companeros. Se hacia llamar «Bella». Bella aseguraba ser la esposa de un hombre autoritario, mayor que ella, un fabricante de velas que tenia como clientes a la mitad de las iglesias de Londres. No era un matrimonio feliz; habia soltado suficientes indirectas para asegurarse de que Nora se habia dado cuenta de su descontento. Desgraciadamente para Nell y sus companeros de conspiracion, Nora era mucho mas parca en lo referente a detalles de su propia vida intima. Nell tardo mas de una semana en enterarse de algun detalle del pasado de la otra mujer.
– Ha tenido una vida dificil -le conto Nell a un auditorio muy atento-. A los quince anos la sedujo un comerciante ingles que estaba en Dublin en viaje de negocios. Cuando regreso a su pais se la llevo con el a Londres; le prometio que se casaria con ella, pero se olvido de mencionar que estaba ya casado. Asi que alojo a Nora en una casita, mientras Nora trataba de convencerse a si misma de que, pasado algun tiempo, dejaria a su mujer para irse a vivir con ella. No sucedieron asi las cosas, sino que la dejo embarazada y ceso de pagar el alquiler de la casa. Arrojada a la calle, sufrio un aborto y perdio el nino. No me conto nada mas. Me ha reconocido que se gana la vida trabajando de puta.
Justino sintio gran compasion por esa joven irlandesa, sola en una ciudad extrana, sin parientes ni amigos a quienes acudir en busca de ayuda.
– No es de extranar que esa pobre chica se haya convertido en una ramera. ?Con que otra cosa puede comerciar si no es con su cuerpo?
– Y por si eso fuera poco, se vio envuelta en la red de ese engendro del demonio apodado el Flamenco. - Lucas meneo la cabeza-. La unica suerte que tiene la desdichada es la mala suerte, ?no es asi?
Nell se echo hacia atras en su asiento mirandolos con ojos resplandecientes y burlones.
– ?Sois ambos siempre tan compasivos con las prostitutas o solamente con las que tienen el pelo rubio y las pestanas rizadas?
Lucas y Justino intercambiaron miradas de perplejidad.
– Tu misma dijiste, Nell -dijo Justino en tono de protesta-, que Nora ha tenido una vida muy dura. Si he de decir la verdad, lo que a mi me sorprende es que tu parezcas tener tan poca compasion por la muchacha.
– Bueno, a mi no me sorprende que a Justino le sobre tanta compasion. Pero no esperaba que tu, Lucas, fueras tan confiado. Se que hay muchos hombres que tienen una fe conmovedora en putas con corazones de oro. Pero nunca crei que pudiera encontrar a un auxiliar de justicia entre ellos. ?Puede ser que algunas de estas legendarias criaturas se encuentren en Winchester?
Jonas solto una carchada y casi se atraganto con la cerveza. Justino y Lucas se enfurecieron, Lucas rechazando vehementemente la acusacion de ser «confiado» y Justino exigiendo que Nell le dijera por que le sobraba tanta compasion.
– Han abusado de esa pobre mujer. ?Como, por lo menos, no te conmueve su triste historia?
– Tal vez porque no la crei como el Evangelio.
Los dos hombres se volvieron a mirar.
– ?Crees entonces que es todo mentira?
– No, todo no. Es muy posible que su amante de Londres la abandonara. Pero ni aun teniendo solo quince anos, puedo creer que fuera tan inocente como ella dice. Y si el embarazo termino en aborto, creo muy probable que la razon fuera que encontro a una comadrona que sabia que hierbas pueden terminar con un embarazo. En cuanto a lo de ser arrojada al arroyo sin un penique en el bolsillo, eso tampoco me lo creo. Nuestra amiga Nora es capaz de ensenarle a un gato como caer de pie.
– ?Por que juzgas con tanta dureza a esa mujer, Nell?, ?consideras realmente un pecado imperdonable el ganarse la vida haciendo de puta?
– No, no lo considero -insistio-. Para muchas mujeres esa es la unica manera de llevarse un pedazo de pan a la boca y a la de sus hijos. Justino, tu siempre eres espabilado. ?Por que ahora te muestras tan lento en captar lo que estoy diciendo? Yo no desconfio de Nora por ser una prostituta de Southwark, como no confiaria en ella si fuera la mujer del alcalde. Cuando dije que habia tenido una vida dura, lo dije en serio. Pero la lluvia cae lo mismo sobre los buenos que sobre los impios, ?no es verdad?
– ?Y Nora es uno de los impios?
– Si -dijo firmemente-. Creo que lo es. Tal vez tenga una sonrisa angelical y una voz suave y melodiosa, pero tiene pedernal donde debia tener corazon. Despues de pasar una semana en su compania, os puedo decir acerca de vuestra «pobre muchacha» que pone en primer lugar a Nora y a nadie mas que a Nora. ?Os acordais de cuando estabamos tratando de adivinar por que se habia liado con un asesino como el Flamenco? Pues bien, yo diria que por lo que puede sacarle.
Justino se sumio en un preocupante silencio. Si Nell tenia razon acerca del egoismo y falta de escrupulos de Nora, eso suponia que el peligro era doble al proceder de dos personas: el Flamenco y su puta.
Justino llego a la taberna a media manana porque Nell habia quedado con Nora en el mercado de Westcheap a las doce. La acompanaria parte del camino y despues seguiria a las dos mujeres a una discreta distancia, envuelto en uno de esos mantos con capuchon de aspecto indefinido que habia comprado especialmente con esta idea.
Estaba de mejor humor esta manana porque la labor de investigacion de Nell parecia estar produciendo al fin resultados. Nora habia empezado a mencionar a un amante misterioso y anonimo y a presumir de los generosos regalos que recibia de el y de como estaba pendiente de todos sus deseos. Anadio que estaba fuera en viaje de negocios, pero que esperaba que no tardara mucho en regresar.
Jonas habia puesto fin a la caza oficial de Gilbert. Sus hombres ya no frecuentaban las tabernas ni interrogaban a los propietarios de los «estofados» en busca del Flamenco y habia hecho circular el rumor de que creian que Gilbert se habia ido de Londres. Asi que renacieron sus esperanzas al oir de boca de Nell las observaciones casuales sobre el regreso de su amante. ?Queria esto decir que su estratagema habia dado resultado? ?Creeria ahora el Flamenco que no habia peligro en salir a la superficie otra vez?
Al ver a Nell, Justino se quedo boquiabierto.
– ?Santo Dios! ?que te ha pasado?
– Tiene muy mal aspecto, ?verdad? -Nell levanto una vela a la altura de su cara para que Justino pudiera ver mejor su ojo amoratado-. Podrias jurar que fue obra del puno de un hombre -dijo muy ufana-. ?Quieres saber como lo hice? Primero me unte de polvo negro el contorno del ojo y despues aplique una ligera capa de ceniza. Por ultimo, me puse una capa espesa de polvos, como haria una mujer que quisiera ocultar lo ocurrido.
– Muy bien logrado -asintio Justino-. Pero nunca hemos hablado de esto, Nell. ?Que estas tratando de hacer?
– Yo tambien me he cansado de esperar. Cuando tropece en las escaleras ayer y me hice un cardenal en la muneca, tuve una idea. Ahora que hemos encontrado el sitio donde pescar, ha llegado la hora de que echemos el anzuelo.
Nell y Nora estaban sentadas a una mesa plegable en la taberna de una bocacalle de Watling Street. Estaba mal alumbrada por velas de sebo que despedian un olor fuerte, sus paredes encaladas estaban ennegrecidas por el humo y la estera que cubria el suelo mugriento, lleno de barro y cagadas de raton. Pero Nora habia sugerido este lugar porque servian comidas. Las dos mujeres habian pedido una empanada de anguila caliente acompanada de vino y el aroma que despedia era apetitoso. Pero Nell estaba demasiado nerviosa para tener muchas ganas de comer y Nora estaba absorta observando el ojo amoratado de Nell y el cardenal en la muneca.
– ?Ha sido tu marido quien te ha hecho esto?
Nell hizo un gesto afirmativo con la cabeza, desviando la mirada. Por espacio de un segundo, no logro recordar que nombre le habian dado. Lo habia escogido Justino, el nombre de un molinero muy agarrado que vivia en Winchester. ?Adan? No, Abel.
– Se pone de un humor de mil diablos cuando bebe -mascullo Nell entre dientes, echandose un buen trago de vino. ?Deberia decir mas? No, habia hecho bastante con quejarse de su caracter agrio y su manera mezquina de comportarse. Que los moratones hablaran por si mismos.
Nora estaba frunciendo el ceno y a punto de hablar, pero las interrumpio de nuevo otro cliente, este muy timido, apocado con su gorra de lana agarrada por unas manos encallecidas por el trabajo, mientras les ofrecia, timidamente, invitarlas a mas vino. Aunque era bastante frecuente que las mujeres acudieran a menudo a las