El conde Threpe fue uno de los primeros en venir a verme. De cerca parecia mas bajo y mas viejo. Pero estaba muy animado y no paraba de reir mientras hablaba de mi cancion.

– ?Y entonces se rompio! -dijo gesticulando exageradamente-. Y me dije: «?Ahora no! ?Tan cerca del final no!». Pero vi que te habias hecho sangre en la mano, y note un vacio en el estomago. Nos miraste, miraste las cuerdas, y el silencio fue apoderandose de todo. Entonces volviste a poner las manos en el laud, y me dije: «Que chico tan valiente. Demasiado valiente. El no sabe que no puede salvar el final de una cancion rota con un laud roto». ?Pero lo hiciste! -Rio como si yo le hubiera gastado una broma al mundo, y dio unos pasitos de baile.

Simmon, que habia parado de llorar y que iba camino de pillar una borrachera descomunal, rio con el conde. Wilem no sabia que pensar de aquel individuo, y lo observaba con expresion seria.

– Un dia tienes que venir a tocar a mi casa -me propuso Threpe, y rapidamente levanto una mano-. No vamos a hablar de eso ahora, porque no quiero robarte mas tiempo. -Sonrio-. Pero antes de irme, quiero hacerte una ultima pregunta: ?cuantos anos paso Savien con los Amyr?

No tuve que pensar la respuesta.

– Seis. Tres anos demostrando su valia, y otros tres entrenandose.

– ?Te parece que seis es un buen numero?

No sabia adonde queria llegar.

– El seis no es precisamente un numero de la suerte -dije tentativamente-. Si lo que buscamos es un buen numero, yo subiria a siete. -Me encogi de hombros-. O bajaria a tres.

Threpe reflexiono golpeandose la barbilla con un dedo.

– Tienes razon. Pero si paso seis anos con los Amyr significa que volvio con Aloine al septimo ano. -Metio una mano en un bolsillo y saco un punado de calderilla de, al menos, tres monedas diferentes. Cogio siete talentos y me los puso en la mano.

– Senor, no puedo aceptar su dinero -balbucee. Lo que me habia sorprendido no era el dinero, sino la cantidad.

Threpe me miro con desconcierto.

– ?Por que no?

Me quede un momento con la boca abierta. No sabia que contestar.

Threpe rio y me cerro la mano con las monedas en la palma.

– No es un premio por tu actuacion. Bueno, si lo es, pero en realidad es mas bien un incentivo para que sigas practicando, para que sigas mejorando. Lo hago por la musica.

Se encogio de hombros.

– Veras, un laurel necesita agua para crecer. En eso no puedo intervenir. Pero puedo ayudar a unos cuantos musicos a que no se mojen cuando llueve, ?no? -Sus labios dibujaron una picara sonrisa-. Dios se ocupa de los laureles y de mantenerlos humedos.

Yo me ocupo de los musicos y de mantenerlos secos. Y otras mentes mas sabias que la mia decidiran cuando han de juntarse unos y otros.

Me quede un momento callado.

– Me parece que es usted mas sabio de lo que cree.

– Bueno -replico el tratando de no parecer complacido-. Mira, no dejes que se entere mucha gente, o empezaran a esperar que haga grandes cosas. -Se dio la vuelta y el gentio se lo trago rapidamente.

Me guarde los siete talentos en el bolsillo y senti que me quitaba un gran peso de encima. Fue como una anulacion de la sentencia. Quiza literalmente, pues no tenia ni idea de lo que habria podido hacer Devi para obligarme a liquidar mi deuda con ella. Respire despreocupadamente por primera vez en dos meses. Era una sensacion muy agradable.

Cuando Threpe se marcho, uno de los musicos ya consagrados vino a felicitarme. Despues lo hizo un prestamista cealdico que me estrecho la mano y me invito a una copa.

Luego vinieron un noble, otro musico y una hermosa joven que pense que quiza fuera mi Aloine hasta que oi su voz. Era la hija de un prestamista de la ciudad y charlamos un rato. Casi se me olvido besarle la mano al despedirnos.

Al cabo de un rato las caras se confundian. Uno a uno, vinieron a ofrecerme sus respetos, felicitaciones, apretones de manos, consejos, envidia y admiracion. Aunque Stanchion cumplio su palabra y se las ingenio para que no se abalanzaran todos sobre mi en masa, al poco rato empezo a costarme distinguir quien era quien. Y el metheglin no me ayudaba mucho.

No estoy seguro de cuanto rato tarde en decidir ir en busca de Ambrose. Tras recorrer el local con la mirada, di codazos a Sim-mon, que estaba jugando con unos ardites con Wilem, hasta que levanto la cabeza.

– ?Donde esta nuestro mejor amigo? -le pregunte.

Simmon me miro sin comprender, y me di cuenta de que estaba demasiado borracho para captar mi sarcasmo.

– Ambrose -aclare-. ?Donde se ha metido Ambrose?

– Se ha largado -anuncio Wilem con un deje de belicosidad-. En cuanto has terminado de tocar. Antes incluso de que te dieran el caramillo.

– Lo sabia. Ambrose lo sabia -dijo Simmon muy complacido-. Sabia que lo conseguirias y no ha soportado ver como te lo entregaban.

– Tenia mal aspecto cuando ha salido -dijo Wilem con malicia-. Estaba palido y tembloroso. Como si se hubiera enterado de que alguien habia estado meando en su vaso toda la noche.

– A lo mejor es verdad -dijo Simmon con una malicia poco habitual en el-. Yo lo habria hecho.

– ?Tembloroso, dices? -pregunte.

Wilem asintio.

– Temblaba. Como si le hubieran pegado un punetazo en el estomago. Se apoyaba en el brazo de Linten.

Esos sintomas me sonaban de algo. Eran los mismos que los de la tiritona del simpatista. Empezo a formarse una sospecha en mi mente. Imagine a Ambrose oyendome interpretar la cancion mas hermosa que jamas habia oido, y comprendiendo que estaba a punto de hacerme con el caramillo de plata.

Ambrose no podia hacer nada demasiado obvio, pero quiza encontrara un hilo suelto, o una astilla larga de la mesa. Cualquiera de esas dos cosas solo le habrian proporcionado un debil vinculo simpatico con la cuerda de mi laud: uno por ciento como mucho, y quiza solo una decima parte de eso.

Imagine a Ambrose extrayendo el calor de su cuerpo, concentrandose mientras, poco a poco, el frio se extendia por sus brazos y sus piernas. Lo imagine temblando, respirando con dificultad, hasta que al final se rompia la cuerda…

… Y yo, pese a todo, terminaba la cancion. Sonrei de satisfaccion al pensarlo. Solo era una hipotesis, desde luego, pero algo habia roto la cuerda de mi laud, y no tenia ninguna duda de que Ambrose era capaz de intentar algo asi. Volvi a concentrarme en Simmon.

– … ir y decirle: «No te guardo rencor por lo que me hiciste aquel dia en el Crisol, cuando mezclaste mis sales y me quede casi ciego durante un dia. No, que va. ?Bebe, bebe!». ?Ja! -Simmon rio, perdido en su fantasia de venganza.

El flujo de felicitaciones aflojo un poco; vinieron otro interprete de laud, el interprete de zampona consagrado al que habia visto actuar, un comerciante de Imre. Un caballero muy perfumado de cabello largo y grasiento, y acento vintico, me dio una palmada en la espalda y me entrego una bolsa de dinero llena, «para que te compres cuerdas». No me cayo bien, pero acepte la bolsa.

– ?Por que todo el mundo habla de lo mismo? -me pregunto Wilem.

– ?De que?

– La mitad de los que vienen a estrecharte la mano no caben en si de entusiasmo y se admiran de lo bonita que era la cancion. La otra mitad apenas mencionan la cancion, y solo hablan de que has tocado con una cuerda rota. Es como si ni siquiera hubieran oido la cancion.

– La primera mitad no entiende nada de musica -le explico Simmon-. Solo los que se toman en serio la musica pueden apreciar realmente lo que nuestro pequeno E'lir ha hecho esta noche.

Wilem gruno, pensativo.

– Entonces, ?es dificil eso que has hecho?

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