Asenti, y Wilem puso cara de satisfaccion. Entonces fruncio el ceno.
– Ahora que me acuerdo, hay una frase extrana en tu idioma. La gente siempre me pregunta por el camino de Tinue. «?Como esta el camino de Tinue?», dicen. ?Que significa?
Sonrei.
– Es un modismo. Significa…
– Ya se que es un modismo -me interrumpio Wilem-. ?Que significa ese en concreto?
– Ah -dije, un tanto abochornado-. Solo es un saludo. Es como preguntar «?Como va todo?», o «?Que hay?».
– Eso tambien es un modismo -protesto Wilem-. Vuestro idioma esta plagado de tonterias. Me extrana que os entendais. «?Como va todo?» ?Va adonde? -Sacudio la cabeza.
– A Tinue, por lo visto -dije sonriendo-.
Salimos del patio y deambulamos un rato por la Universidad. Wilem me mostro otros edificios destacados, incluidas varias tabernas, el complejo de alquimia, la lavanderia cealdica y dos bur-deles: el autorizado y el prohibido. Pasamos al lado de las lisas paredes de piedra del Archivo, de un tonelero, de un encuadernador, de un boticario…
Entonces se me ocurrio una idea.
– ?Sabes mucho de hierbas?
Wilem nego con la cabeza.
– Se me da mejor la quimica. Y a veces escardo un poco en el Archivo con Titere.
– Escarbo -dije enfatizando la «b»-. Escardar es otra cosa. ?Quien es Titere?
Wil espero un momento.
– No es facil describirlo. -Hizo un ademan para quitarle importancia-. Ya te lo presentare mas tarde. ?Que necesitas saber sobre hierbas?
– Nada, en realidad. ?Me harias un favor? -Wilem asintio, y yo senale la botica mas cercana-. Ve a comprarme dos escrupulos de nahlrout. -Le di dos drabines de hierro-. Supongo que con esto tendras suficiente.
– ?Por que yo? -me pregunto con recelo.
– Porque no quiero que el boticario me mire como diciendo «eres muy joven». -Frunci el ceno-. Hoy no estoy para aguantar esas cosas.
Wilem tardo en volver, y me puse nervioso.
– El boticario tenia mucho trabajo -me explico al ver mi expresion de impaciencia. Me dio un paquetito de papel y unas cuantas monedas del cambio-. ?Que es?
– Es para calmar el estomago -dije-. El desayuno no me ha sentado bien, y no me gustaria vomitar mientras me esten azotando.
Invite a Wilem a sidra en una taberna cercana; yo tambien me tome un vaso, para tragarme el nahlrout. Procure no hacer muchas muecas, porque tenia un sabor amargo y a tiza. Poco despues oimos las campanadas de mediodia.
– Creo que tengo que irme a clase. -Wil trato de decirlo con aire despreocupado, pero tenia la voz estrangulada. Me miro abochornado y un poco palido pese a su oscuro cutis-. No me gusta la sangre. -Esbozo una sonrisa temblorosa-. Mi sangre… La sangre de un amigo…
– No pienso sangrar mucho -dije-. Pero no te preocupes. Me has ayudado a soportar lo peor: la espera. Gracias.
Nos separamos, y tuve que dominar una oleada de arrepentimiento. Wil, que solo me conocia desde hacia tres dias, se habia tomado la molestia de ayudarme. Habria podido tomar el camino mas facil y estar resentido por lo rapido que me habian admitido en el Arcano, como habian hecho muchos otros. Pero el se habia portado como un amigo y me habia ayudado a soportar unos momentos dificiles, y yo le habia pagado con mentiras.
Mientras caminaba hacia el poste del banderin, notaba el peso de las miradas de la muchedumbre. ?Cuanta gente habia alli? ?Doscientas personas? ?Trescientas? A partir de cierto punto, las cifras dejan de importar, y lo unico que queda es la masa sin rostro de una multitud.
Mi experiencia teatral me mantuvo firme bajo aquellas miradas. Camine con seguridad hacia el poste en medio de un mar de murmullos. No adopte un porte orgulloso, porque sabia que eso podia resultar contraproducente. Tampoco me mostre arrepentido. Actue bien, como me habia ensenado mi padre, y ni el miedo ni la aprension se reflejaron en mi cara.
Mientras andaba, note que el nahlrout empezaba a hacerme efecto. Me sentia completamente despierto, mientras que alrededor de mi todo se volvia dolorosamente brillante. El tiempo parecia transcurrir mas lentamente a medida que me*acercaba al centro del patio. Miraba las pequenas nubes de polvo que levantaban mis pies al pisar los adoquines. Note que una rafaga de viento levantaba la orilla de mi capa, se colaba por debajo y ascendia por mi espalda hasta refrescar el sudor entre mis omoplatos. Por un instante me parecio que, si quisiera, podria contar las caras de la multitud que me rodeaba, como si fueran las flores de un campo.
No vi a ningun maestro entre el gentio, salvo a Hemme. Estaba ridiculo, plantado cerca del poste con actitud petulante. Tenia los brazos cruzados, y las mangas de su negra tunica de maestro colgaban junto a sus costados. Me miro, y sus labios compusieron una blanda sonrisita.
Decidi morderme la lengua antes que darle la satisfaccion de parecer asustado o angustiado. Le dedique una amplia y serena sonrisa y desvie la mirada, dandole a entender que su presencia no me preocupaba lo mas minimo.
Llegue al poste. Oi que alguien leia algo, pero las palabras no eran mas que un vago zumbido. Me quite la capa y la puse en el respaldo del banco de piedra que habia en la base del poste. Entonces empece a desabrocharme la camisa, con la misma naturalidad como si me estuviera desnudando para darme un bano.
Me detuvo una mano que me asio por la muneca. El hombre que habia leido el comunicado me dedico una sonrisa que trataba de ser consoladora.
– No hace falta que te quites la camisa -me dijo-. Asi no te dolera tanto.
– No pienso estropear una buena camisa -dije.
El tipo rrie miro con extraneza; se encogio de hombros y paso una cuerda por un aro de hierro que colgaba sobre nuestras cabezas.
– Tienes que darme las manos.
Lo mire a los ojos.
– No se preocupe, no voy a huir.
– Es para que no te caigas si te desmayas.
Lo mire con dureza.
– Si me desmayo, puede usted hacer lo que quiera -dije con firmeza-. Hasta que eso no ocurra, no me dejare atar.
Mi tono de voz le hizo desistir. No discutio conmigo; me subi al banco de piedra que habia bajo el poste y estire los brazos para agarrarme al aro de hierro. Lo asi con fuerza con ambas manos. Era liso y frio, y lo encontre extranamente reconfortante. Me concentre en el mientras me sumergia en el Corazon de Piedra.
Oi como la gente se apartaba de la base del poste. Entonces la multitud se callo; ya solo se oian los debiles chasquidos del latigo que estaban probando detras de mi. Era una suerte que fueran a azotarme con un latigo simple. En Tarbean habia visto los estragos que podia causar un latigo de seis colas en la espalda de un hombre.
De pronto se produjo un silencio. Y entonces, antes de que pudiera prepararme, oi un restallido mas fuerte que los anteriores. Note que una debil linea de fuego me cruzaba la espalda.
Aprete los dientes. Pero no era tan doloroso como yo esperaba. Incluso con las precauciones que habia tomado, creia que notaria un dolor mas intenso.
Entonces recibi el segundo latigazo. El restallido fue mas fuerte, y lo oi a traves del cuerpo mas que con los oidos. Note una extrana flacidez en la espalda. Contuve la respiracion y comprendi que mi piel se habia desgarrado y que estaba sangrando. Todo se volvio rojo durante unos instantes, y me apoye en la aspera y alquitranada madera del poste.