la procedencia de Gilbert era Winchester. Leonor, Will Longsword, Lucas, Jonas, Nell y Juan. Juan lo sabria porque Durand le habria contado todo lo que habia averiguado en sus viajes de espionaje a Winchester.
«Tendre que buscar en otra parte.»
Las palabras de Juan parecian resonar en la paz del cuarto. Justino habia sospechado de Lucas. ?Deberia haber echado sus redes mas cerca? ?Podia ser Claudine la espia de Juan?
Hasta aquel momento no supo que el peor dolor no tenia que ser el dolor fisico, que podia estar totalmente disociado de huesos rotos o derramamiento de sangre. ?Le habia tentado ella a compartir su lecho a peticion de Juan? Todas esas preguntas acerca de su pasado, tan suavemente insistentes, preguntas a las que cualquier mujer desearia recibir respuestas de su amante. Dios mio, ?habria estado Claudine riendose de su inocencia desde el primer momento?
– ?Estas otra vez inmerso en ese misterioso y hermetico silencio? -le pregunto Claudine-. Yo no espero ni mucho menos que traiciones la confianza que ha depositado en ti la reina. Yo tampoco lo haria. Pero veo lo preocupado que estas. Manten secreto lo que debas mantener, pero no me excluyas por completo. Dejame que te ayude, Justino.
Parecia muy sincera. La mirada de sus hermosos ojos oscuros no temblaba y era tan confiada e inocente como la de una gacela. ?Podia estar seguro el de que no se le habia escapado ninguna alusion al Flamenco? ?Estaba siendo terriblemente injusto con ella? Pero contaba tal vez demasiado. Tenia que saber la verdad.
– Tienes razon, Claudine -dijo, preguntandose si su voz sonaba tan tensa a los oidos de ella, como sonaba a los suyos-. Tal vez pueda servirme de ayuda el hablar acerca de esto, y ?en quien puedo confiar si no es en ti? Pero tienes que darme tu palabra de que mantendras en secreto todo lo que te diga. Hay mas en juego de lo que, a mi parecer, crees tu.
– Lo prometo -respondio inmediatamente Claudine-. Por supuesto que lo prometo.
– Te hablare entonces del contenido de esa carta. Se refiere al hijo de la reina. Es muy posible, Claudine, que el rey Ricardo haya muerto.
Claudine exhalo un grito ahogado.
– ?Oh, no! ?Que le ocurrio?
– Su barco naufrago en el viaje de regreso a Inglaterra desde Tierra Santa. La carta era de uno de sus companeros de a bordo. En ella se cuenta que hubo pocos supervivientes y que el rey no se encontraba entre ellos.
– ?Dios mio! -Claudine parecia realmente afectada-. Nada podia causarle a la reina un dolor semejante a ese dolor. Ricardo ha sido siempre el preferido de sus hijos. ?Como ha podido mantener esa pena encerrada en lo mas profundo de su ser? Porque se ha comportado como si nada hubiera pasado…
– Porque no esta dispuesta a creerlo, al menos hasta que no se sepa con seguridad si es cierto o no. Esta es una de las razones por las que quiere mantenerlo en secreto. Esta esperando la confirmacion y al mismo tiempo el desmentido. Pero yo he leido la carta y no tengo la menor duda de que el hombre estaba diciendo la verdad.
Apuro la copa y le quedo en el paladar un regusto a vinagre.
– ?Te das cuenta ahora de por que no queria hablar de ello, Claudine, y de la razon por la que te he pedido el mas absoluto secreto?
– ?Por la cruz de Cristo, si! Justino, esto cambiara… lo cambiara todo.
– Si, lo cambiara.
Sabia que la historia que acababa de contar no resistiria un examen riguroso, pero era tan sensacional que a nadie se le ocurriria ponerla en duda, al menos al oirla por primera vez. Depositando la copa en la paja del suelo, se echo, fatigado, con la cabeza sobre la almohada. Claudine se acurruco junto a el y continuo expresando su asombro, manifestando su compasion por Leonor y especulando como la muerte de Ricardo afectaria a la sucesion al trono. Finalmente, y al darse cuenta del silencio de Justino, le dio un codazo en el costado.
– Te estas quedando dormido, ?verdad?
– Lo siento -murmuro el-, pero me he pasado la noche en vela.
– Lo habia olvidado -dijo, e inclinandose le beso en la mejilla-. Duermete entonces, amor mio. Tal vez yo haga lo mismo…
Dandose la vuelta en la almohada, Justino respiro el perfume del cabello de Claudine, dulce como la lluvia. Estaba agotado pero no podia dormir. ?Que ocurriria si se habia equivocado respecto a ella? ?Como podria esperar que le perdonara? Pero, ?y si no estaba equivocado? ?Que pasaria entonces?
Nunca llegaria a saber cuanto rato estuvo tendido alli. Estaba perdido en el tiempo, atrapado tras las lineas enemigas de un pais extranjero, sin ningun hito familiar que lo orientara.
– ?Justino? -Claudine le estaba moviendo el brazo-. Amor mio, despiertate.
– ?Que pasa?
– No me encuentro bien -dijo ella, haciendo un esfuerzo para sonreir-. Tengo a veces estos fuertes dolores de cabeza. Me dan cuando menos me lo espero y caen sobre mi como una tormenta en un cielo sin nubes.
Justino se incorporo.
– Hay una botica al otro lado de la calle. Me acercare a ver si esta aun abierta.
Claudine hizo un gesto negativo con la cabeza y a continuacion se estremecio.
– Agradezco tu amable ofrecimiento, pero no me servira de nada. -Frotandose las sienes, se estremecio de nuevo y le dirigio otra sonrisa como si quisiera pedirle perdon-. El unico remedio es una tisana que me hacen en Aquitania. Ni siquiera estoy segura de que consta, creo que se compone de flor de crisantemo, betonica y otras hierbas cuyo nombre no recuerdo. Cuando tengo uno de estos terribles dolores de cabeza, lo unico que puedo hacer es tomarme la tisana y meterme en la cama hasta que me pase. ?Te importaria llevarme a la Torre?
– No, no me importa.
– No es sorprendente que me tengas tan enamorada -dijo Claudine, buscando a tientas la mano de Justino-. Siento de todo corazon, amor mio, el haber estropeado la noche que ibamos a pasar juntos.
Justino miro los delicados dedos entrelazados con los suyos.
– No te preocupes, Claudine -dijo dulcemente-. Lo comprendo.
Se separaron en los escalones que conducian al cuerpo central de la Torre, porque Claudine insistio en que no era preciso que la acompanara mas lejos. No le beso porque era un lugar demasiado publico para eso. En su lugar, le apreto la mano y le acaricio clandestinamente la palma con sus dedos.
– Lo siento, Justino.
– Llevare tu yegua a los establos -le dijo el. Pero no se movio enseguida, sino que permanecio de pie observandola hasta que desaparecio en el vestibulo de entrada de la Torre.
– Ese si que es un buen caballo. -Un muchacho paso silbando, parandose un instante para echarle a
– Espera -dijo Justino-. Me gustaria hablar contigo un momento, muchacho. ?Conoces a Lady Claudine?
– Si, la conozco, ?por que lo preguntais?
– La acabo de escoltar hasta aqui, hasta la Torre. Se puso enferma esta tarde y estoy preocupado. Me tranquilizara saber si ha ido directamente a los aposentos de la reina y de ahi a su lecho. Si estas dispuesto a averiguarlo, te daria medio penique.
– ?Medio penique solo por eso? ?Hecho!
Apenas habia terminado de hablar el muchacho, cuando se dirigio a las escaleras.
– Te espero en el establo -le dijo Justino-, en un periquete.
Justino le dijo al mozo de cuadra que el mismo desensillaria la montura de Claudine y se puso a hacerlo con meticuloso cuidado, tratando de no pensar mas que en la tarca que tenia entre manos. Estaba quitando la sudadera cuando el escudero entro dando saltos, rebosando del entusiasmo propio de los adolescentes.
– Bueno -anuncio-. Ya esta hecho. ?Me podeis dar dinero? -Cuando Justino le tiro una moneda, el chico la cogio en el aire-. Pense que lo mejor era que me dierais primero el dinero -dijo con una descarada sonrisa- porque no os va a gustar lo que os tengo que decir.
No tendria mas de catorce anos, pero estaba ya bien versado en intrigas cortesanas y las perversidades de