extremo del mundo a buscarle una hoja del arbol cantor.

Denna inclino la silla hacia atras y me miro con una mirada peligrosa.

– Una hoja del arbol cantor -murmuro-. No estaria nada mal. ?Serias capaz de traerme una?

– Si -afirme, y me sorprendio darme cuenta de que era verdad.

Me miro como si se lo estuviera planteando seriamente; entonces sacudio la cabeza.

– No seria capaz de enviarte tan lejos. Tendre que guardarme ese favor para otro dia.

Suspire.

– Asi que quedo en deuda contigo.

– ?Oh, no! -exclamo Denna-. Otra carga para el corazon de mi Savien…

– La carga mas pesada que soporta mi corazon es que temo que nunca sabre tu nombre. Podria seguir pensando en ti como Fe-lurian -dije-. Pero eso daria pie a desafortunadas confusiones.

Denna me miro como evaluandome.

– ?Felurian? Podria gustarme eso si no pensara que eres un mentiroso.

– ?Mentiroso? -proteste, indignado-. Lo primero que he pensado al verte ha sido: «?Felurian! ?Que he hecho? La adulacion de mis pares ha sido una perdida de tiempo. Si pudiera recordar los momentos que he desperdiciado, solo podria esperar pasarlos de una manera mas sabia, y calentarme con una luz que rivaliza con la luz del dia».

Denna sonrio.

– Un mentiroso y un ladron. Eso lo has robado del tercer acto de Daeonica.

Pero ?como? ?Tambien conocia Daeonica}

– Me confieso culpable -concedi-. Pero eso no significa que no sea verdad.

Sonrio a Sovoy y luego me miro.

– Los halagos estan muy bien, pero con ellos no conseguiras que te revele mi nombre. Sovoy me ha comentado que estudiais juntos en la Universidad. Eso significa que tonteas con fuerzas oscuras que es mejor dejar en paz. Si te digo mi nombre, tendras un poder terrible sobre mi. -Sus labios estaban serios, pero su sonrisa se insinuaba alrededor de las comisuras de sus ojos y en la forma de ladear la cabeza.

– Eso es cierto -dije tambien con seriedad-. Pero te voy a proponer un trato. Te dire mi nombre a cambio del tuyo. Asi, tu tambien tendras poder sobre mi.

– Serias capaz de venderme mi propia camisa -repuso Denna-. Sovoy sabe como te llamas. Suponiendo que no me lo haya dicho ya, podria sonsacarselo sin ninguna dificultad.

– Cierto -confirmo Sovoy, que parecia aliviado de que nos hubieramos acordado de que estaba alli. Le cogio una mano a Denna y se la beso.

– Sovoy puede decirte mi nombre -dije con desden-, pero no puede dartelo. Eso solo puedo hacerlo yo. -Puse una mano, plana, encima de la mesa-. Mi oferta sigue en pie: mi nombre a cambio del tuyo. ?Aceptas? ?O me vere a obligado a pensar siempre en ti como una Aloine, y nunca como en ti misma?

Denna desvio la mirada hacia uno y otro lado.

– Esta bien -dijo-. Pero primero tendras que darme tu el tuyo.

Me incline hacia delante y le hice senas para que me imitara.

Denna le solto la mano a Sovoy y acerco una oreja. Con la debida solemnidad, susurre mi nombre en su oido: «Kvothe». Denna olia debilmente a flores; supongo que era perfume, pero debajo de ese olor estaba su propio olor: a hierba verde, como el camino tras una fina lluvia primaveral.

Denna se recosto de nuevo en la silla y se quedo pensativa.

– Kvothe -dijo al final-. Te pega. Kvothe. -Sus ojos chispearon, como si ocultara un secreto. Lo dijo despacio, como saboreandolo, y luego asintio-. ?Que significa?

– Significa muchas cosas -conteste con mi mejor voz de Ta-borlin el Grande-. Pero no lograras distraerme tan facilmente. He pagado, y ahora estoy en tus manos. ?Vas a darme tu nombre, para que pueda llamarte por el?

Denna sonrio y volvio a inclinarse hacia delante. Yo me incline tambien. Ladee la cabeza y note la caricia de un mechon de su cabello.

– Dianne -dijo, y su calido aliento fue como una pluma rozandome la oreja-. Dianne.

Nos recostamos ambos en nuestros respectivos respaldos. Me quede callado, y Denna dijo:

– ?Y bien?

– Ya lo tengo -dije-. Puedes estar segura.

– Entonces dilo.

– Me lo reservo -la tranquilice, sonriendo-. Estos regalos no se deben derrochar.

Me miro y cedi.

– Dianne -dije-. Dianne. Tambien te pega.

Nos miramos largo rato, y entonces repare en que Sovoy me miraba de hito en hito.

– Tengo que bajar -dije levantandome apresuradamente de la silla-. He quedado con unas personas importantes. -Nada mas pronunciarlas, mis torpes palabras chirriaron en mis oidos, pero no se me ocurrio ninguna forma de retirarlas sin quedar como un imbecil.

Sovoy se levanto y me estrecho la mano; no cabe duda de que se alegraba de librarse de mi.

– Te felicito por tu actuacion, Kvothe. Hasta pronto.

Me volvi y vi que Denna tambien se habia levantado. Me miro a los ojos y sonrio.

– Yo tambien espero verte pronto. -Me tendio una mano.

Esgrimi mi mejor sonrisa.

– Siempre queda la esperanza. -Pretendia ser una frase ocurrente, pero se volvio casi grosera en cuanto salio de mis labios. Tenia que marcharme antes de que me pusiera aun mas en ridiculo. Le estreche rapidamente la mano a Denna y la note un poco fria. Suave, delicada y fuerte. No se la bese, porque Sovoy era amigo mio, y no esta bien hacerle eso a un amigo.

59 Lo que se sabe

Con el tiempo, y con considerable ayuda de Deoch y de Wiiem, me emborrache.

Y asi es como esa noche tres alumnos emprendieron el regreso, un tanto erratico, a la Universidad. Mirad como van, tambaleandose ligeramente. No se oye nada, y cuando la campana de la torre da la hora, esta no rompe el silencio sino que lo sostiene. Los grillos tambien respetan el silencio. Sus cantos son como cuidadosas puntadas en su tela, casi demasiado pequenas para ser vistas.

La noche los envuelve como calido terciopelo. Las estrellas, luminosos diamantes en el cielo sin nubes, tinen el camino por el que andan de un gris plateado. La Universidad e Imre son el centro del conocimiento y el arte, el mas fuerte de los cuatro rincones de la civilizacion. Aqui, en el camino que las une, solo hay arboles centenarios y larga hierba mecida por el viento. Es una noche perfecta, un tanto salvaje, casi aterradoramente hermosa.

Los tres muchachos, uno moreno, uno rubio y uno como el fuego, no se fijan en la noche. Quiza una parte de ellos si lo haga, pero son jovenes y estan borrachos y ocupados sabiendo en el fondo de sus corazones que nunca creceran ni moriran. Tambien saben que son amigos, y comparten cierto amor que nunca los abandonara. Los muchachos saben muchas otras cosas, pero quiza ninguna tan importante como esa. Quiza tengan razon.

60 Fortuna

Al dia siguiente me presente en el sorteo de admisiones con mi primera resaca. Cansado y un tanto mareado, me puse en la cola mas corta e intente ignorar el barullo de los centenares de alumnos que se paseaban comprando, vendiendo, intercambiando y, en general, quejandose de las horas de examen que les habian tocado.

– Kvothe, hijo de Arliden -dije cuando por fin llegue al mostrador. La mujer con cara de aburrimiento que me atendio anoto mi nombre y yo saque una ficha de la bolsa de terciopelo negro. «Hepten: mediodia», rezaba. Tenia

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