paciencia.
– Reshi…
– ?Hmmm? -Kvothe lo miro.
– Y entonces, ?que paso? ?Hablaste con ella?
– Claro que hable con ella. Si no hubiera hablado con ella, no habria historia. Contar esa parte no entrana grandes dificultades. Pero antes he de describirla. Y no se como hacerlo.
Bast se movio, inquieto, en la silla.
Kvothe rio, y una expresion carinosa borro la irritacion de su semblante.
– ?Que pasa? ?Describir a una mujer hermosa te resulta tan facil como contemplarla?
Bast agacho la cabeza y se ruborizo; Kvothe le puso una mano en el brazo y sonrio.
– Mi problema, Bast, es que ella es muy importante. Es importante para la historia. No se me ocurre como describirla sin quedarme corto.
– Creo que te entiendo, Reshi -dijo Bast con tono conciliador-. Yo tambien la vi. Una vez.
Kvothe se recosto en la silla, sorprendido.
– Es verdad. Lo habia olvidado. -Se llevo una mano a los labios-. Bueno, y ?como la describirias tu?
Bast se animo ante esa oportunidad. Se enderezo en el asiento, se quedo un momento pensativo y luego dijo:
– Tenia unas orejas perfectas. -Hizo un gesto delicado con las manos-. Perfectas, parecian talladas en… no se, en algo.
Cronista rio, y entonces se mostro un poco desconcertado, como si se hubiera sorprendido a si mismo.
– ?Las orejas? -pregunto como si no estuviera seguro de haber oido bien.
– Ya sabes lo dificil que es encontrar a una chica guapa con las orejas bonitas -dijo Bast con naturalidad.
Cronista volvio a reir, y esa vez le resulto mas facil.
– No -dijo-. Te aseguro que no.
Bast miro al escribano con profundo desden.
– Pues en ese caso, tendras que creerme. Eran unas orejas extraordinariamente bonitas.
– Creo que en eso has acertado -coincidio Kvothe con jovialidad. Hizo una pausa, y cuando volvio a hablar lo hizo despacio, con la mirada ausente-: El problema es que ella no se parece a nadie que yo haya conocido. Tenia algo intangible. Algo cautivador, como el calor de un fuego. Tenia una elegancia, una chispa…
– Tenia la nariz torcida, Reshi -dijo Bast interrumpiendo el ensueno de su maestro.
Kvothe lo miro, y una arruga de irritacion aparecio en su frente.
– ?Que?
Bast levanto ambas manos poniendose a la defensiva.
– Solo es un detalle, Reshi. Todas las mujeres de tu historia son hermosas. Normalmente no puedo refutarlo, porque no las conozco. Pero a esta si la vi. Tenia la nariz un poco torcida. Y si hemos de ser sinceros, tenia la cara un poco afilada para mi gusto. No era una beldad impecable, Reshi. Te lo digo yo, que he dedicado mucho tiempo a estudiar estas cosas.
Kvothe miro largamente a su pupilo con expresion solemne.
– Somos algo mas que las partes que nos conforman, Bast -dijo con un deje de reproche.
– No digo que no fuera encantadora, Reshi -se apresuro a anadir Bast-. Me sonrio, y su sonrisa era… Tenia una especie de… Iba directa a tu corazon, no se si me entiendes.
– Te entiendo, Bast. Pero yo la conozco. -Kvothe miro a Cronista-. Veras, el problema surge de la comparacion. Si digo que tiene el cabello castano, tu podrias pensar: «He conocido a muchas mujeres morenas, y algunas eran encantadoras». Pero te quedarias muy corto, porque esas mujeres no tendrian, en realidad, nada en comun con ella. Esas otras mujeres no tendrian su agudeza, su encanto natural. No se parecia a nadie que yo hubiera conocido…
Kvothe se quedo absorto, mirandose las manos recogidas. Permanecio tanto rato callado que Bast empezo a moverse, inquieto, mirando alrededor con nerviosismo.
– Supongo que no tiene sentido que me preocupe tanto -dijo Kvothe por fin, levantando la cabeza y haciendole una senal a Cronista-. Dudo que al mundo le afecte mucho que estropee tambien esto.
Cronista cogio la pluma, y Kvothe empezo a hablar antes de que la hubiera mojado en el tintero.
– Tenia los ojos castanos. Oscuros como el chocolate, como el cafe, como la madera lustrada del laud de mi padre. La cara era blanca y ovalada, como una lagrima.
De pronto Kvothe se interrumpio, como si se hubiera quedado sin palabras. El silencio que se produjo fue tan repentino y tan profundo que Cronista levanto brevemente la vista de la hoja, algo que todavia no habia hecho nunca. Pero en ese preciso instante, Kvothe empezo a hablar de nuevo:
– Su sonrisa podia parar el corazon de un hombre. Tenia los labios rojos. No era el rojo chillon, artificial, que tantas mujeres creen que las hace parecer deseables. Sus labios siempre estaban rojos, de dia y de noche. Como si minutos antes de verla tu, hubiera estado comiendo bayas o bebiendo sangre.
»Estuviera donde estuviese, siempre era el centro de todas las miradas. -Kvothe fruncio el ceno-. No me interpreteis mal. No quiero decir que fuera llamativa, ni vanidosa. Si miramos el fuego es porque parpadea, porque resplandece. Lo que atrae nuestra mirada es la luz, pero lo que hace que un hombre se acerque al fuego no tiene nada que ver con su resplandor. Lo que te atrae del fuego es el calor que sientes cuando te acercas a el. Con Denna pasaba lo mismo.
Mientras hablaba, la expresion de Kvothe iba cambiando, como si cada palabra que pronunciaba lo hiriera mas y mas. Y aunque las palabras eran claras, encajaban con su semblante, como si cada una la rasparan con una aspera lima antes de salir de sus labios.
– Era… -Kvothe tenia la cabeza tan agachada que parecia que hablara con sus manos, recogidas sobre el regazo-. ?Que estoy haciendo? -dijo con voz debil, como si tuviera la boca llena de grises cenizas-. ?Para que puede servir esto? ?Como puedo explicarosla si yo nunca la he entendido?
Cronista ya habia escrito esas palabras cuando se dio cuenta de que seguramente Kvothe no queria que lo hiciera. Se quedo quieto un instante, y luego termino de anotar el resto de la frase. Entonces espero quieto y callado un momento, antes de levantar la cabeza y mirar a Kvothe.
Kvothe lo miro tambien. Eran los mismos ojos oscuros que Cronista habia visto antes. Los ojos de un dios furioso. Cronista estuvo a punto de levantarse y apartarse de la mesa. Se produjo un gelido silencio.
Kvothe se levanto y senalo la hoja que Cronista tenia delante.
– Tacha eso -dijo con voz chirriante.
Cronista palidecio. Parecia que le hubieran clavado un punal.
Como Cronista seguia inmovil, Kvothe estiro un brazo y quito la hoja a medio escribir de debajo de la pluma de Cronista.
– Si no te sientes inclinado a tachar… -Kvothe rompio la hoja con cuidado; el sonido acabo por borrar el color de la cara del escribano.
Con mucha parsimonia, Kvothe cogio una hoja en blanco y la puso delante del anonadado escribiente.
– Copialo aqui -dijo con una voz fria e inmovil como el hierro. El hierro tambien estaba en sus ojos, duro y oscuro.
No discutieron. En silencio, Cronista copio hasta donde Kvothe tenia puesto un dedo sujetando la hoja a la mesa.
Una vez que Cronista hubo terminado, Kvothe empezo a hablar con voz crujiente y clara, como si mordiera trozos de hielo.
– ?En que sentido era hermosa? Me doy cuenta de que nada de lo que diga sera suficiente. Esta bien. Ya que no puedo decir suficiente, al menos evitare decir demasiado.
«Escribe esto: que tenia el cabello castano. Eso es. Largo y liso. Tenia los ojos castanos y el cutis claro. Eso es. Tenia la cara ovalada, la mandibula fuerte y delicada. Escribe que tenia aplomo y elegancia. Eso.
Kvothe respiro hondo antes de proseguir:
– Y por ultimo, escribe que era preciosa. Es la unica manera de expresarlo. Que era tremendamente hermosa, aunque tuviera fallos o defectos. Era preciosa, al menos para Kvothe. ?Al menos? Para Kvothe era la mas preciosa. -Por un instante Kvothe se puso en tension, como si tambien fuera a arrebatarle esa otra hoja a Cronista.
Entonces se relajo, como una vela cuando deja de soplar el viento.