fue en vano y tendrian que ir a la taberna y convencer a Nell de que les diera de comer. Pero tendrian que esperar, porque Justino estaba haciendo un rapido calculo matematico.
– Hoy es catorce, solo diez dias despues de que yo os mandara la carta. Debeis de haber salido para Londres tan pronto como la recibisteis. ?Por que?
La sonrisa de Lucas fue una sonrisa triunfal y un tanto autosuficiente.
– Mientras vos estabais jugando al gato y al raton con el Flamenco, yo estaba teniendo mejor suerte. ?Os acordais del desconocido compinche del Flamenco? Pues bien, ya no es desconocido. El hombre que estamos buscando es un patan llamado Sampson, uno de los menos amados hijos de Winchester. Estoy seguro de que toda la ciudad dio un suspiro de alivio cuando huyo con Gilbert. Desgraciadamente no nos faltan criminales, pero al menos Sampson le pertenece ahora a Londres. Son ellos los que se tienen que preocupar de el y no nosotros.
– ?Enhorabuena, Lucas! Pero ?estais seguro de que ese es el hombre? Yo dudo poder identificarlo.
– Por lo que me habeis dicho de el, es joven, fuerte y lerdo como el solo, ?no es verdad? Pues bien, Sampson tiene la fuerza y los sesos de un buey, fuerza suficiente para sujetar a un semental aterrado y la suficiente necedad para pronunciar en voz alta el nombre de Gilbert. Se sabe, por anadidura, que ha trabajado con Gilbert en el pasado y que desaparecio de Winchester al mismo tiempo que lo hizo Gilbert. No tengo la menor duda de que ese es nuestro hombre. ?Creeis que tambien pudo haber tomado parte en vuestra emboscada en Londres? La fierecilla me hablo, muy a su pesar, de que os atacaron en la herreria la semana pasada. Yo asumo que fue nuestro amigo el Flamenco. ?Era Sampson el otro?
– No, creo que no. El hombre de la herreria no era tan alto ni tan fuerte como ese tal Sampson. Ademas, tenia acento londinense y decis que Sampson es de Winchester. Pero teneis razon acerca de Gilbert. Era el ciertamente el que vino, navaja en mano.
– Esta es la tercera vez que os encontrais con el Flamenco en una de sus venadas de asesino y las tres habeis escapado con vida para contarlo. Vuestro angel de la guarda debe de estar muy atareado estos dias. - Despreciando la unica silla desvencijada que habia en el cuarto, Lucas se sento con las piernas cruzadas en el suelo, al pie de la cama-. ?Creeis que eso quiere decir que Gilbert y Sampson se han separado?
– Bueno… decis que Sampson no es muy listo. Pero sabemos con certeza que Gilbert si lo es. Tal vez se haya dado cuenta de que Sampson es un compinche que puede acarrearle conflictos y haya decidido deshacerse de el. Gilbert conoce Londres y no tendra necesidad de Sampson aqui. Sabe nadar en estas aguas sin la menor dificultad, un tiburon mas entre los tiburones. Apuesto a que cada uno siguio su camino una vez que llegaron a la ciudad.
– Esa es una interpretacion plausible -asintio Lucas-, Por supuesto, Sampson puede estar muerto. La gente que rodea a Gilbert parece caer fulminada.
– Es posible. Pero decis que Sampson es un hombre corpulento y mezquino y que conoce la habilidad de Gilbert con la navaja. No sera tan facil matarlo. Habra sido mas sencillo para Gilbert dejarle que se fuera por su cuenta.
Lucas asintio pensativo.
– ?Que tipo de ayuda estais recibiendo del justicia?
– Accedio a dejar que uno de sus sargentos me echara una mano, un tal Jonas. ?Lo conoceis?
– No estoy seguro. He conocido a varios hombres del justicia en anteriores visitas a Londres. Supongo que es uno de ellos.
– Creedme, Jonas no es hombre a quien se pueda olvidar con facilidad. Si lo has conocido, te acuerdas de el para el resto de tus dias. A su manera, es tan temible como el Flamenco. Asi que vos y el os caereis mutuamente tan bien como hermanos que no se han visto hace mucho tiempo -anadio Justino ironicamente. Pero casi en el acto su sonrisa se desvanecio-. Lucas, hay otra muerte que anadir a la cuenta de Gilbert. Un misero delincuente, un raterillo llamado Clem. Nadie llora su muerte, pero no debe olvidarse este asesinato. Hasta el mas infimo de los ciudadanos merece justicia.
Despues de experimentar la indiferencia de Jonas, Justino esperaba que Lucas se encogiera de hombros o se burlara. Pero el auxiliar del justicia simplemente volvio a hacer un gesto de asentimiento con la cabeza.
– Creo recordar que las Escrituras dicen algo sobre las aves, que reza mas o menos asi: «Ni el mas humilde gorrion cae al suelo sin el conocimiento del Altisimo».
Si esto es cierto en relacion con los gorriones, debe serlo tambien en relacion con «un misero delincuente, un raterillo».
Justino examino el semblante del otro hombre buscando alguna senal de mofa, pero no la encontro.
– Podiais haberme enviado una carta acerca de Sampson. No teniais que haber venido solo. ?Por que lo hicisteis, Lucas?
– Tal vez porque me apetecia un viaje a Londres. O porque sabia que solo os meteriais en lios. O porque yo he sido siempre el tipo a quien le gusta estar presente al final de una persecucion. ?Que importan mis razones?
– No, no importan -dijo Justino, pero estaba mintiendo. Las razones de Lucas le importaban muchisimo. Pudiera muy bien haber una explicacion menos inocente de la repentina aparicion del justicia por alli. Juan habia pasado por Winchester camino del puerto de Southampton. ?Habria mandado a Lucas a Londres para que fuera su espia? Por poco que le agradara a Justino tal suposicion, no podia rechazar esa sospecha sin mas ni mas. No se atrevia a hacerlo. Habia cometido hasta ahora algunos errores, pero el error mas grave de todos seria subestimar a Juan.
Smithfield era un area extensa, situada al noroeste de las murallas de la ciudad, un lugar popular de reunion para los londinenses. Se celebraban alli ferias semanales de caballos y, si el tiempo lo permitia, juegos bulliciosos de pelota, tiro al arco, lucha libre y parodias de justas y torneos.
Lucas habia visitado la feria de caballos durante una anterior estancia en Londres y fue idea suya ir a Smithfield y preguntar a los tratantes si les habian ofrecido a alguno de ellos en el curso del pasado mes un caballo ruano palido de gran calidad. Justino se sentia esceptico pero Lucas insistio. Era una posibilidad muy remota, comento, porque, aunque lograran encontrar a un tratante que recordara al robado palafren de Gervase Fitz Randolph, la probabilidad de que esta pista les llevara a Gilbert el Flamenco era muy dudosa. Pero Lucas anadio que tenian que seguir todas las pistas y que si no iban esa tarde, tendrian que esperar una semana entera hasta la proxima feria de caballos. Como Justino no podia refutar la logica de tal razonamiento, la opinion de Lucas prevalecio.
Pero al llegar a Smithfield descubrieron que la memoria de Lucas habia fallado: las ferias de caballos tenian lugar los viernes y no los lunes. En los campos no habia nadie a excepcion de unos cuantos jovenes imprudentes que habian venido a competir en justas a pesar del tiempo y un punado de espectadores, porque no era un dia para estar al aire libre sin necesidad. La temperatura habia bajado durante la noche convirtiendo la nevada del domingo en una nieve fangosa; el viento era implacable, cortaba como el filo de una navaja, mascullo Lucas, con el que ni siquiera el acero del Flamenco podia competir.
Lucas llevo muy a mal la decepcion.
– Esto ha sido una locura, De Quincy. Aunque la feria de caballos hubiera tenido lugar hoy, habrian vendido probablemente ese maldito semental hace ya algunas semanas.
Justino agarro al otro hombre por el brazo, parandole a tiempo antes de que pisara un monton de estiercol reciente.
– ?Es preciso recordaros que esta idea fue vuestra, Lucas?
– ?Y que? ?Por que no me la quitasteis de la cabeza? Que el diablo se lleve al caballo, al tiempo y sobre todo a Gilbert. Si no nos metemos pronto dentro corro el peligro de que se me congelen las partes de mi cuerpo que no puedo permitirme el lujo de perder.
Girando sobre sus talones, Lucas empezo a coger los caballos de nuevo.
– No puedo creer que haya arrastrado a los dos aqui para llevar a cabo una mision tan inutil. Pero me dolian los huesos de ir de una taberna a otra toda la manana, esperando sin esperanza que Sampson estuviera emborrachandose dentro. Si tenemos que depender del azar o de la casualidad para encontrar a este hombre, es muy posible que tengamos que andar vagabundeando ano tras ano por los barrios mas sordidos de Londres. Pero ?que otra cosa podemos hacer? No parece que ese amigo vuestro os haya sido de mucha ayuda.
– Yo no llamaria amigo a Jonas. Pero en algo tenia razon. No conoce a Sampson porque no lo ha visto nunca,
