolencia porque era evidente que ella ni las esperaba ni las queria.
– Y tu ?no tenias familia a quien acudir, Nell?
– Dinero y familia nunca tuve mucho de ninguna de las dos cosas. Familiares, la mayoria han muerto, como Will. Asi que me puse a lavar para otros y despues a coser, y lo que hice unas cuantas veces mejor es dejarlo entre Dios y yo. Nada bastaba para pagar el alquiler de nuestra casa. Aqui al menos tenemos una cama mi nina y yo. Yeso no es poco, senor De Quincy.
– Llamame Justino -dijo el-, Y ?como terminaste aqui?
– No he «terminado» en ningun sitio, por lo menos todavia no. Reconozco que los designios del Senor para mi pueden parecer a veces algo turbios y que tratar de encontrar mi camino puede ser como buscar un gato negro en noche cerrada. De momento, el camino nos ha traido a Lucy y a mi aqui. Una prima, por parte de madre, esta casada con Godfrey, propietario de esta pocilga. Es viejo, esta casi inmovilizado por la gota, y ha llegado a depender de mi mas de lo que le gustaria reconocer. Empece ayudandole, pero ahora soy yo la que hace los pedidos, da los empleos y despide a la gente, y a cambio de todo esto me da una cama arriba, un jornal cada semana y la oportunidad de divertirme defendiendome de tipos como ese que me habeis quitado de encima. Pero espero que…
Nell se estremecio al oir un aldabonazo repentino y persistente, dando a entender que sus nervios no eran tan templados como queria hacerle creer a Justino.
– Les voy a decir que la taberna no esta abierta todavia -propuso el, y cuando Nell asintio, Justino se dirigio a la puerta.
Los golpes continuaban sin interrupcion. Justino descorrio el cerrojo, abrio la puerta y miro al intruso con el ceno fruncido.
– Tendreis que volver mas tarde.
– Me parece que no -contesto un hombre desde fuera. Justino se puso a la defensiva. El aspecto del tipo no era mas tranquilizador que sus palabras. Era de estatura mediana y musculoso; iba bien armado: su manto, al abrirse, dejaba ver una vaina y una daga enfundada. Era dificil calcular su edad. Justino penso que tendria entre treinta y cuarenta anos y que cuando la muerte llegara, no seria una muerte pacifica. Llevaba un parche negro en un ojo y tenia una boca de labios muy delgados, torcida en una de las comisuras, en una siniestra parodia de una sonrisa a causa de una irregular cicatriz que no podia haber sido causada mas que por la hoja de un cuchillo mellado. No era un hombre con el que a Justino le hubiera gustado encontrarse en una callejuela oscura. Tampoco le agradaba tener que tratar con el aqui en este momento. Asi que le dijo de manera cortante:
– La taberna esta cerrada. Tendreis que ir a buscar vuestra cerveza a otro sitio.
– No estoy aqui para buscar cerveza. A quien estoy buscando es a un hombre llamado De Quincy.
– ?Por que? -pregunto Justino, cauteloso, y el hombre le dirigio una mirada sobrecogedora, con su unico ojo tan negro e impenetrable como pulido azabache.
– ?Sois vos De Quincy? Si no lo sois, ?por que he de contestar a vuestra pregunta?
– Si, lo soy. Y ahora os toca a vos. ?Quien sois?
– Jonas. -Cuando Justino le volvio a mirar sin comprenderle, el hombre dijo con impaciencia-: ?No os dijo Fitz Alan que su sargento vendria a buscaros?
– ?Sois vos el sargento? -La sonrisa de Justino era tanto de arrepentimiento como de alivio-. Lo siento. El justicia no menciono vuestro nombre. Entrad.
Paso un buen rato antes de que pudieran hablar, porque Justino tuvo que tranquilizar a Nell de que este desconocido de tan mala catadura era persona de total confianza. Trajo velas y sidra y el sargento continuaba de pie. Cuando Justino le senalo una mesa, noto que Jonas escogia el asiento que miraba hacia el cuarto. Estaba seguro de que hacia muchos anos que el sargento no se sentaba dandole la espalda a una puerta. Haciendo deslizar un vaso de sidra sobre la mesa, dijo:
– ?Conoceis a Gilbert el Flamenco?
El sargento asintio.
– Es el peor entre los peores. Se al menos de tres robos y dos asesinatos cometidos por el y quiero interrogarle sobre ellos. Pero no es hombre facil de localizar, como vos mismo estais viendo.
– Tiene la suerte del diablo -asintio Justino-. Si hubo alguna vez un hombre que mereciera la horca, ese es este hombre. Pero de una manera u otra parece escaparse de todos los lazos que se le tienden. ?Me podeis ayudar a cambiar su suerte? ?Me podeis echar una mano para encontrarlo?
Jonas empujo a un lado su vaso de sidra.
– Si de mi dependiera, pasaria sin comida, sin dormir y hasta sin putas, con tal de cazar a ese engendro del diablo. Pero el justicia dice que no puede prescindir de mi, al menos hasta que encontremos al responsable del incendio de Lime Street, en el que ardieron media docena de casas, incluida una que pertenecia a un concejal, el cual viene hostigando al justicia un dia tras otro para que busque al culpable. Lo del incendio tiene que resolverse primero, me guste o no me guste.
– Lo comprendo. -Y Justino lo comprendia. El temor al fuego se habia apoderado de todas las ciudades y se le temia mas que a las plagas, porque era mas frecuente. Pero el hecho de que lo comprendiera no sirvio de mucho para paliar su decepcion-. ?Podeis al menos sugerirme a que otro sitio me puedo dirigir?
– Puedo hacer algo mas. Os puedo dar el nombre de una persona que en alguna ocasion me facilito ciertos informes. Es una cobarde ratita de alcantarilla, con menos sentido comun del que Dios confirio a una oveja, pero tiene un don asombroso para husmear en los secretos de los demas. Tal vez pueda ayudaros, si vuestra recompensa merece la pena.
– Mi recompensa merece la pena. ?Como se llama? ?Y donde lo puedo encontrar?
Jonas sonrio.
– Se llama Pepper Clem y si, hay una historia curiosa sobre el. Clem no tiene el suficiente coraje para robar a un hombre cara a cara, y ademas era un ratero torpe. No lo hacia muy bien y casi siempre su victima lo cogia con las manos en la masa. Entonces se le ocurrio una idea. Toparse con su victima y echarle a escondidas un poco de pimienta en la ropa: esto le haria estornudar. Y mientras estaba estornudando, el compinche de Clem le quitaria la bolsa con el dinero.
Volvio a sonreir burlonamente ante la expresion de incredulidad que reflejaba el rostro de Justino.
– Ya he dicho que el tipo en cuestion no era muy listo, ?verdad? No es preciso decir que su estratagema de la pimienta fracaso. Una victima se encolerizo de tal manera que dio un punetazo a Clem en la boca y le rompio un diente. Su complice divulgo la historia por todo Londres, y esta es la razon por la que se le conocera como Pepper Clem hasta el dia de su muerte.
El tal Pepper Clem no sonaba como el aliado ideal de Justino, pero no estaba en situacion de ser exigente.
– ?Como puedo encontrarlo? -repitio, y el sargento le dio una descripcion y a continuacion los nombres de varias tabernas en Southwark que a Clem le gustaba frecuentar.
Terminada la conversacion, Jonas se levanto.
– Si se me ocurre otra cosa mejor, os la dire. -Al llegar a la puerta, hizo una pausa, mirando de arriba abajo a Justino, con una mirada de aprobacion-. Buena suerte, muchacho. -El solitario ojo negro brillo en la oscuridad-,
