mientras Will y las ninas Neville se arrodillaban junto a Ricardo, parloteando.
– ?Basta de revolotear! -rezongo Ricardo. Usando el brazo libre para sentarse, fulmino a Rob con la mirada-. ?Ves lo que pasa cuando te portas como un tonto? A veces, Rob, actuas como si no tuvieras ni el seso que Dios le dio a una oveja.
Hizo una mueca cuando Ana trato de acomodarle el vendaje y Rob sintio un ataque de remordimiento.
– Fue culpa de Lovell -murmuro, y Francis, que observaba cautivado, barboto una acalorada negativa que amenazo con reavivar la pelea. Isabel, con la imperiosa autoridad innata de una Neville, los silencio a ambos.
– ?Que par de torpes! -Senalo desdenosamente el cuaderno caido, que estaba manchado y descuajeringado junto al hogar-. Llevate tus tontos garabatos. En cuanto a ti, Rob Percy, agradece que no hayas lastimado gravemente a Dickon. -Miro por encima del hombro-. Dickon, quiza debamos llamar al medico de mi madre.
– ?Santo Dios, no! -exclamo Ricardo, con genuina alarma. Miro a los demas-. Y no perdonare al que diga una palabra de esto a la senora condesa.
Viendo que su advertencia habia surtido efecto, dejo que Will le ayudara a levantarse mientras Rob aprovechaba la oportunidad para retirarse y Francis para recobrar su diario.
– Ricardo… ?te duele mucho?
– No, no mucho, Francis. -Ricardo opto por sentarse en el banco, con mas parsimonia que de costumbre-. ?De veras escribias sobre nosotros?
Francis asintio involuntariamente y sintio alivio cuando Ricardo abandono el tema.
Isabel, aburrida, se marcho del gabinete y los demas, acomodandose ante la escudilla de castanas, reanudaron un conocido tema de conversacion, escoger un nombre para el lobero. El perro, que a los cuatro meses ya era enorme y negro como un pecado proverbial, era un regalo de cumpleanos de su hermano el rey, y habia llegado esa semana por correo especial.
El cachorro se desperezo a los pies de Ricardo y miro sigilosamente el blando cuero de su zapato. Francis sonrio al observarlo. Le habia impresionado mucho que el rey recordara el cumpleanos de un hermano menor; no era tipico de los hermanos mayores, al menos no de los que el conocia. Claro que Eduardo se habia confundido un poco con la fecha, pues Ricardo habia cumplido los doce el 2 de octubre, pero Francis sabia que Eduardo ni siquiera tenia en cuenta el cumpleanos de su otro hermano, Jorge, duque de Clarence, que tenia quince anos.
No culpaba a Eduardo por eso. Francis no tenia en gran estima a Jorge, que ese verano habia hecho una interminable visita al conde de Warwick. Francis agradecia que Jorge no viviera en la residencia del conde. Cuando lo provocaban, Jorge tenia una lengua viperina y un modo perturbador de encontrar humor en cosas que no divertian a nadie. Francis no entendia por que Ricardo sentia afecto por Jorge, pero comprendia la devocion de Ricardo por su hermano mayor.
Eduardo habia permanecido en York hasta mediados de julio, negociando una tregua con los escoceses. Antes de partir de Yorkshire, se habia desviado al norte para aceptar la hospitalidad del conde de Warwick en Middleham. Su visita habia generado un grato alboroto. Sus vecinos del norte, los Metcalf de Nappa Hall y lord y lady Scrope del cercano castillo de Bolton, fueron en procesion a Middleham para honrar al rey. Francis se sorprendio al notar que aun el poderoso conde parecia menos majestuoso en presencia de Eduardo.
Habia envidiado a Ricardo en los dias que siguieron a la visita de Eduardo, pues el rey prestaba mucha atencion a su hermano menor y se quedaba con el despues de la hora en que el nino debia acostarse, e iba a mirar a Ricardo cuando practicaba con la lanza y el espadon contra el estafermo.
Francis pensaba que el emblema favorito de Eduardo, el Sol en Esplendor, estaba muy bien escogido. La palida sombra de Margarita de Anjou menguaba, bloqueada por el sol de York, y por primera vez Francis dio credito a las anecdotas que le contaba Ricardo sobre las crueldades de la francesa. Quiza no fuera una heroina tan tragica, fue su triste conclusion.
No obstante, aun sentia pena por la reina lancasteriana, que ahora vivia bajo ciertas restricciones en Francia, con su hijo de once anos y un punado de simpatizantes fieles como Edmundo Beaufort, nuevo duque de Somerset, y su hermano menor, John Beaufort. Tambien sentia pena por el rey Enrique, supuestamente refugiado en Escocia. Pero Francis no confiaba estos sentimientos a Ricardo, ni a nadie en Middleham. Debia hacer ciertos sacrificios en aras de sus nuevas amistades yorkistas, y uno de ellos era la discrecion.
Abrio el diario que antes tenia en el regazo, evaluando los danos que habia causado Rob Percy. ?Maldito entrometido! No sabia si continuar con el diario, pues sin duda Rob le guardaria rencor. Percy lo hallaria en el escondrijo mas secreto, y Francis preferia quemar todas las paginas antes que correr el riesgo de que Rob las leyera. Con actitud desafiante, cogio la pluma. Aliso la pagina con la manga y escribio:
Will prefiere el nombre de Gawain para el perro de Dickon, pues esta fascinado por
Dickon esta alterado esta noche. Le duele el brazo, creo. Dickon soporta el dolor sin quejas, pero no acepta las incomodidades de buen grado y esta enfadado porque no puede coger castanas con la mano izquierda. Ana se ofrece para compartir las suyas.
Will sugiere que Dickon llame al perro Somerset, por el hombre que segun el conde es el autentico padre del hijo de Margarita, y Dickon se rie. Pero me temo que el cachorro habra envejecido antes de que el se decida.
– ?Francis?
Movio bruscamente la pluma, mancho la pagina.
Ana se le habia acercado en silencio desde el banco.
– Francis, si quieres puedo poner tu diario a buen recaudo. Se que tienes poca intimidad, pues compartes tus aposentos con Rob, Dickon y los otros pajes. Te lo traeria cuando quisieras escribir.
El no respondio de inmediato, y ella se sonrojo.
– Juraria solemnemente, en nombre de Nuestra Senora, que no lo leeria, y nunca profanaria ese juramento, Francis, te aseguro que no.
Francis le entrego el diario sin mas titubeos.
– No necesito ese juramento, Ana. Te estaria muy agradecido si lo guardaras en tu camara.
– No le dire a nadie que lo tengo -prometio ella gravemente-. Ni siquiera a Dickon.
El no tuvo oportunidad de responder. Isabel habia vuelto, sin aliento y ansiosa de revelar sus noticias.
– ?Dickon! ?Padre esta aqui! Acaba de entrar en el castillo, y con el vienen el tio Johnny y Jorge.
Ricardo parecia complacido.
– Pense que permaneceria en Reading con Ned hasta despues del dia de San Martin. ?Han cambiado la fecha para el parlamento de York?
Isabel no tenia interes en los parlamentos. Se encogio de hombros, meneo la cabeza.
– No se. Pero si puedo decirte que algo anda muy mal. Vi a padre un instante cuando subia la escalera del torreon, y esta que arde de furia. Nunca lo he visto tan enfadado. -Hizo una pausa. Tenia un I alento intuitivo para lo dramatico-. ?Y es tu hermano quien lo ha contrariado!
Ricardo no se sorprendio.
– ?Que ha hecho Jorge ahora?
– No Jorge, sino Ned -dijo ella triunfalmente.
– ?Ned? -repitio Ricardo con incredulidad, y ella asintio.
– Dickon -dijo con mas calma, y seriedad-, Ned debe de haber hecho algo realmente espantoso.
No tuvieron que esperar mucho tiempo. Al cabo de un rato, el joven duque de Clarence entro en el gabinete, llamando a Ricardo a gritos mientras trasponia la puerta que conducia al salon.
– ?Dickon! Espera a que oigas… -Se interrumpio, echando un vistazo al cabestrillo de seda negra de Ricardo-. ?Que demonios te ha ocurrido? ?Te aseguro que no podras creerlo! ?Se ha vuelto loco de remate!
Ricardo fruncio el ceno.
– ?De que hablas, Jorge?
– Estabamos en Reading y se reunia el consejo. Nuestro primo Warwick informo que se estaban realizando exitosas negociaciones para el matrimonio de Ned con la cunada del rey frances, y Ned anuncio que semejante matrimonio era impensable, y que se debia desechar de inmediato. Y cuando le insistieron sobre el asunto, se encogio de hombros y dijo que ya tenia esposa.