impotente, y Eduardo senalo al nino sentado en el suelo-. Mi hermano Ricardo, duque de Gloucester.

El nino miro a Somerset con fria compostura.

– Nos conocimos en Ludlow -dijo, y Eduardo rio. Los Neville tambien rieron. Somerset sintio un odio que se impuso sobre el miedo.

– ?Pensais decapitarme en vuestra camara, delante del nino? -exclamo con desafiante desden.

Juan Neville se puso de pie.

– Cuidado, Somerset -murmuro-. Esta noche o manana, para mi da lo mismo.

Warwick no se molesto en moverse, pero entorno los ojos oscuros, transmitiendo una animadversion mas implacable y ominosa que la serena advertencia de su hermano.

Eduardo sacudio la cabeza.

– No sois tonto, Somerset -dijo con impaciencia-. ?Entonces por que hablais como tal? Por amor de Dios, hombre, ?creeis que os haria traer a mi camara privada si pensara separar vuestra cabeza de vuestros hombros?

Los Neville parecian tan azorados como Somerset. Solo Ricardo permanecia impavido, mirando a su hermano con sumo interes.

Warwick hablo el primero, desechando las palabras que habia oido.

– No pensaras perdonarle la vida, Ned -dijo bruscamente-. ?Precisamente a Somerset! Imposible.

Sin reparar en el tono perentorio de su primo, Eduardo anadio uno de los cojines de Ricardo a la pila que estaba sobre la cama y se recosto comodamente sobre los codos.

– Decidme, Somerset -dijo con calma-. ?Mi primo Warwick tiene razon? ?Es en verdad imposible?

Somerset no supo que responder. Esta subita sugerencia de un perdon superaba sus defensas, lo sumia en emociones turbulentas. Solo podia pensar que este era un vengativo y cruel preludio a la ejecucion.

– No lo entiendo -confeso, y aun esa admision le resulto dificil.

– Hace veintiun meses que trajinais por una causa perdida. Vuestra reina puede suplicar en todas las cortes de Europa, y no le servira de nada. Inglaterra es mia, hombre. ?Podeis aceptarlo? ?Podeis aceptar una monarquia yorkista?

Somerset guardo silencio. Ya no estaba seguro de que esto fuera un engano cruel, la venganza de York por el castillo de Sandal. Miro a Eduardo y a los incredulos Neville, viendo de pronto que Margarita estaba en lo cierto en su valoracion de Eduardo y que el estaba equivocado, que este indolente joven de veinte anos no era pelele de nadie, que solo halagaba a sus parientes Neville cuando le convenia.

– ?Y si pudiera? -dijo fatigosamente, negandose a abrazar la esperanza, negandose a creer que la sencilla oferta de Eduardo fuera sincera.

– Yo estaria dispuesto a ofreceros un indulto. A recibiros en mi corte. -Eduardo hizo una pausa-. Y a devolveros los titulos y tierras que fueron confiscados bajo la Ley de Proscripcion, aprobada contra vos por mi primer parlamento el ano pasado.

– Por Dios -jadeo Somerset, incapaz de disimular mas, pues solo podia maravillarse ante la magnitud del ofrecimiento de su enemigo.

Eduardo miro de soslayo a sus atonitos primos y a su embelesado hermano menor antes de volverse hacia Somerset.

– ?Y bien? -pregunte-. ?Que respondeis?

– Hablais en serio, ?verdad? -barboto Somerset, tan arrebolado que por un instante parecio el mas joven de los dos. Por primera vez en muchos anos, el orgullo no contaba para nada. Solo sentia confusion y una embriaguez de los sentidos, tan intensa que corria peligro de emborracharse con solo respirar.

– ?Tengo razon al suponer que aceptais mi ofrecimiento? -pregunto Eduardo con una sonrisa, tan contagiosa que el azorado Somerset tambien sonrio.

– ?Seria un tonto rematado si no aceptara! -se oyo confesar, y Eduardo solto una sonora carcajada. Somerset cruzo la camara y, mientras Eduardo se incorporaba en la cama, se arrodillo ante el joven rey yorkista y presto el juramento de lealtad debido al soberano.

Warwick se acerco a Ricardo con una sonrisa.

– Dickon, ?por que no llevas los perros al jardin para que corran? Han estado encerrados aqui toda la noche, y necesitan ejercicio.

– Si, milord. -Ricardo se disponia a levantarse obedientemente cuando Eduardo le cogio el brazo y lo arrastro riendo a la cama.

– A decir verdad, Ricardo, nuestro primo Warwick piensa renir conmigo y quiere mantenerte a salvo, fuera del campo de batalla. -Sonrio, meneo la cabeza-. Deja que el muchacho se quede, primo. Le resultara mas ameno que salir con tus abominables perros.

Ricardo los miro dubitativamente. Habia comprendido que la sugerencia de Warwick era una estratagema. La furia de su primo era palpable y le habia causado mucha consternacion. Desde que vivia en la residencia de Warwick en Middleham, Ricardo se habia apegado mucho al primo que muchos empezaban a llamar «Hacerreyes». Le impresionaba el expansivo buen humor de Warwick, su munificencia, su instinto infalible para el gesto dramatico, la hazana llamativa, y las periodicas visitas de Warwick a Middleham eran ocasiones notables para Ricardo. Su primo llevaba un hervidero de actividad, animaba la rutina cotidiana y provocaba un alboroto cuando entraba en el patio del castillo con un sequito aun mayor que el cortejo de Eduardo. Pero la verdad era mas sencilla: Warwick, que no tenia hijos varones, le habia prestado mas atencion en trece meses de la que Ricardo habia obtenido de su padre en ocho anos.

La idea de que su primo rinera con Eduardo le resultaba profundamente perturbadora. Miro mas atentamente a Eduardo y noto que su hermano estaba muy compuesto, sin dar senales de furia. Se relajo. Si Ned estaba tan poco preocupado por esta confrontacion, el tampoco debia inquietarse. Se instalo discretamente al pie de la cama, dichoso de estar incluido en estos interesantes asuntos de adultos, agradeciendo que Eduardo lo considerase un digno testigo de un acontecimiento tan emocionante como la capitulacion de Somerset.

Warwick vio que Ricardo queria quedarse, y no hallo motivos para cuestionar la presencia del nino. Ademas, ya no podia contener su furia.

– ?Ned, debes de estar loco! Margarita no tiene un aliado mas firme que Somerset. Siempre conto con el respaldo de los Beaufort, y no es de extranar. Es muy probable que Somerset sea medio hermano de ese pequeno bastardo que ella osa llamar hijo de Lancaster. ?No recuerdas cuan abiertamente favorecia al padre de Somerset?

– No recuerdo muy bien. Yo solo tenia once anos cuando nacio ese mocoso. -Warwick no festejo la chanza y Eduardo se reclino contra las almohadas, poniendose serio-. Te entiendo muy bien, Dick. Si Enrique de Lancaster cree que el Espiritu Santo engendro al hijo de Margarita, yo diria que el duque de Somerset es tan buen candidato como cualquiera. Pero el que me preocupa es el actual duque de Somerset. La familia Beaufort ha sido para Lancaster lo que los Neville-han sido para York… un aliado invalorable. Si puedo ganar a los Beaufort para York, habre dado un gran paso para que el pais acepte mi soberania. ?Acaso lo niegas?

Juan Neville hablo por primera vez.

– No creo que sea posible, Ned.

– Quiza tengas razon, Johnny. Pero creo que vale la pena hacer esa apuesta, pues la ganancia que se puede obtener merece el riesgo que se corre.

– No veo ningun riesgo en separar la cabeza de Somerset de su cuerpo -espeto Warwick, y por un instante la impaciencia ensombrecio el rostro de Eduardo.

– Ambos sabeis que no me opongo a derramar sangre si es necesario. Ya he aportado mi cuota. La mayoria por necesidad y otros… -Hizo una pausa y concluyo, con una sonrisa torva-. Bien, otros por auld lang syne.

Era una expresion escocesa que Ricardo desconocia, pero la alusion a «los viejos tiempos» era inequivoca y el no sabia ofrecer consuelo, solo compartir el dolor. Eduardo lo noto y abrazo al nino. Era propenso a dar una respuesta fisica a la necesidad emocional, sobre todo con las mujeres y los ninos; con estos, un abrazo era la forma mas efectiva de reconfortar, y con las mujeres podia conducir a ofrecimientos mas gratos que el mero consuelo. Sonrio a su hermano menor y miro a sus primos.

– Os concedo que «necesidad» es una palabra tan indefinida como la virtud de una ramera de Southwark - dijo friamente-. Pero no estoy convencido de que sea necesario ejecutar a Somerset. Si estoy en lo cierto, hay mucho que ganar. Si el demuestra que me equivoco… -Se encogio de hombros.

Вы читаете El sol en esplendor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату