las siguientes palabras de Ricardo-. Pero esa eleccion no ha sido mia, sino de Ned.
– Entiendo -murmuro Warwick-. ?Estas diciendo, pues, que yo no debo juzgar esta eleccion, puesto que es de Ned?
– Primo…
– Por Dios, Dickon, ?no has oido una palabra de lo que dije? ?Como puedes justificar los actos de Ned? Una boda clandestina con una viuda lancasteriana… ?En que beneficia eso a Inglaterra?
Ricardo titubeo.
– Estoy esperando tu respuesta -rugio Warwick-. ?Dime en que ha beneficiado tu hermano a Inglaterra con este condenado matrimonio!
– No lo se -concedio Ricardo-. Solo se que Eduardo nunca actuaria deshonrosamente.
– ?De veras? -dijo Warwick, y la inflexion de su voz causo un escalofrio a todos los presentes.
Francis temblaba, ardiendo con una rabia blasfema, dirigida contra el conde de Warwick, el Hacerreyes, que desquitaba en Ricardo su furia contra el rey. Ana sollozaba, Isabel estaba a punto de llorar y Jorge, que ya no se divertia tanto, se mordia el labio inferior, mirando nerviosamente a su primo, su hermano y lady Nan.
Ese silencio parecio dar resultado, pues ella dio un paso hacia su esposo. Pero no avanzo mas, ni hablo.
– Conque Ned no actuaria deshonrosamente -se burlo Warwick-. Cielos, tienes un extrano concepto del honor. Se caso en secreto, con una mujer que no tiene atributos para ser reina, y tan solo porque deseaba su cuerpo. Y no dijo nada mientras yo negociaba un matrimonio en Francia, sabiendo muy bien que esos planes no llevarian a nada. Dime que honor hay en eso, Dickon. ?Me gustaria saberlo!
Ricardo miraba a su primo con la expresion tensa y exhausta de un condenado que ya no tiene esperanzas de salvarse.
– No puedo hablar en nombre de Ned. Pero fuiste tu quien busco ese matrimonio en Francia, primo. Quiza interpretaste mal a Ned. Quiza actuaste sin asegurarte de que el deseaba ese matrimonio. Ned… Ned me dijo esta primavera que pensaba que estabas demasiado apegado a tu amigo, el rey de Francia…
Se interrumpio al notar que habia cometido una indiscrecion. Warwick se puso rojo. Avanzo un paso hacia el nino y un estrepito de metal golpeando madera sono a sus espaldas. Habian puesto una bandeja de plata y una jarra de vino en la maciza mesa de roble. La bandeja, la jarra y las copas estaban desparramadas en el suelo. Una mancha rojiza oscurecia la alfombra flamenca y goteaba vino de las patas de madera brunida de la mesa, salpicando el corpino verde lima de su hija.
– ?Por Dios, Ana! -Clavo los ojos en su hija y en los objetos desparramados. Ana tambien clavo los ojos en el desastre que habia causado y rompio a llorar. En ese momento Juan Neville regreso al gabinete.
Se quedo en la puerta, estudiando la escena. El llanto de su sobrina, el alivio que ilumino la cara de Jorge en cuanto lo vio a el, la furia de su hermano. Pero sobre todo miro a Ricardo, vio la desesperacion del nino. Comprendio, y su temperamento habitualmente flematico estallo.
Warwick aferro a su hija.
– ?Que pasa contigo, nina? ?Mira lo que has hecho!
Ana sollozo, tartamudeo lo que habria sido una suplica de perdon si se hubieran entendido sus palabras. Una algarabia estallo en el gabinete.
– ?Pero fue un accidente! -exclamo Isabel.
– ?Vaya, Ana, que torpe! -protesto la condesa.
Ricardo se apresuro a intervenir, volviendo a llamar la atencion de Warwick.
– No culpes a Ana, primo. La culpa fue nuestra. La contrariamos con nuestra rina.
Warwick solto a su hija, se volvio hacia Ricardo. Tenia tal expresion que instintivamente Ricardo retrocedio un paso. Warwick tambien actuo instintivamente. Aferro al nino para impedir una fuga y lo atrajo bruscamente hacia si. En ese instante, Juan entro. Atraveso el gabinete en tres trancos y cogio la muneca de Warwick.
– Quiero hablar contigo… hermano -dijo con voz tensa, y Warwick, que no habia reparado en su regreso, quedo sobresaltado por la pasion que reflejaban esos ojos normalmente placidos.
Antes de que Warwick pudiera responder, Juan le asio el brazo con fuerza y literalmente remolco a Warwick hasta la puerta. Tan raro era este arranque que Warwick lo siguio, sorprendido.
Juan cerro de un portazo. En la desierta imponencia del salon, se enfrentaron. Fue Warwick quien rompio el silencio.
– Bien, Johnny -barboto-, ?que es tan importante que no podia esperar?
– ?Que diantre estas haciendo? -pregunto Juan acaloradamente-. Entiendo tu enfado con Ned. Pero responsabilizar a Dickon por lo que ha hecho Ned… Por Dios, hombre, ?que tienes en la cabeza? Es solo un nino. No puedes culparlo por ser leal a su hermano. ?Sabes cuanto admira a Ned! -Sacudio la cabeza con repulsion-. En verdad me sorprendes. Pensaba que te habias esforzado para ganar el afecto de Dickon. Mas aun, siempre actuaste como si le tuvieras carino.
– Claro que siento carino por Dickon -dijo Warwick con impaciencia-. El es importante para mi, para mis planes…
– Te sugiero, entonces, que trates de recordarlo en el futuro -dijo Juan con un tono que Warwick no habria aceptado en ningun otro hombre-. Solo piensa en esto: ?que habria pasado si Ana no hubiera volcado esa bandeja?
Warwick se aplaco.
– Quiza perdi los estribos -concedio. Guardo silencio, echo a andar de aqui para alla-. Si, tienes razon. No quiero que Dickon me guarde rencor por lo que haya dicho o hecho en el calor de la furia. Ese no es el modo…
Se volvio y, sin esperar a Juan, abrio la puerta del gabinete.
Francis Novell aun estaba petrificado en el asiento de la ventana. Bajo la mirada critica de su madre, Ana recogia las copas desparramadas y las apoyaba en la mesa. Isabel miraba compasivamente, pero no habia ofrecido ayuda. Ricardo la habia ofrecido, pero la condesa replico friamente que ya habia causado bastantes problemas esa noche y que Ana podia apanarselas por su cuenta. El se habia ruborizado ante la reprimenda, se habia acercado al hogar. Se le aproximo Jorge, que al parecer no sabia si ofrecerle consuelo o darle un pescozon. Opto por consolarlo, pero retrocedio deprisa cuando vio que Warwick estaba en la puerta.
Al ver a su padre, Ana abandono su tarea y corrio hacia el. El miro sus ojos implorantes y oscuros, le acaricio la mejilla humeda. Ella le cogio la mano, se irguio de puntillas.
– No sigues enfadado con Dickon, ?verdad, papa? -susurro.
Warwick no pudo contener una risotada. Para ser una nina timida, podia ser asombrosamente insistente. Pero le agradaba su lealtad hacia su primo; despues de todo, el la habia fomentado. Sin darse cuenta, Ana le habia ofrecido una apertura, y Warwick la aprovecho.
– No, Ana. No estoy enfadado con Dickon. -Cruzo la habitacion y llamo a Ricardo. El nino se le acerco con renuencia-. Dickon, cuando los hombres se enojan, suelen perder la mesura. Me temo que eso nos paso esta noche. Quiero que entiendas que no te culpo por tus palabras precipitadas. -Hizo una pausa y apoyo la mano en el hombro de Ricardo-. Eres hermano de Ned y es correcto que te sientas obligado a serle leal. Aun asi, me has decepcionado, primo. Creo que yo tambien merezco tu lealtad.
Ricardo se sorprendio.
– ?De veras?
– Eso espero, Dickon -dijo lentamente Warwick-. Pues confieso que seria doloroso creer lo contrario.
Francis y Ricardo estaban solos en el gabinete. Warwick se habia retirado para seguir deliberando con el hermano y con Jorge, que se sentia halagado de ser incluido en una discusion politica entre adultos. La condesa de Warwick habia conducido a sus hijas hacia la puerta, dando un calido abrazo a Ricardo ahora que habia recobrado el favor del conde.
Francis se hundio en los cojines de la ventana.
– Dios nos guarde -murmuro. Queria decirle a Ricardo que lo admiraba por defender a su hermano, pero no creia que Ricardo se interesara en ese cumplido. Nunca lo habia visto tan perturbado como en ese momento. No, mas valia no hablar del conde de Warwick.
Ni siquiera penso en mencionar el tema del increible matrimonio del rey Eduardo. Francis entendia muy bien por que Eduardo habia procurado mantenerlo en secreto. ?Pero que mosca le habia picado para casarse con una viuda lancasteriana? ?Amor? ?Lascivia? ?Brujeria, como habia sugerido Isabel? Habria sido interesante especular