– No sabeis como alejaros de la botella, ?verdad?
Riendose burlonamente, Rauf lleno otra botella de uno de los barriles de vino y la puso delante de Justino, aunque este no se la habia pedido. Parecia defraudado al ver que Justino no le invitaba a compartirla con el, pero Justino no queria que el incesante parloteo del otro le distrajera. Ahora que la persecucion parecia estar llegando a su fin, se estaba poniendo tenso y nervioso. Una vez que encontrara a Gilbert el Flamenco, ?que? Seguro que el justicia ordenaria el arresto. Estuviera o no estuviera por medio el incendio en Lime Street, el hombre era un asesino. Tal vez seria mejor ponerse en contacto primero con Jonas. Asumiendo que el justicia cooperase plenamente y que el Flamenco fuera capturado, ?conseguiria hacerle hablar? Justino no dudaba que Jonas sabria muchas maneras de soltarle la lengua, pero la reina no querria que Gilbert se desahogara con nadie que no fuera Justino. Estaba metido ciertamente en un callejon sin salida.
Justino nunca se imagino que Clem fuera exageradamente puntual, asi que al principio no le preocupo su retraso. Pero conforme iba pasando el tiempo y empezaron a alargarse las sombras, crecio su turbacion y empezo a intranquilizarse. ?Donde se habia metido ese maldito ratero? Aunque no tuviera todavia nada util que comunicar, debia estar alli, jurando por todos los santos de la corte celestial que iba a cumplir su promesa. Con un chelin en juego, tendria que hacer todo lo posible y lo imposible para disfrutar de la confianza de Justino. ?Se habria emborrachado y dormido mas de la cuenta?
Justino espero dos horas mas antes de darlo todo por perdido. Si Clem tenia la intencion de acudir a la cita, tenia que haber llegado ya. Lo dejaria y volveria otra vez manana. Pago a Rauf la botella de vino y llamo a
Cuando Justino llego al puente, las sombras del ocaso cubrian los tejados de Southwark. Las antorchas empezaban a cabecear sobre la superficie del rio. Se detuvo un momento para observar como un barco pasaba por debajo del puente, moviendose entre los inmensos pilares de madera en una peligrosa maniobra conocida como «salvar el puente». Justino hacia generalmente un alto en el camino en el puente para observar el progreso de la construccion del nuevo puente de piedra, muy cerca de alli, empezada por el rey Enrique quince anos antes. Ahora los que transportaban los materiales se encontraban silenciosos porque se estaban llevando a los albaniles y carpinteros a la costa. Justino continuo su camino hacia Londres.
Estaba enojado, defraudado y preocupado porque Pepper Clem no hubiera acudido a la taberna, pero como el apetito le aranaba el estomago se dirigio a una casa de comidas junto al rio. Estaba abarrotada de parroquianos y tendria que esperar un buen rato hasta que le sirvieran.
La comida tampoco era muy apetitosa; se les habia acabado el cordero, cerdo no habia, asi que tuvo que contentarse con una empanada de anguila. Eso no mejoro su humor, porque no le gustaba mucho el pescado y estaba a punto de comenzar la cuaresma: seis largas semanas de ayuno y arenques salados.
– Te tendre que encontrar un amo rico, muchacho -le dijo-, porque ?que otra persona puede mantenerte a ti?
Ya de mejor humor, inicio el camino de regreso a Gracechurch Street. Clem apareceria antes o despues, porque no estaria dispuesto a desperdiciar la oportunidad de ganar un chelin.
Las iglesias de la ciudad tocaban a visperas. Justino empezo a aflojar el paso. Como la mayoria de los jinetes, no estaba acostumbrado a andar grandes distancias y se alegro de divisar un familiar y torcido poste de taberna proyectandose sobre la calle como una bandera a media asta.
Estaba frente a la herreria de Gunter y decidio detenerse primero alli porque queria saber como estaba
– ?Gunter? -llamo. Al no recibir respuesta, probo a abrir la puerta. No estaba cerrada con llave y la empujo hacia adentro. En el interior todo estaba en silencio. La fragua se apagaba por la noche y no se encendia hasta que volvia el herrador, pero si ardia una lampara de aceite, lo cual indicaba que no tardaria mucho. La herreria estaba muy ordenada; Gunter era evidentemente un hombre que pensaba que el orden era una de las virtudes de Dios. Un yunque de hierro pesado ocupaba la mayor parte de la fragua y estaba montado sobre un gran tronco de roble. Una seleccion de martillos, mazos y cinceles se alineaban sobre un banco de madera. Un par de tenazas crepitaban aun en el deposito del agua, senal de que Gunter acababa de terminar su trabajo, porque era demasiado meticuloso y recogia las tenazas apenas se enfriaban. Lo mas probable es que estuviera en la taberna del otro lado de la calle, penso Justino, recordando que Nell le habia dicho que al herrero le gustaba venir por la tarde a echar un trago.
La parte de atras de la herreria daba al establo. Tenia cabida solo para cuatro caballos y dos plazas estaban ocupadas.
No se oia nada porque la paja ahogaba los pasos de un intruso. Si no hubiera sido por su caballo, habria muerto en aquel instante, antes de saber lo que estaba pasando. Pero cuando relincho el caballo, se giro y el lazo no le cogio el cuello unicamente, sino que engancho tambien parte de la capucha del manto.
Antes de que Justino pudiera reaccionar, la correa se fue apretando, obstruyendole el paso del aire. Instintivamente se agarro a la cuerda y el tejido enganchado le dio los segundos que tan desesperadamente precisaba, el tiempo que necesitaba para meter sus dedos debajo del lazo. El cuero se le estaba clavando en la garganta, pero consiguio detener el proceso de estrangulacion. Sabiendo que si no se zafaba ahora del hombre que lo tenia agarrado, nunca lo haria, dejo de clavar sus dedos en el lazo y se echo hacia atras. Oyo que su agresor exhalaba un grito de dolor al chocar ambos contra la pared del establo; entonces retorcio el cuerpo hacia un lado y logro soltarse.
– ?Atalo! -grito su agresor y fue solo entonces cuando Justino se dio cuenta de que eran dos hombres. El segundo salio de las sombras y la escasa luz de la lampara arranco reflejos de una daga desenvainada. Justino reconocio enseguida al hombre que se habia convertido en su
– ?Matale deprisa -urgio el compinche de Gilbert- antes de que alguien oiga el ruido!
Tenia la espada desenvainada y trataba de cogerle por detras para apunalar a Justino por la espalda. La lucha los habia llevado a la fragua. Mientras forcejeaban el uno con el otro, se acercaban, tambaleandose, a la forja, y cayeron dando tumbos contra el yunque de Gunter. El Flamenco se dio contra el banco en la pantorrilla. Perdido ya el equilibrio, no se pudo enderezar y cayo al otro lado del yunque en las pajas del suelo, arrastrando a Justino con el.
Justino se dio un duro golpe contra el suelo y cuando trato de levantarse, el cuarto parecia que diera vueltas. Cuando al fin recupero su vision, los dos asesinos estaban de pie, acercandose a el. Pero antes de que pudieran agredirle, la puerta se abrio de golpe y ambos se dieron la vuelta para encontrarse cara a cara con el herrador.
Los ojos de Gunter pasaron de Justino, aturdido y sangrando, a los dos hombres con las dagas desenvainadas. Creyeron que el herrador se daria a la fuga, pero en vez de eso continuo avanzando hasta que
