– Por supuesto. Despues de todo, me habeis dado suficientes motivos para albergar sentimientos amistosos hacia vos -dijo Durand, con una sonrisa taimada-. Si no hubiera sido por vos la reina habria continuado recibiendome como a cualquier otro de sus caballeros, uno entre muchos. Y eso ha cambiado por completo, gracias a vos.

– El placer es mio -dijo Justino, y la sarcastica cortesia de Durand se astillo en fragmentos como si hubiera sido puro hielo.

– Algunos placeres pueden ser perjudiciales para la salud de un hombre -anadio- y otros hasta pueden resultar fatales. -Fue el quien dijo la ultima palabra, porque en ese mismo momento giro sobre sus talones sin esperar la respuesta de Justino.

– ?Justino? -Los ojos de Claudine estaban abiertos como platos y sus cejas arqueadas hacia donde le nacia el cabello-. ?De que se trata todo esto? Yo ni siquiera sabia que conocias a Durand. ?Que ha ocurrido para que sintais tal hostilidad mutua?

– A mi manera le he acusado de ser el lacayo de Juan, y no le ha gustado.

– ?No cabe duda de que te gusta jugar con el peligro! Afortunadamente -anadio-, los hombres temerarios me resultan irresistibles.

Justino sonrio, y mantuvo la mirada en la silueta de Durand a medida que se alejaba.

– Me advertiste que tuviera cuidado con Juan, y con razon. Pero ?por que he de otorgar el mismo respeto al Principe de las Tinieblas y a uno de sus subalternos?

– Estas equivocado -dijo ella con tal vehemencia que Justino la miro sorprendido-, Juan es ciertamente peligroso, pero surgen de vez en cuando destellos de luz en las oscuras profundidades de su alma. -Los labios de Claudine se curvaron ligeramente, sugiriendo una sonrisa porque no podia permanecer seria mucho tiempo-. Despues de todo, Lucifer es el angel caido. Pero buscaras en vano destellos de luz en la oscuridad de Durand, Justino; No es hombre que uno quiera como enemigo.

– Lo quiera o no lo quiera, lo tengo ya. -A Justino le conmovio la inquietud de Claudine, pero no tomo las amenazas de Durand con tanta seriedad como ella-. ?Como podia ser el caballero un enemigo mas peligroso que el Flamenco?

Sacudiendose el pelo sobre los hombros, Claudine estiro su cuerpo con tal sensualidad que Justino hizo una pausa en el acto de servir el vino.

– Una curiosidad exagerada no es lo unico que tienes en comun con los gatos -dijo en un alarde de admiracion-. Te mueves tambien como ellos.

– Espero que eso lo estes diciendo como un cumplido. La mayoria de las personas creen que los gatos solo sirven para cazar ratones y prestar servicios a las brujas, pero a mi me gustan, asi que agradezco tus palabras. -Cuando le entrego la copa de vino, se volvio a recostar entre sus brazos-. Es mas, soy tambien capaz de ronronear.

– Y de aranar.

Claudine se sonrio mirando el fondo de la copa.

– Espero que eso no sea una queja.

– No, creo que estaba presumiendo -dijo Justino y ella se rio y despues le ofrecio la copa.

– Bebe, amor mio -le insto-. Vas a necesitar todas tus fuerzas esta noche.

El se echo a reir tambien.

– Eres una moza desvergonzada. Eso me gusta.

Le pidio la copa y derramo deliberadamente vino sobre su pecho, y en la lucha erotica que siguio se derramo el resto del vino. Despues de discutir juguetonamente acerca de quien iba a traer la jarra, Justino se tiro de la cama tiritando, porque la lumbre no emitia mucho calor.

– Ha sido una suerte que la copa se haya derramado sobre la paja del suelo -dijo con fingida severidad- porque no tengo mas que un juego de sabanas.

– ?Si no hubieras empezado a retorcerte como una anguila, yo lo habria lamido! -dijo Claudine con un mohin, y levantando la colcha, dio unos golpecitos a la cama, invitandole a que volviera a meterse en ella-. Date prisa, me estoy quedando fria. Quiero que me calientes, ?Cielo santo!

– ?Que pasa? -Miro alrededor de la cabana, sorprendido al no encontrar razon alguna para su exclamacion.

Claudine estaba mirando el enorme cardenal de su cadera izquierda.

– ?Yo no he podido hacer eso! ?Fue el hombre que capturaste ayer? ?El asesino?

Justino asintio y se subio rapidamente a la cama, dandole a Claudine su copa, que habia vuelto a llenar. Bebiendo el vino a sorbos, exploro las moraduras y cardenales de su cuerpo con dedos de tacto suave y un ligero ceno que arrugaba su frente. ?Olvida lo que te dije de que cortejabas al peligro! ?Te lo has metido en tu misma cama!

– ?Asi que el peligro es una mujer? Yo siempre lo crei tambien asi.

Continuo examinando sus contusiones, sin sonreir.

– No estoy hablando en broma, Justino. Te podian haber matado. Y esto no ha terminado todavia, ?no es asi?

– No -confeso el-, no ha terminado. -Apagados los ultimos destellos de la union amorosa, la realidad hizo su aparicion una vez mas. ?Como iban a encontrar a Sampson? Y aunque lo encontraran, ?como le iban a hacer hablar?

– Esa maldita carta estaba manchada de sangre -dijo Claudine de repente, y fruncio el ceno al notar la mirada de sorpresa de Justino-. Naturalmente, he sacado la conclusion de que la carta es el meollo del asunto, Justino. Eso es evidente. Tu no conocias aun a la reina, porque fui yo quien te tuvo que ayudar a conseguir una audiencia con ella, ?no te acuerdas? Asi que el contenido de aquella carta tenia que ser muy importante, porque fue la razon por la que te admitio a su servicio. No me vas a insultar ahora con una negacion falsa, ?verdad?

– No -contesto el-, no lo voy a hacer.

– Bien -continuo Claudine, mas calmada-. Eso era facil de adivinar. Pero lo que no comprendo es como la carta puede estar relacionada con la persecucion de este asesino.

Su voz habia subido de tono y era inquisitiva, y el se llevo la mano de ella a la boca, besandole los dedos.

– Eso no te lo puedo decir, amor mio.

– ?Por que no? Puedes simular que esto es una iglesia y yo soy tu confesor -sugirio con picardia-. Cualquier cosa que me cuentes no saldra de esta cama, porque yo nunca he traicionado la santidad del confesionario.

Justino estaba riendose otra vez.

– Escucha, mi hermosa blasfema, te lo contaria si pudiera. Pero estos no son mis secretos, asi que no tengo derecho a revelarlos, ni siquiera a ti.

– Si, es verdad, me estoy entrometiendo -confeso-. Y no puedo negar que tengo curiosidad porque ?quien no la tendria? Forman, despues de todo, una pareja muy extrana la reina de Inglaterra y un asesino de Winchester. Es natural que me sienta intrigada por una asociacion como esta. Pero no es solo curiosidad.

Sus ojos se detuvieron un momento en el morado que tenia en la mejilla.

– Justino, estoy preocupada por ti. Te han tendido ya dos emboscadas, y es posible que la proxima vez no tengas tanta suerte. No se que informacion esperabas extraer de ese forajido, pero se que no la has conseguido. Tu mismo lo reconociste al decir que «no todo ha terminado». ?Que vas a hacer ahora? Necesito saber si vas a volver a arriesgar tu vida. ?Por que no me puedes decir al menos eso?

Los sentimientos de Justino por Claudine habian oscilado entre la pasion y la proteccion, entre querer protegerla y desear llevarsela a la cama. Sus emociones las habia complicado ahora un brote repentino de ternura, un sentimiento que raras veces habia experimentado. Acercandose hacia ella le acaricio la mejilla y Claudine cerro los ojos, y sus labios se entreabrieron, tentadores.

El no la beso, porque en aquel mismo momento se dio cuenta del posible significado de sus palabras. Habia descrito a Gilbert como un «asesino de Winchester». El nunca le habia contado eso, ni siquiera habia mencionado el nombre del Flamenco. ?Como lo sabia?

Deslizo los dedos por sus mejillas y los poso en su garganta. Ella sonrio sin abrir los ojos y aparecio uno de sus hoyuelos. Buscando en la oscuridad la copa de vino, Justino la bebio de un trago pero seguia sintiendo un frio intenso por todo el cuerpo, que le calaba hasta los huesos. Solo unas cuantas personas estaban enteradas de que

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