las relaciones entre adultos.

– Si lady Claudine estaba enferma, se recupero bien deprisa. La encontre abajo con el capellan. Le estaba preguntando si sabia el paradero de uno de los caballeros de la reina. Dijo que era urgente el que ella lo viera enseguida.

– ?Oiste tambien el nombre de ese caballero? – pregunto Justino con voz apagada, sabiendo ya lo que el muchacho le iba a decir.

El escudero hizo un gesto afirmativo y dijo:

– Sir Durand de Curzon.

Estaba atardeciendo cuando Justino llego a Gracechurch Street. Gunter y Ellis estaban dentro de la fragua, herrando a un caballo. Shadow estaba tumbado en un compartimiento vacio y recibio a Justino con ruidosos y alegres ladridos mientras este metia a Copper en el establo.

Ellis se quedo boquiabierto al ver a Justino.

– No esperabamos veros aqui -le espeto-. Lucas dijo que lo habiais echado de casa para poder tener una cita con una misteriosa mujer.

– Eso a ti no te importa en absoluto, Ellis. -Gunter estaba utilizando una escofina para limar un casco delantero y levanto la mirada para reprender a Ellis-. Si buscas a Lucas -le dijo a Justino-, esta en la taberna de enfrente.

– Toda la vecindad esta ahora alli celebrando la captura del asesino. -Ellis le dirigio una mirada de reproche al herrador-. Excepto nosotros.

– Sabes que tenemos que terminar esta tarea antes de que oscurezca -contesto Gunter pacientemente-. A los herradores no se nos permite trabajar dentro de las murallas de la ciudad para evitar los martillazos y otros ruidos durante la noche.

A Ellis se le hundieron los hombros y se dio la vuelta para ocuparse de la foija con un aire de resignado sacrificio. Pero se animo considerablemente cuando Justino le dio una moneda para que cuidara de Copper. Se despidio apresuradamente de ellos, llamo al perro con un silbido y salio al suave crepusculo de tonalidad azul lavanda.

El dia habia sido fresco; la noche auguraba ser francamente fria. Las pisadas de Justino se iban haciendo mas lentas conforme se acercaba a la puerta de la cabana. Alargo la mano para coger el pestillo, pero sus dedos se agarrotaron y se apretaron los punos. No podia cruzar ese umbral. No podia enfrentarse con los fantasmas que le esperaban dentro; esta noche, todavia no.

Nunca habia visto la taberna tan abarrotada; al decir que toda la calle estaba alli, Ellis no habia exagerado. Al principio nadie se dio cuenta de su presencia, porque la mayoria de los parroquianos estaban mirando a Lucas y a Aldred echando un pulso. La propia Nell estaba atrayendo tambien considerable atencion, encaramada en el borde de una mesa y haciendo gestos tan expresivos que su jarra de cerveza se movia de un lado a otro como un barco en medio de una tempestad.

– Y entonces le dije «Abel tiene veinticinco chelines bien guardados, que nos repartiremos tu y yo cuando lleves a cabo el asesinato».

Se lo contaba al publico con tal elocuencia, producto de la bebida, que el auditorio proferia murmullos de admiracion.

En medio de toda esta bulliciosa y caotica conmocion, Jonas parecia una balsa de aceite, observando las fiestas desde una mesa en un rincon con una gran jarra de cerveza llena hasta el borde y una risa sardonica. A Justino no le sorprendio que estuviera solo. Los clientes de la taberna habian aceptado a Lucas porque sus poderes eran reconocidos en mas de setenta millas de distancia. Pero Jonas era la ley de la localidad y por lo tanto representaba una amenaza inmediata. Hasta aquellos con una conciencia impoluta se inquietaban cuando el sargento se inmiscuia en su mundo.

Abriendose paso entre los parroquianos, Justino cogio un vaso vacio de una de las mesas y se encamino adonde estaba Jonas. Si Ellis sabia lo de Claudine, eso queria decir que lo sabia toda Gracechurch Street tambien. Pero Justino estaba seguro de que a Jonas le importaba muy poco el cotilleo, por muy escabroso que fuera. Jonas demostro que esto era cierto al no manifestar la menor sorpresa cuando aparecio junto a la mesa del sargento.

– Necesito hablar contigo, Jonas -dijo Justino cogiendo la jarra de vino que le deslizo el sargento por la mesa y sirviendose una generosa cantidad-. No podemos esperar a que Sampson aparezca por iniciativa propia, tenemos que sacarlo nosotros de su escondrijo y eso lo antes posible. ?Tienes alguna idea?

Jonas se encogio de hombros.

– El justicia no me paga para tener ideas.

– ?No hagas eso! -Justino, enfadado, se inclino sobre la mesa-. No te comportes como si esto no te importara nada, porque se que si te importa. Tu no quieres, como no lo quiero yo, que Sampson este merodeando por las calles de Londres. Asi que ?como vamos a encontrarlo?

Jonas se recosto en su asiento, mirando a Justino con un destello de regocijada aprobacion.

– He de mostrar mi agradecimiento a quien puso un abrojo debajo de tu montura. Es siempre util tener aliados tan inquebrantables. Podemos empezar haciendo circular el rumor de que recompensaremos en metalico a quien nos de informacion sobre Sampson. Despues podemos…

– ?Que estas haciendo aqui, De Quincy? -Tambaleandose al llegar a la mesa, Lucas cayo sentado, riendose, en el asiento mas proximo-. ?Por que no estas en la casita, echandole lena al fuego?

Justino le dirigio al auxiliar una mirada tan hostil que Lucas pestaneo y despues simulo estremecerse.

– ?Oh, oh!, ?asi es como van las cosas? Bueno, pues aqui tengo la cura para lo que te aqueja. Bebetelo, muchacho. Tal vez no puedas ahogar tus penas, ?pero sin duda alguna podras remojarlas!

– No recuerdo haberte pedido consejo, Lucas -dijo Justino de manera tan cortante que desaparecio la sonrisa en los labios del auxiliar. Antes de decidir si debia ofenderse o no, Jonas tomo la decision por el.

– Si yo quiero ver pelearse a un par de gallos jovenes, voy a una pelea de gallos. Estabamos hablando de la manera de hallar una pista para localizar a Sampson, Lucas. ?Tienes alguna sugerencia?

– No; asi de pronto, no. Sois un par de masoquistas, vuestra entrega al deber es realmente de mal gusto. ?Es que no sois capaces de descansar una noche y dedicarla a celebrar lo que hemos logrado? El Flamenco era una autentica amenaza. ?Pero Sampson? No fue capaz de burlar a ese perro tuyo trastornado, De Quincy. Creedme, es solo cuestion de tiempo hasta que el mismo meta la pata. Tened paciencia. En cuanto a mi, lo que quiero es cerveza.

– Toma la mia -dijo Justino, empujando el vaso hacia el auxiliar del justicia-. Puede que tengas razon, Lucas. Consideremos lo que sabemos de ese hombre. Esta solo en una ciudad desconocida y se le esta acabando el dinero. No es el tipo que se ponga a buscar trabajo. ?Lo es?

– Ese patan no ha trabajado ni un solo dia en toda su vida. Lo unico que sabe hacer es robar.

– Exactamente. Pero ?creeis que a un desconocido no muy espabilado le va a ir bien en Londres? ?O es mas probable que meta la pata y cometa un delito? Tal vez lo hemos estado buscando en lugares inapropiados. En lugar de buscarlo por las calles, ?por que no por las carceles?

Lucas lo miro fijamente y una lenta sonrisa le ilumino el rostro.

– ?Por que no se me habra ocurrido eso a mi? ?Demos al diablo lo que se merece, Jonas, porque la idea de De Quincy es fabulosa!

– Yo no iria tan lejos -dijo el sargento, laconico como de costumbre-. Pero es algo mas que prometedor. -Y saliendo de la boca de Jonas, Justino sabia que esas palabras eran ciertamente elogiosas.

Su sueno remojado en cerveza habia proporcionado a Justino un breve alivio. Pero se desperto por la manana con una resaca y una avalancha de recuerdos, despiadadamente vividos, de la traicion de Claudine.

Sus otros recuerdos de la noche anterior eran mas confusos. Recordaba, eso si, el ser el desagradable centro de atencion. Una vez que se hizo evidente su presencia, todo el mundo queria darle la enhorabuena. Pero querian tambien gastarle bromas con la mujer que tenia escondida en la casita de Gunter, y sus bienintencionadas mofas echaban sal sobre una herida abierta y sangrante.

Fue Lucas quien le rescato inesperadamente, desviando la conversacion de companeras de lecho a asesinatos y tumultos. Lo ultimo que recordaba Justino era al auxiliar del justicia rodeado de admiradores en la taberna, todos ellos escuchando avidamente su fascinante y espeluznante relato de la sangrienta carrera del Flamenco.

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