Se habia ido durante un mes, y retornaba con una embajada francesa encabezada nada menos que por el arzobispo de Narbona. Al llegar al Herber, dejo a sus distinguidos huespedes en el salon mientras iba a saludar a su esposa. Ansiaba sorprenderla; sabia que ella no esperaba que regresara pronto.

En el gabinete lo recibio un cuadro muy hogareno. Su esposa Nan habia extendido un vestido de saten sobre la mesa y le mostraba a Isabel, esposa de Juan, que una inmersion en agraz habia eliminado una mancha de la falda. Juan remoloneaba en el banco, partiendo almendras para su hijo de seis anos. Al otro lado, su primo Jorge estaba sentado con Isabel, la hija de Warwick, y junto al hogar, Ana, su hija menor, jugaba al ajedrez con Ricardo.

Warwick se quedo inmovil en el vano, sin que nadie lo viera por un momento. Dentro de dos meses su hija Isabel cumpliria dieciseis anos, y cada vez que Warwick la miraba, sentia un arrebato de orgullo paterno. Isabel habia florecido el ultimo ano, y los varones ya se fijaban en ella. Y, para satisfaccion de Warwick, ninguno parecia mas cautivado que Jorge.

Siempre habia querido que Jorge desposara a Isabel, y sin dificultad los habia condicionado a ambos para encarar ese matrimonio como lo mas natural del mundo. Esa primavera habia pedido a su hermano, ahora arzobispo de York, que iniciara negociaciones secretas con el Vaticano, y ya estaba apartando el oro que se requeriria para obtener la dispensa papal que autorizaria el matrimonio de Jorge e Isabel. Las leyes de consanguinidad exigian esa dispensa, pues Jorge e Isabel eran primos carnales. Y las negociaciones se realizaban en secreto para eludir la previsible oposicion de Eduardo; la relacion entre ambos primos se habia vuelto tan tensa que Eduardo ponia reparos a toda alianza entre sus hermanos y las hijas de Warwick.

Pero Warwick no pensaba permitir que su primo frustrara sus planes dilectos, por muy rey que fuera. Confiaba en obtener la dispensa papal, pues el agente de Eduardo en Roma habia jurado secretamente oficiar de intermediario, tras haber recibido generosas ofrendas de oro de los Neville.

Isabel asia la mano de Jorge; muy ostentosamente, buscaba la linea de la vida. No era una actividad que la esposa de Warwick hubiera aprobado normalmente, pues estaba demasiado cerca de la adivinacion. Pero no puso reparos e incluso sonrio, sabiendo que solo era una excusa para tocarse. Warwick tambien sonrio, y luego miro a Ana.

Ese invierno Ana se habia empecinado en aprender ajedrez. Al fin el habia sucumbido a sus impertinencias y habia accedido a ensenarle, sin expectativas de exito. Warwick no creia que las mujeres fueran capaces de la concentracion intelectual que se requeria para una disciplina tan exigente como el ajedrez y se sintio vindicado cuando la segunda leccion termino con las lagrimas de Ana y el tablero en el suelo, pues el lo habia arrojado en su furia. Cuando Ricardo se ofrecio para ensenarle, Warwick le deseo suerte huranamente. Pero en secreto se sentia complacido, pues notaba un cambio en Ricardo; el muchacho se habia alejado de sus parientes Neville.

No, debia conceder que no era asi. Ricardo aun se llevaba muy bien con Johnny. Tambien era muy amigo de Isabel. Y con Ana nada habia cambiado; le gastaba bromas, guardaba sus secretos y la protegia como un hermano. No, no eludia a los Neville. Aunque Warwick se negara a reconocerlo, Ricardo no se sentia a gusto con el.

Warwick sabia por que, desde luego, y mentalmente apilo mas maldiciones sobre la cabeza de su primo el rey. Las lecciones de ajedrez le agradaban, pues. Aunque la ciega lealtad de Ricardo hacia Eduardo fuera irritante, Warwick no estaba dispuesto a renunciar al joven. Sabia que el corazon de Ricardo estaba en Middleham, y que Ricardo no simpatizaba con los Woodville. Sospechaba que la vida no podia ser muy grata para el muchacho en la corte de los Woodville. Pues asi era como Warwick veia la corte de su primo, como infestada por los Woodville.

Al parecer Ricardo habia sido un maestro mas apto de lo que Warwick suponia; ambos jovenes estaban enfrascados en la partida. Warwick entro en el recinto, y su esposa alzo la vista y lo saludo con una afectuosa exclamacion. Warwick rio, y entro para disfrutar de una calida bienvenida.

El rey frances habia honrado a Warwick con un magnifica copa de oro incrustada con esmeraldas, rubies y diamantes, y la familia la paso de mano en mano con murmullos de admiracion. Pero los regalos que habia llevado Warwick fueron los que provocaron autentico alboroto. El rey Luis habia abierto las famosas tiendas textiles de Ruan a los ingleses. Ahora la condesa, Isabel y las hijas de Warwick alababan con deleite los rollos de terciopelo carmesi, de damasco con guardas y de tela de oro.

Jorge tambien estaba encantado con el obsequio de Warwick, un pequeno macaco importado a Ruan desde Tierra Santa. Jorge nunca habia demostrado mayor interes en los animales, pero esa novedad le resultaba irresistible y anuncio de inmediato que lo llamaria Anthony. Como ese era el nombre de Anthony Woodville, hermano dilecto de la reina, el mono no pasaria inadvertido cuando lo exhibiera en Westminster. Pero Jorge se regodeaba en esas insolencias extremas y aqui, en la casa de Neville, su eleccion solo provocaba risas.

Para Juan, Warwick llevo una magnifica edicion encuadernada en cuero de las Cronicas de Froissart, esa celebre obra del historiador frances del siglo XIV. Sabia que Juan no era un lector avido, pero la posesion de libros se estaba transformando en simbolo de distincion, como la posesion de vitrales o alfombras flamencas.

Reservo para el final su obsequio para Ricardo, sabiendo que el muchacho no esperaba nada, y entrego a su primo una prueba cabal de la destreza superior de los artesanos franceses, una daga de hoja delgada que brillaba como plata cuando Ricardo la desenvolvio.

Warwick destaco la singular talla de la empunadura, el Jabali Blanco de Gloucester, una representacion muy precisa del emblema que Ricardo habia escogido el ano pasado. Ricardo se limito a murmurar las gracias. Pero Warwick estaba cerca y llego a ver las lagrimas que le empanaban los ojos al ver el Jabali Blanco, lagrimas que contuvo tan rapidamente que solo Warwick reparo en ellas. Esa reaccion involuntaria le revelaba a Warwick todo lo que deseaba saber, le mostraba que la lealtad de su joven primo estaba dolorosamente dividida, y se dio por conforme.

Bebiendo sorbos del vino de Burdeos que le habia regalado el rey de Francia, comenzo a relatar su historia triunfal. Con ese don para el histrionismo que tanto lo caracterizaba, describio la generosa bienvenida que le habia ofrecido el rey Luis, refirio su espectacular ingreso en Ruan, donde los ciudadanos llevaban flores y estandartes con el carmesi de los Neville, y los sacerdotes empunaban antorchas llameantes, esparcian agua bendita y enarbolaban cruces de oro batido. Hablo de las manifestaciones de amistad que le habia prodigado el rey frances. Conto que Luis habia hecho una generosa oferta por la mano de Meg, hermana de Eduardo, un matrimonio con el hijo del duque de Saboya. Con sus veintiun anos, Meg estaba mas que madura para el matrimonio; la mayoria de las muchachas se casaban alrededor de los quince.

No menciono, en cambio, las charlas secretas que habia entablado en un convento dominico. No revelo los planes para la destruccion de Borgona, odiado enemigo de Francia, ni que Luis habia sugerido que las provincias de Holanda y Zelanda, ahora en posesion del duque de Borgona, pasarian a manos de su amigo, el conde de Warwick. ?Por que su estimado amigo no podia tener un condado ingles y un principado en lo que antano habia sido Borgona? Warwick accedio. ?Por que no, en efecto?

En cambio, les refirio una historia truculenta que le habia contado el rey Luis, sobre la misteriosa desaparicion en invierno de la familia de un lenador, presuntamente atrapada y devorada por una manada de lobos hambrientos.

Por primera vez desde el regreso de su hermano, Juan se permitio relajarse, pensando con alivio que podria postergar las explicaciones hasta la manana. Se divirtio escuchando mientras sus primos y sobrinas hablaban animadamente de los lobos asesinos. Hacia anos que no se veian lobos en Inglaterra; los pocos animales que habian sobrevivido se habian retirado a las montanas de Gales. Pero los jovenes aceptaron la veracidad del relato de Warwick. Convenian en que era de esperar que aun rondaran lobos por las carreteras francesas.

Warwick fruncio el ceno y Juan oculto una sonrisa. El disgusto de los ingleses por los franceses era profundo. Si afloraba en la residencia de Warwick, penso Juan, debia correr como un rio por las calles de Londres. No entendia que su hermano desechara a la ligera una tendencia tan antigua. Francia era un enemigo tradicional; desde mediados del siglo anterior, los reyes ingleses habian reclamado el trono frances. Juan sabia que los ingleses no querian otro tratado con Francia; querian otra Agincourt. Su primo Eduardo tambien lo comprendia. Juan se preguntaba por que su hermano se negaba a entenderlo.

Sonrio, pues Ricardo les aseguraba a Ana e Isabel que los queridos alanos de su padre eran parientes de sangre del lobo, tan cercanos que era peligroso usar alanos para cazar lobos. Habia que usar galgos y mastines,

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