al aspirante y le estrechaba la mano con solemnidad. El musico puso cara de decepcion, pero consiguio componer una falsa sonrisa y saludar al publico con una inclinacion de cabeza. Stanchion lo acompano hasta la barra y le pidio una bebida servida en una jarra alta.
La siguiente en poner a prueba su talento fue una joven, rubia y elegantemente vestida. Stanchion la presento, y la joven canto un aria con una voz tan clara y pura que durante un rato olvide mi ansiedad y me senti transportado por su cancion. Por unos maravillosos instantes, me olvide de mi mismo y no pude hacer otra cosa que escuchar.
Termino antes de lo que me habria gustado, y me dejo con una tierna sensacion en el pecho y un vago cosquilleo en los ojos. Sim-mon se sorbio un poco la nariz y se froto timidamente la cara.
Entonces la joven canto otra cancion acompanandose de un arpa pequena. Yo la miraba de hito en hito, y tengo que admitir que no era solo por su habilidad musical. Tenia el cabello del color del trigo maduro. Desde donde estaba sentado, a unos diez metros del escenario, veia el azul claro de sus ojos. Tenia los brazos lisos y unas manos pequenas y delicadas que punteaban las cuerdas con agilidad. Y la forma en que sujetaba el arpa entre las piernas me hizo pensar en… bueno, en las cosas en que piensan continuamente los muchachos de quince anos.
Tenia una voz maravillosa, capaz de partirte el corazon. Por desgracia, no tocaba tan bien como cantaba. Hacia la mitad de la cancion, toco unas notas equivocadas, vacilo y se recupero antes de llegar al final de su actuacion.
Esa vez, hubo una pausa mas larga mientras Stanchion se paseaba por el local. Recorrio las tres plantas del Eolio, hablando con todo el mundo, jovenes y viejos, musicos o no.
Mientras yo observaba, Ambrose atrajo la mirada de la mujer que esperaba en el escenario y le dedico una de esas sonrisas suyas que a mi me parecian tan repugnantes y que las mujeres encontraban tan encantadoras. Luego, desviando la mirada, busco mi mesa, y nuestras miradas se encontraron. La sonrisa se borro de sus labios, y nos quedamos mirandonos largo rato, con gesto inexpresivo. Ninguno de los dos compuso una sonrisa burlona, ni articulo pequenos insultos moviendo solo los labios. Sin embargo, el fuego de nuestra enemistad se reavivo en esos pocos minutos. No puedo decir con certeza quien de los dos desvio primero la mirada.
Tras casi quince minutos recogiendo opiniones, Stanchion volvio a subir al escenario. Se acerco a la joven de cabello dorado y le estrecho la mano, tal como habia hecho con el flautista. La decepcion se reflejo en el rostro de la joven, como habia sucedido con el otro aspirante. Stanchion la ayudo a bajar del escenario y la invito a lo que deduje que debia de ser la jarra de consolacion.
A continuacion actuo otro musico consagrado; tocaba el vio-lin, y lo hacia con tanta maestria como los dos que habian tocado antes que el. Entonces Stanchion acompano al escenario a un hombre mayor, y pense que tambien el iba a pasar la prueba. Sin embargo, el aplauso con que lo recibio el publico sugeria que aquel musico era tan popular como los otros musicos consagrados que habian actuado antes que el.
Di un ligero codazo a Simmon.
– ?Quien es ese? -pregunte mientras el individuo de barba canosa afinaba su lira.
– Threpe -me contesto Simmon con un susurro-. Bueno, el conde Threpe. Toca muy a menudo; lleva anos haciendolo. Es un gran mecenas. Hace ya anos que dejo de luchar por el caramillo. Ahora se limita a tocar. Todo el mundo lo adora.
Threpe empezo a tocar, e inmediatamente comprendi por que nunca habia conseguido el caramillo. Su voz temblaba y se quebraba mientras el punteaba la lira. No llevaba bien el ritmo, y era dificil saber si habia tocado una nota equivocada. Era evidente que el mismo habia compuesto la cancion, una desvergonzada descripcion de los habitos personales de un noble de la region. Pero pese a la ausencia de merito artistico en el sentido clasico, me sorprendi riendo como el resto del publico.
Cuando termino de cantar, recibio un aplauso atronador; mucha gente golpeaba el tablero de las mesas o daba patadas en el suelo. Stanchion subio al escenario y le estrecho la mano al conde, pero Threpe no parecia decepcionado. Stanchion le dio unas energicas palmadas en la espalda y lo acompano a la barra.
Habia llegado el momento. Me levante y cogi mi laud.
Wilem me dio una palmada en el brazo, y Simmon me sonrio tratando de disimular su preocupacion. Asenti en silencio y me dirigi hacia el asiento que Stanchion habia dejado vacio, al final de la barra, donde esta torcia hacia el escenario.
Toque el talento de plata, grueso y pesado, que llevaba en el bolsillo. La parte mas irracional de mi queria agarrarse a el y guardarlo para mas adelante. Pero sabia que en pocos dias, un solo talento no me serviria para nada. Con el caramillo del Eolio, en cambio, podria mantenerme tocando en las posadas de Imre. Si tenia la suerte de gustarle a algun mecenas, podria ganar suficiente dinero para liquidar mi deuda con Devi y para pagar mi matricula. Era un riesgo que tenia que correr.
Stanchion volvio sin prisa a su sitio en la barra.
– Tocare ahora, senor. Si le parece bien. -Confiaba en no parecer todo lo nervioso que estaba. Me sudaban las palmas de las manos, y se me resbalaba el estuche del laud.
Stanchion me sonrio e inclino la cabeza.
– Entiendes al publico, chico. Este esta a punto para escuchar una cancion triste. ?Sigues queriendo tocar «Savien»?
Asenti.
Stanchion se sento y dio un trago.
– Muy bien. Demosles un par de minutos para que se calmen y comenten la ultima actuacion.
Asenti otra vez y me apoye en la barra. Aproveche ese rato para inquietarme inutilmente por cosas que no podia controlar.
Una de las clavijas de mi laud estaba suelta y no tenia dinero para arreglarla. Todavia no habia subido al escenario ninguna mujer acreditada con el caramillo del Eolio. Senti desasosiego al pensar que quiza aquella fuera una noche excepcional en que los unicos musicos consagrados que habia en el Eolio eran hombres, o mujeres que no sabian la parte de Aloine.
Al poco rato, Stanchion se levanto y me miro arqueando una ceja. Asenti y cogi el estuche de mi laud. De pronto lo vi terriblemente gastado. Subimos juntos la escalera.
En cuanto pise el escenario, el ruido de la sala se redujo a un murmullo. Al mismo tiempo, mi nerviosismo me abandono, consumido por la atencion del publico. Siempre me ha pasado lo mismo. Antes de salir a escena, me pongo nervioso y sudo. En cuanto subo al escenario, me quedo calmado como una noche de invierno sin viento.
Stanchion pidio al publico que me valorara como candidato a obtener el caramillo de plata. Sus palabras tenian un tono tranquilizador y ritualista. Me hizo una senal, y no hubo aplausos, sino solo un silencio de expectacion. De pronto me vi como debia de verme el publico. No iba bien vestido, como los anteriores aspirantes; de hecho, iba mas bien harapiento. Joven, casi un nino. Sentia como su curiosidad los acercaba mas a mi.
Deje que esa curiosidad aumentara y me tome mi tiempo para abrir el gastado estuche de segunda mano y sacar mi gastado laud de segunda mano. Senti como la atencion del publico aumentaba al ver el feo instrumento. Toque flojo unos cuantos acordes, y ajuste las clavijas afinando un poco el laud. Toque unos acordes mas, probando; escuche y asenti para mi.
Las luces que iluminaban el escenario dejaban el resto de la sala en penumbra. Mire al publico y me parecio encontrarme ante un millar de ojos. Simmon y Wilem, Stanchion junto a la barra, Deoch junto a la puerta. Note un cosquilleo en el estomago al ver a Ambrose mirandome con expresion amenazadora.
Desvie la mirada y repare en un hombre con barba vestido de rojo: el conde Threpe; en una pareja de ancianos que se daban la mano; en una muchacha hermosa de ojos castanos…
Mi publico. Le sonrei. Mi sonrisa los acerco aun mas a mi, y cante:
?Silencio! ?Atentos! Pues por mucho que escuchaseis,
mucho aguardariais sin la esperanza de oir una cancion
tan dulce como esta, compuesta por el propio Illien
hace una eternidad. Una obra maestra sobre la vida
de Savien, y de Aloine, la mujer que tomo por esposa.
Deje que la oleada de susurros recorriera el local. Los que conocian la cancion profirieron exclamaciones