Creo que vais a necesitarla.

El resto de aquel jueves y el dia siguiente no trajeron mas que frustracion y cansancio. Al volver a Gracechurch Street agotado, y desilusionado noche tras noche, Justino tenia la sensacion de haberse recorrido todas las calles, callejas y callejones de Londres y hacia tiempo que habia perdido la cuenta de las tabernas y tugurios que habia visitado. Todo fue fracaso tras fracaso. Habia inventado varias historias diferentes: que era un primo de Pepper Clem, que tenia un empleo que ofrecerle a Clem y hasta que -en el colmo de la desesperacion- estaba tratando de pagarle una vieja deuda. Por muy originales que fueran sus historias, por mucho que las adornase o elaborase, el resultado era siempre el mismo. Silencio, encogimiento de hombros, indiferencia y sospechas.

?Creian que era uno de los hombres del justicia? ?Un espia? Dando vueltas y mas vueltas en su estrecho camastro, un jergon de paja, no lograba hallar una respuesta. Pero como lo que habia estado haciendo no le daba ningun resultado, tendria que pensar en una forma nueva de abordar la situacion. ?Como habia llamado Jonas a Pepper Clem? ?Una cobarde ratita de alcantarilla? ?Tendria un hombre asi muchos amigos? ?Ningun amigo? Tal vez ese fuera el camino a seguir.

Southwark estaba al otro lado del rio cerca de Londres y tenia fama por sus prostibulos, sus reyertas y sus peligros pecaminosos. La taberna favorita de Pepper Clem estaba en el Bankside, en un barrio de dudosa reputacion conocido por el nombre de los «estofados». Justino habia estado ya alli dos veces y cuando atraveso la puerta de la ciudad el sabado por la manana, el tabernero mostro que lo reconocia levantando una ceja y esbozando una cinica sonrisa.

– Conque de vuelta, ?eh? ?Y todavia buscando a ese perdido primo vuestro?

Justino pidio una botella de vino. En su ultima visita habia oido a un parroquiano llamar al hombre por su nombre y ahora dijo como quien no quiere la cosa:

– Rauf ?no te llamas asi?, saca otro vaso para ti, que pago yo.

La ceja de Rauf se enarco un poco mas. Pero habria aceptado una bebida del mismisimo diablo. Acerco un taburete y vio como Justino cogia la botella y servia dos vasos.

– Veo que teneis todavia al perro callejero.

Justino se habia acostumbrado ya a tener un fiel companero de cuatro patas. Al menos el perro tenia hoy un aspecto menos desalinado, porque habia recibido -muy a su pesar- el primer bano de su corta vida. Justino esbozo una sonrisa al recordarlo, porque Lucy y el habian terminado mas mojados que Shadow, con la cocina inundada y Nell sin dejar de protestar.

– Este no es un perro callejero -dijo bromeando-. Tiene al menos un dedal de sangre real. Rauf, tengo que hacerte una confesion, por llamarla de algun modo. El otro dia no fui totalmente sincero contigo.

– ?Se parece este tugurio a una iglesia? ?Y tengo yo pinta de cura? Por supuesto que me mentisteis, amigo. La gente miente siempre en las tabernas. Las unicas que oyen mas mentiras son las putas, pero vuestra mentira era particularmente lamentable, no tengo mas remedio que deciroslo. Un primo perdido, ?ja, ja! Ningun pariente de esa rata estaria dispuesto a reconocerlo, a no ser que le amenazaran con un cuchillo.

– Tienes razon. No demostre una pizca de inteligencia al decirlo. La verdadera razon por la que estoy buscando a «esa ratita» es la que ya habras adivinado. Tiene una deuda conmigo.

– ?Dinero o sangre? -Rauf tenia una risa estridente, casi como un cacareo-. No teneis que contestarme a eso. Me basta saber que le vais a dar un disgusto. -Miro dentro de su vaso y echo otra mirada significativa a la botella. Captando la indirecta, Justino volvio a llenar el vaso.

– Ahora, veamos donde es mas probable que encontreis a Pepper Clem. -Rauf fruncio la frente, pensativo-. Podeis intentar en el patio de la iglesia de San Pablo. Anda a veces por alli tratando de vender ampollas de la sangre del santo martir de Canterbury, santo Tomas. De vez en cuando encuentra a alguien lo suficientemente ingenuo como para creerselo. O vagabundea por el Cheapside vendiendo piel de gato como cuero de conejo. O intentad en El Gallo, uno de los prostibulos del Bankside. Alli les hace recados a las putas y ofrece pocimas a sus clientes.

– ?Que tipo de pocimas?

– Las que tienen el efecto de prender fuego a la sangre de un hombre y convertirlo de caballo castrado en garanon con un solo trago. Los hombres la compran por lo menos una vez. -Rauf se echo a reir de nuevo-. Puede que Clem sea tonto ?pero no le falta nunca compania, esa es la verdad!

Justino habia encontrado lo que vino a buscar. Lo unico que deseaba era que el resultado de la caza mereciera el esfuerzo que estaba poniendo en ella. Hasta ahora nada de lo que habia oido sobre Pepper Clem le inspiraba mucha confianza.

Justino decidio intentar en El Gallo primero, porque estaba mas cerca. Todas las casas de citas estaban encaladas, con el proposito de atraer a los clientes al otro lado del rio. Los simbolos de sus nombres -La Grua, La Campana, La Media Luna – estaban pintados sobre sus puertas y Justino pudo localizar El Gallo sin dificultad. Le sorprendio encontrar el cuarto de estar casi lleno, a pesar de que era temprano. Se ve que el pecar era una actividad incesante en Southwark. Tan pronto como entro por la puerta le acoso una pelirroja regordeta y tuvo dificultad en deshacerse de ella. Se quito de encima a la siguiente fingiendo timidez y ella se fue a por vino, esperando que este le tranquilizara los nervios. Justino se aprovecho de su ausencia para dirigirse al extremo de la habitacion donde habia visto a su presa.

Pepper Clem fue facil de reconocer. Jonas lo habia descrito como un «prodigio sin menton» y ciertamente la suya era una barbilla singular: hundida, mal disimulada por una barba pelirroja y rala. Todo en este hombre era escaso: un torax estrecho, una boca pequena y fruncida y un cabello lacio y ralo, como la barba. Su palidez era enfermiza, incluso en el mes de febrero, y toda su persona le recordaba a Justino a una seta cultivada en una cueva humeda, lejos del calor del sol. Guino los ojos con actitud suspicaz cuando se le acerco Justino, y fluctuo entre la alarma y el interes al oir pronunciar su propio nombre.

Sin esperar a que se lo pidiera, Justino se sento frente al ladron.

– Te he estado buscando por todo Southwark, Clem.

– ?Es que os conozco?

– No, pero tu conoces a alguien que yo necesito encontrar.

– No soy persona que este dispuesta a hacer favores a los desconocidos.

– ?Quien ha hablado de favores? Tu me consigues la informacion que necesito y yo te pago. Pero enganame y seras tu el que lo pagues.

Clem asimilo la doble intencion.

– ?A quien estais buscando?

– A un hombre llamado Gilbert el Flamenco -Justino se dio cuenta enseguida de que habia apuntado la flecha al mismo centro de la diana. Clem se movio en su asiento y se echo hacia atras como una tortuga que se esconde en su concha.

– ?Que?, ?que os hace pensar que lo conozco?

– Eso me ha dicho Jonas. -La reaccion de Clem al oir el nombre del sargento fue inconfundible. Justino observo la lucha de las emociones en el rostro de Clem, su temor a Gilbert el Flamenco luchando con el temor a Jonas-, He dicho que te pagare -le recordo al ladron-. Averiguame el paradero de ese hombre y tendras medio chelin mas en tu bolsa. -Esa era una suma generosa y Clem se tiro al cebo como una trucha hambrienta sin fijarse en el anzuelo.

– Un chelin -le corrigio Clem y cuando Justino accedio se reflejo en su rostro el asombro de haberlo conseguido, porque no tenia manera de saber que esa era la suma que Justino pensaba darle desde un principio-. La mitad ahora -regateo, envalentonado por su exito, pero esta vez Justino hizo un movimiento negativo de cabeza.

– No me insultes, Clem -dijo con frialdad.

Clem acepto la derrota con un encogimiento de hombros; tenia mucha practica en estas lides.

– Vere lo que puedo hacer -prometio-. ?Conoceis la taberna, la que esta al lado de los banos publicos de Bankside? ?Que os parece si os encuentro alli manana tres horas despues del mediodia…?

Hecho el trato, Justino empujo la mesa para salir.

– Esperad -dijo Clem-, No se como os llamais.

– No, no lo sabes -asintio Justino-. El unico nombre que importa es Gilbert el Flamenco.

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