sobre las razones de un acto inaudito en la historia de la monarquia inglesa. Pero Francis sabia que mas valia no hablar de ello, sabia que Ricardo jamas diria a nadie lo que pensaba de la asombrosa conducta de su hermano. Jorge de Clarence, en cambio, era otra cuestion.
– ?A tu hermano de Clarence no le gusta Su Gracia el rey, Dickon?
Ricardo contuvo subitamente al cachorro, rescatando una vela que se habia caido al suelo con la bandeja de plata.
– A veces me hago esa pregunta, Francis -confeso-. En ocasiones pienso que le tiene envidia…
Callo, pues habia dicho mas de lo que se proponia. La vela estaba tan masticada que le parecio mejor deshacerse de la prueba acusatoria, y se dirigia al hogar cuando abrieron la puerta y Ana entro corriendo en el gabinete. Fue hasta el banco, se arrodillo y se levanto con el diario de Francis en la mano.
Miro a Francis pidiendo disculpas con una sonrisa.
– Buenas noches, Francis y Dickon -murmuro.
Cuando paso junto a Ricardo, el le aferro una trenza rubia.
– Si quieres, Ana, puedes elegir el nombre de mi perro lobero.
– Me gustaria -dijo ella, asintiendo. Aferro el diario con fuerza y retrocedio hacia la puerta sin quitarle los ojos de encima. En la puerta se detuvo, miro pensativamente al perro y dijo-: Llamemoslo Gareth… como el caballero.
Ricardo probo el nombre con la lengua, y miro al perro.
– ?Gareth! Ven aqui, Gareth. Ven aqui, muchacho.
El cachorro bostezo y ambos ninos rieron, no porque les pareciera gracioso, sino porque la risa parecia el mejor modo de liberar las tensiones acumuladas en una noche que ninguno de los dos olvidaria.
Francis se levanto, aterido de frio.
– Dickon… -Callo, comprendiendo que era mejor no decir nada de nada.
Salieron en silencio al puente de madera techado que franqueaba el patio interior y conectaba el torreon con los aposentos del muro oeste. Mientras chasqueaba los dedos para apurar al cachorro rezagado, Ricardo aminoro la marcha.
– Quien sabe…
– ?Que, Dickon?
El miro a Francis con gravedad.
– Quien sabe como es ella… Isabel Woodville Grey.
Capitulo 9
Quiza Isabel Woodville haya sido la mujer mas bella que jamas llevo la diadema de reina inglesa. Los hombres que la veian ya no compartian la opinion de sus esposas de que solo la brujeria podia haber inducido a Eduardo a prestarse a un matrimonio tan escandaloso. Hasta Juan Neville, felizmente casado con una mujer placida y sensible que solo era atractiva para sus ojos, quedo atonito cuando vio por primera vez a la reina de Eduardo.
Tambien Warwick tuvo que conceder a reganadientes que su belleza era asombrosa, y las mujeres atractivas no eran ninguna novedad para el. Habia tenido sus amorios, y su esposa Nan, a quien habia desposado cuando el tenia seis anos y ella ocho, no era solo una de las grandes herederas de Inglaterra, sino tambien una bonita rubia de ojos castanos. Pero reconocia, aunque solo ante si mismo, que nunca habia visto una mujer tan despampanante como Isabel Woodville.
Estaba dispuesto a tenerle antipatia a primera vista, y tardo poco tiempo en aprender a odiarla. La aborrecia con el agrio encono que antes habia reservado para Margarita de Anjou. Siempre la habia considerado una reina inadecuada para su primo. Cuando llego a conocerla, penso que tambien era una zorra.
No era el unico que tenia esta opinion. Isabel deslumbraba con su belleza, pero se ganaba enemigos con su arrogancia. Warwick dudaba que hubiera existido una reina tan detestada como la esposa de Eduardo.
Habria preferido creer que Eduardo se arrepentia de su matrimonio; lamentablemente, no habia el menor indicio de ello. Aunque le irritara reconocerlo, su primo parecia muy conforme con su bella y altanera esposa. No le era fiel, pero nadie que conociera a Eduardo habria esperado fidelidad, y si Isabel objetaba a los adulterios de su esposo, solo ella y Eduardo lo sabian.
Aun no le habia dado un hijo varon; habia nacido una hija el ano anterior. Eso complacia a Warwick, aunque nunca se detuvo a analizar el porque, pues un hijo varon era esencial para salvaguardar la dinastia yorkista. Pero no dudaba que la impopular reina con el tiempo daria a Eduardo un heredero. Era obvio que Eduardo hallaba placer en su lecho, aun al cabo de tres anos de matrimonio, pues pasaba alli un tiempo considerable, y ella descendia de una familia sumamente fertil.
El solo pensar en esa fertil familia de los Woodville bastaba para agriarle el dia a Warwick. Le resultaba imposible resignarse al rapido ascenso de la parentela de Isabel. Ella no habia aportado ninguna dote al matrimonio, pensaba huranamente Warwick, pero ciertamente no le faltaban consanguineos.
Tenia seis hermanas solteras para las que se necesitaban maridos con titulo, y en poco tiempo los herederos de los condes de Arundel, Essex y Kent tenian esposas Woodville, y el duque de Buckingham, de doce anos, tuvo que casarse de mala gana con Catalina, la hermana menor de Isabel.
Tambien habia cinco hermanos que reclamaban su parte de la subita gloria de la hermana. El hermano favorito, Anthony Woodville, fue designado gobernador de la isla de Wight. Otro hermano fue nombrado caballero. Y tanto plebeyos como cortesanos se habian escandalizado ante el matrimonio concertado entre John Woodville, de veinte anos, y la rica y viuda duquesa de Norfolk, que le llevaba casi cincuenta anos.
El padre de Isabel habia recibido el titulo de conde Rivers, y Warwick conocia el rumor de que Eduardo se proponia designar a su suegro lord condestable de Inglaterra, un cargo de inmenso poder y prestigio. Pero lo mas irritante para Warwick era el asunto del matrimonio Exeter.
El duque de Exeter era un lancasteriano confeso, pero aun asi habia accedido a casarse con Ana, la hermana mayor de Eduardo, en 1447, cuando el tenia diecisiete anos y ella era una nina de ocho. Pero la boda no lo habia ganado para la causa yorkista. Habia luchado contra Eduardo en Towton y ahora estaba exiliado en Borgona. Durante su turbulento matrimonio, el y Ana habian engendrado una hija que, como heredera de las fincas de Exeter, era un partido muy buscado. Le habian prometido la nina al hijo pequeno de Juan Neville. Pero en octubre Isabel le pago a su cunada de Exeter la suma de cuatro mil marcos para asegurarse de que la joven heredera desposara a Thomas Grey, de doce anos, hijo del primer matrimonio de Isabel.
Eduardo confeso que se sentia incomodo con esta transaccion. Le pidio disculpas a Juan en privado y prometio tratar de que el hijo de Juan consiguiera una novia igualmente rica. Pero no cejo cuando Warwick le exigio que prohibiera ese compromiso, y nego toda responsabilidad con el deshonesto argumento de que era una cuestion de su esposa y su hermana. Eduardo preferia limar las asperezas fingiendo que no existian, y aunque era demasiado inteligente para no comprender que la rendicion de cuentas se podia postergar pero no impedir, no parecia preocuparse demasiado.
Juan comprendia; veia a su primo Eduardo con afecto pero sin ilusiones, asi que acepto el matrimonio Exeter-Grey con la mayor dignidad posible. Solo a su esposa le menciono el rencor que sentia por el modo en que Isabel habia arrebatado la heredera de Exeter a su hijo.
Warwick, menos estoico que Juan, imprecaba con peligrosa indiscrecion contra lo que consideraba una perfidia de los Woodville. No dudaba que Isabel Woodville tenia en mente algo mas que obtener una esposa rica para su hijo; sabia que le causaba gran regocijo arrebatar cualquier cosa a los Neville.
Pero esa noche de finales de junio, el animo de Warwick no estaba ensombrecido por pensamientos sobre los despreciados Woodville. Acababa de regresar de una triunfal gira por Francia que habia superado todas sus expectativas y fortalecido su conviccion de que su futuro, el futuro de Inglaterra, dependia de Francia. Sin duda su primo el rey le daria la razon.