Denna me escuchaba atentamente.

– El problema es que cuando le regalas flores a una chica, tu eleccion puede interpretarse de diferentes maneras. Un hombre podria regalarte una rosa porque te considera hermosa, o porque le gustan su color, su forma o su suavidad, que le recuerdan a tus labios. Las rosas son caras; al elegirlas, quiza quiera demostrarte que eres valiosa para el.

– Has defendido bien a las rosas -dijo Denna-. Pero resulta que a mi no me gustan. Elige otra flor que me pegue.

– Pero ?que pega y que no pega? Cuando un hombre te regala una rosa, lo que tu ves quiza no sea lo que el pretende hacerte ver. Tal vez te imaginas que te ve como algo delicado y fragil. Quiza no te guste un pretendiente que te considera muy dulce y nada mas. Quiza el tallo tenga espinas, y deduzcas que el piensa que podrias rechazar una mano demasiado rapida. Pero si corta las espinas, quiza pienses que no le gustan las mujeres que saben defenderse ellas solas. Las cosas pueden interpretarse de muchas formas -conclui-. ?Que debe hacer un hombre prudente?

Denna me miro de reojo.

– Si ese hombre fueras tu, supongo que tejeria palabras inteligentes y confiaria en que la pregunta quedara olvidada. -Ladeo la cabeza-. Pero no va a quedar olvidada. ?Que flor escogerias para mi?

– Esta bien, dejame pensar. -Me volvi y la mire; luego mire hacia otro lado-. Vamos a hacer una lista. Quiza diente de leon: es radiante, y tu eres radiante. Pero el diente de leon es una flor muy corriente, y tu no eres una persona corriente. De las rosas ya hemos hablado, y las hemos descartado. ?Belladona? No. ?Ortiga? Quiza…

Denna hizo como si se enfadara y me saco la lengua.

Me di unos golpecitos en los labios, fingiendo cavilar.

– Tienes razon, solo te pega por la lengua.

Dio un resoplido y se cruzo de brazos.

– ?Avena loca! -exclame, y Denna solto una carcajada-. Es salvaje, y eso encaja contigo, pero es una flor pequena y timida. Por esa y por otras… -carraspee- razones mas obvias, creo que descartaremos tambien la avena loca.

– Una lastima -dijo Denna.

– La margarita tambien es bonita -prosegui sin dejar que Denna me distrajera-. Alta y esbelta, y crece en los margenes de los caminos. Una flor sencilla, no demasiado delicada. La margarita es independiente. Creo que te pega… Pero continuemos. ?Lirio? Demasiado llamativo. Cardo: demasiado distante. Violeta: demasiado escueta. ?Trilio? Hmmm, podria ser. Una flor bonita. No se deja cultivar. La textura de los petalos… -realice el movimiento mas atrevido de mi corta vida y le acaricie suavemente el cuello con dos dedos- es lo bastante suave para estar a la altura de tu piel. Casi. Pero crece demasiado a ras del suelo.

– Has compuesto todo un ramillete -dijo ella con dulzura. Inconscientemente, se llevo una mano al cuello, al sitio donde yo la habia tocado; la dejo alli un instante y luego la dejo caer.

?Buena o mala senal? ?Estaba borrando mi roce o reteniendolo? La incertidumbre se apodero de mi y decidi no correr mas riesgos. Me pare y dije:

– Flor de selas.

Denna se paro tambien y se volvio para mirarme.

– ?Tanto pensar y eliges una flor que no conozco? ?Que es una flor de selas? ?Por que?

– Es una planta trepadora, fuerte, que da flores de color rojo intenso. Las hojas son oscuras y delicadas. Crecen mejor en sitios umbrios, pero la flor capta los pocos rayos de sol para abrirse. -La mire-. Te pega. En ti tambien hay sombras y luz. La selas crece en los bosques, y no se ven muchas, porque solo la gente muy habil sabe cuidarla sin hacerle dano. Tiene una fragancia maravillosa. Muchos la buscan, pero cuesta encontrarla. -Hice una pausa y escudrine el rostro de Denna-. Si. Ya que estoy obligado a elegir, elijo la selas.

Denna me miro; luego aparto la vista.

– Me sobrevaloras.

Sonrei.

– ?No sera que tu te infravaloras?

Denna atrapo un trozo de mi sonrisa y me lo devolvio, destellante.

– Te has acercado mas antes. Margaritas: dulces y sencillas. Las margaritas son la clave para conquistar mi corazon.

– Lo recordare. -Seguimos andando-. Y a mi, ?que flor me regalarias? -le pregunte con la intencion de pillarla desprevenida.

– Una flor de sauce -contesto ella sin vacilar ni un segundo.

Cavile un buen rato.

– ?Los sauces dan flores?

Denna miro hacia arriba y hacia un lado, pensando.

– Me parece que no.

– Entonces, es un regalo muy raro -dije riendo-. ?Por que una flor de sauce?

– Porque me recuerdas a un sauce -respondio ella con naturalidad-. Fuerte, bien enraizado y oculto. Te mueves con facilidad cuando llega la tormenta, pero nunca vas mas lejos de donde quieres llegar.

Levante ambas manos, como si rechazara un golpe.

– No me digas palabras tan dulces -proteste-. Lo que quieres es que ceda a tu voluntad, pero no lo conseguiras. ?Tus halagos no son para mi mas que viento!

Denna se quedo mirandome, como si quisiera asegurarse de que habia terminado mi diatriba.

– De entre todos los arboles -dijo esbozando una sonrisa con sus elegantes labios-, el sauce es el que mas se mueve segun los deseos del viento.

La posicion de las estrellas me indicaba que habian pasado cinco horas. Pero parecia que no hubiera transcurrido el tiempo cuando llegamos al Remo de Roble, la posada de Imre donde se alojaba Denna. En la puerta hubo un momento que duro una hora, durante el cual me plantee besarla. Habia estado tentado de hacerlo una docena de veces en el camino, mientras hablabamos: cuando nos detuvimos en el Puente de Piedra para contemplar el rio, iluminado por la luna; bajo un tilo de uno de los parques de Imre…

En esos momentos habia sentido que surgia una tension entre nosotros, algo casi tangible. Denna esbozaba su misteriosa sonrisa y me miraba sin mirarme, con la cabeza ligeramente ladeada; y me rondaba la sospecha de que debia de estar esperando que yo hiciera… algo. ?Rodearla con el brazo? ?Besarla? ?Como iba a saberlo? ?Como podia estar seguro?

No podia. Asi que resisti la atraccion. No queria dar demasiado por hecho; no queria ofenderla ni ponerme en ridiculo. Es mas, la advertencia de Deoch me habia hecho dudar. Quiza lo que yo sentia no fuera mas que el encanto natural de Denna, su carisma.

Como todos los chicos de mi edad, yo era un idiota en materia de mujeres. Lo que me diferenciaba de los demas era que yo era dolorosamente consciente de mi ignorancia, mientras que otros, como Simmon, iban dando tumbos, poniendose en ridiculo con su inexperto galanteo. Me atormentaba pensar que Denna pudiera reirse de mi torpeza si le hacia una insinuacion inoportuna. No hay nada que odie mas que hacer las cosas mal.

Asi que me despedi y la vi entrar por la puerta lateral del Remo de Roble. Respire hondo y tuve que controlarme para no reir a carcajadas ni ponerme a bailar. Estaba impregnado de ella, del olor del viento en su cabello, del sonido de su voz, de las sombras que la luz de la luna dibujaba en su cara.

Entonces, poco a poco, fui bajando a la tierra. No habia dado ni seis pasos cuando me desinfle como una vela cuando deja de soplar el viento. Mientras recorria las calles de la ciudad, pasando por delante de casas dormidas y oscuras posadas, mi estado de animo paso de la euforia a la duda en lo que se tarda en respirar tres veces.

Lo habia estropeado todo. Todo lo que habia dicho, y que en su momento me habia parecido tan inteligente, era en realidad lo peor y lo mas delirante que se podia decir. Denna ya estaba en su habitacion, respirando de alivio por haberse librado, por fin, de mi. Pero me habia sonreido. Se habia reido.

Denna no habia recordado nuestro primer encuentro en el camino de Tarbean. Eso significaba que no habia dejado ninguna huella en ella.

«Robame», me habia dicho.

Debi ser mas atrevido y besarla. Debi ser mas prudente. Habia hablado en exceso. No habia dicho

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