de hacerle que hable, eso es una perdida de tiempo. -Lucas echo una ojeada a sus nudillos despellejados y aranados e hizo una mueca-. Es desgraciadamente evidente que no vamos a sacar nada de el.

– Dame una hora a solas con el y ya veremos lo que pasa.

Era la primera vez que Justino habia oido a Jonas recurrir a bravuconadas, pero como sus interrogatorios habian fracasado, empezaron a manifestarse fisuras en el comportamiento generalmente ecuanime del sargento. Su colera era comprensible; Justino se sentia igualmente frustrado. Era como si estuvieran metidos en el sangriento y prolongado asedio de un castillo, escalando los muros exteriores y abriendose camino hasta llegar por la fuerza al patio interior, para descubrir, una vez alli, que el castillo era impenetrable e inexpugnable al asalto.

– No dudo de tus poderes de persuasion, Jonas -dijo Lucas, sonriendo forzadamente-. Yo tambien puedo ser persuasivo, o al menos eso me dicen. Pero hay hombres, afortunadamente pocos, a los que no se puede quebrar. Moriran, pero eso es lo unico que haran por ti. Y no me digas que no te has tropezado con ninguno de ellos porque no te voy a creer. Podemos golpear al Flamenco hasta desangrarlo. Podemos convertir los dias que le queden en este mundo en un infierno en la tierra que tan ciertamente merece. Y finalmente podemos mandarlo a la horca. Pero lo que no podemos lograr es hacerle hablar.

Justino habia llegado ya a la misma desalentadora conclusion. Mirando de reojo a Jonas vio que el sargento lo sabia tambien, aunque no estuviera dispuesto a admitirlo.

– Antes de aceptar la derrota, vamos a intentarlo otra vez -dijo.

Encadenado a argollas de hierro fijas en la pared, Gilbert se estaba hundiendo, tanto que las esposas se le clavaban en las munecas. Estaba todavia sangrando del ultimo golpe que le habia asestado Jonas y su respiracion era dificultosa y entrecortada. Cuando Justino dejo que la luz de la antorcha iluminara ese rostro apaleado e hinchado, no logro sentir ni la mas minima compasion. ?Que compasion habia mostrado Gilbert por Kenrick, acorralado en el desvan del molino?

– Tu obstinacion te esta haciendo sufrir innecesariamente la tortura a la que te estamos sometiendo, Gilbert. Sabes que tu destino es la horca. ?Por que prolongar tus sufrimientos en la poca vida que te queda? ?Por que no nos dices lo que queremos saber? Contesta a nuestras preguntas y te dejaremos en paz.

El Flamenco levanto la cabeza. Cuando hablo, la voz que salio de su garganta era ronca, aspera, discordante y llena de odio.

– ?Que os pudrais en el infierno…!

Justino temia decirselo a Leonor, pero la reina lo tomo mejor de lo que el esperaba. Aparentemente debia de haber tenido la oportunidad de conocer a lo largo de su vida a hombres a los que no se podia quebrar, porque no parecio sorprendida por la negativa del Flamenco a cooperar. Y cuan do Justino termino de presentar su informe, Leonor dijo algo que mas tarde le pareceria extrano a Justino y le recordaria sus sospechas iniciales sobre los motivos de la reina.

– Bueno, tal vez no este de Dios que se sepa la verdad -dijo suavemente.

– ?Senora?

– No tiene importancia. Estaba simplemente pensando en voz alta, preguntandome si esto queria decir que el secreto del Flamenco debia morir con el. ?Era el nuestra ultima esperanza? ?Que ha pasado con esa mujer?

– Hasta ahora Nora ha escapado de nuestra persecucion. Cuando los hombres del sargento llegaron para arrestarla, se habia ido ya llevandose con ella algunas de sus pertenencias. La han estado buscando por toda la ciudad, pero hasta ahora no han tenido suerte. Aun en el caso de que se la coja, dudo que nos sirva de ayuda. No veo la razon para que el Flamenco le contara nada del asesinato que habia cometido en Winchester. No es el tipo de hombre a quien le guste presumir de sus crimenes en la cama o revelar secretos que puedan usarse mas adelante en su contra.

– ?Y el compinche del asesino?

– No creo que sea un hueso tan duro de roer, senora… -Justino estaba tratando de dar la impresion de que este problema no era dificil de resolver, pero no pudo por menos de anadir un comentario pesimista-: si lo encontramos.

– No debeis ser tan pesimista -dijo Leonor, despues de clavar sus ojos en los de Justino-. Al menos el Flamenco no podra ya perpetrar mas crimenes. Decis que ha asesinado a cinco personas, ?no es asi? Pero el verdadero recuento de sus victimas es probablemente el doble. Tal vez no hayais logrado conseguir las respuestas que estabamos buscando, pero indudablemente habeis salvado unas cuantas vidas.

Justino asintio gravemente.

– Pero yo queria tambien las respuestas.

Sus ojos se encontraron y mantuvieron firme la mirada.

– Yo tambien -dijo ella-. Asi que seguid las huellas. La caza no ha terminado todavia.

Los elogios de Leonor no mitigaron la desilusion de Justino ni su generosidad le hizo sentirse menos desanimado. La habia defraudado. Por mucho que racionalizara el fracaso de conseguir que el Flamenco hablara, siempre llegaba a la misma conclusion: la reina habia confiado en el y el la habia desilusionado. Ya no ser que pudieran encontrar a Sampson, nadie mas que Gilbert sabria si habia estado al servicio del rey de Francia.

Claudine estaba esperandole cuando salio de la gran camara de la reina.

– ?Tienes un aspecto terrible! -dijo.

Justino sonrio ironicamente.

– Lo se. Pero he pasado la mayor parte de la noche en la carcel y he ido a casa solo unos momentos para asearme.

Ella le toco el cardenal de la mejilla.

– ?Fue el asesino quien te hizo esto? ?Le cogisteis? -Cuando asintio, Claudine le cogio del brazo llevandole a la relativa intimidad del hueco de una ventana-. Entonces, ?por que no estas contento?

– Es una historia larga y penosa -contesto a sabiendas de que era una evasiva-. No es necesario que te preocupes pensando en ella.

Claudine movio la cabeza en un gesto de reproche.

– En lo que si estoy pensando, al oirte, es en esas personas reticentes y misteriosas que se cierran al tocarlas, como los moluscos. -Sus dedos siguieron tocando la mejilla amoratada de Justino-, ?Sabes lo que creo que necesitas? Me necesitas a mi. ?Hay alguna probabilidad de que te deshagas por unas horas de ese amigo inoportuno?

– Supongo que puede pasar la noche en la fragua con Gunter. Pero, ?y la reina?

– La persuadire -dijo Claudine, y sonrio-. Te habras dado cuenta de que siempre consigo lo que quiero.

Justino sonrio tambien y su humor empezo a mejorar.

– Puedo con mucho gusto ser testigo de ello -contesto- y nada me complaceria mas que continuar prestando testimonio, cuanto antes mejor.

Claudine le guino un ojo.

– Espera aqui, que voy a hablar con la reina. Volvere enseguida.

Justino se sento en el antepecho de la ventana esperando el regreso de Claudine. Pero tan pronto como desaparecio en los aposentos de la reina, la puerta del gran salon se abrio de par en par para dejar entrar a Durand. Justino se puso rigido. Esta era la primera vez que veia a Durand en la corte desde que confio sus sospechas a Leonor. No tenia la menor idea de que tipo de disciplina habia impuesto a su traidor caballero, porque no le habia dicho nada mas al respecto. Pero era evidente que Durand habia perdido el favor de la reina, pues no habia otra razon que justificara la mirada de furia que se retrato en su semblante al ver a Justino.

Este se levanto lentamente mientras el otro se acercaba a el. Estas ultimas semanas le habian ensenado que no todas las guerras se libraban en el campo de batalla y una de las lecciones que habia aprendido era ser el primero en atacar y en hacerlo deprisa.

– Me sorprende veros aqui, lord Durand. Crei que os habriais ido a Francia con lord Juan.

Los ojos de Durand eran de un color azul como los de los vikingos, inescrutables y frios.

– No seria mala idea el que vos pensarais tambien en pasar una temporada en Francia, De Quincy. Si yo estuviera en vuestro lugar, cabalgaria al puerto mas proximo, como si mi vida dependiera de ello.

– Esas palabras suenan como una amenaza. Pero estoy seguro de que las decis con la amistosa intencion de prevenirme, ?no es asi?

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