recompensa por ello. Pero jamas hiciste rey a nadie, primo. Si, hablaste en mi nombre, argumentaste que me correspondia la corona. Pero tambien estuviste a punto de perderlo todo con el error garrafal que cometiste en San Albano. Si yo no hubiera vencido en Mortimer's Cross, Londres se habria rendido a Lancaster sin un gimoteo de protesta. Sera mejor que pienses en ello, primo, antes de hacer afirmaciones que no tienen mas sustento que el aire.
Juan sintio un mareo. Noto que este era un resentimiento que habia carcomido a Eduardo durante anos, y era justo reconocer que habia verdad en las palabras de su primo. Pero tambien sabia que su hermano nunca perdonaria a Eduardo por decirlo.
– ?Y vaya rey que tenemos! ?Que habeis hecho con vuestra corona, majestad? ?Muy poco, aparte de llevar golfas a vuestro lecho y traer a los Woodville a la corte! ?Y no olvidemos el indulto concedido a un hombre que solo merecia cinco minutos con su confesor! ?Un hombre que os puso en ridiculo antes de que se cumpliera un ano!
– No debo rendir cuentas de lo que hago. Y a vos menos que a nadie, milord. Pero os dire una cosa. Hace mas de tres anos que me echais en cara lo de Somerset, y estoy harto de oirlo mencionar. Sera mejor que no hables mas de ello, primo.
– ?Me amenazas?
– Tomalo como quieras, mientras lo tengas en cuenta.
Juan cayo en la cuenta de que una veintena de personas presenciaba el altercado entre su primo y su hermano por la puerta abierta. Casi tan pasmado por eso como por las palabras que se decian, se dirigio a la puerta, vio que Will tenia la misma idea.
Will se disponia a cerrar la puerta ante la cara fascinada de esos espectadores indeseados, pero en cambio la abrio de par en par.
– ?Madame! -exclamo con alivio.
Por un instante de horror, Juan temio que Will se dirigiera a la reina; su aparicion habria sido calamitosa. Will retrocedio, la mujer entro en la camara, y Juan exhalo para aflojar la tension. Era la duquesa de York.
Ella no espero a Will, y cerro la puerta con firmeza. Ojos grises y frios escudrinaron cada rostro.
– ?Y bien? -dijo al fin-. ?No piensas saludarme, Eduardo?
Eduardo logro esbozar una tensa sonrisa.
– Perdona mis modales,
Apartando los ojos de su hijo mayor, ella no miro a Jorge sino a Warwick, extendio una mano esbelta.
El se la llevo a los labios, pero supo ocultar su furia igual que Eduardo. Si Cecilia lo noto, no dio el menor indicio.
– Bienvenido a casa. Me interesaria mucho oirte hablar de tu viaje a Francia. Por favor, sobrino, cena conmigo esta semana, y cuentame-lo todo.
Ese trato familiar logro aflojar parte de la tension, quiza tanto como su conducta impecable. Warwick asintio. Rara vez era grosero con una mujer, y menos con esta.
– Con placer -dijo, manifestando una emocion que discrepaba con la expresion de sus ojos.
– Bien -dijo Cecilia con calma.
Nadie mas hablo.
Jorge espero unos discretos momentos despues de la partida de Warwick antes de seguir a su primo. Estaba azorado porque habia visto a Eduardo tan furioso, y decidio que no vendria mal ser circunspecto. Sin embargo, la voz de su madre lo detuvo en la puerta.
– Tu primo no necesita que lo escoltes hasta su hogar, Jorge -dijo incisivamente, y Jorge se ruborizo. Aunque se repetia que a los diecisiete anos ya era un hombre cabal, su madre lograba demoler su compostura sin el menor inconveniente.
– En verdad,
Vio que ella lo miraba con escepticismo y se dispuso a explayarse sobre su coartada, sabiendo que Ricardo lo respaldaria, pero Eduardo intervino.
– Dickon tendra que apanarse sin tu compania -dijo, tan impasiblemente que Jorge no distinguio si Eduardo le creia o se permitia un sarcasmo.
– ?Por que? -pregunto con incertidumbre. Odiaba el modo en que Eduardo podia hacerle sentir como un joven zafio, sin aplomo ni refinamiento. A veces pensaba que Eduardo lo hacia adrede.
– Nuestro primo de Warwick trajo a Inglaterra mucho mas que los buenos deseos del rey frances. Tambien trajo una delegacion francesa. Le dijo que seria acogida en la corte esta tarde. Quiero que estes ahi para recibirla, Jorge, en mi nombre. -Una pausa-. ?Crees que podrias actuar en mi nombre… para variar?
Jorge trago saliva.
– Soy tu hermano. ?Por que no actuaria en defensa de tus intereses? -desafio, y sintio alivio cuando Eduardo decidio pasar por alto el comentario.
Cuando Jorge salio de la camara, Eduardo se volvio hacia Juan por primera vez.
– Lo lamento, Johnny. Las palabras que oiste no estaban destinadas a tus oidos. -Senalo la pequena camara con la cabeza-. No estaban destinadas a salir de esas cuatro paredes.
En ese momento, Will Hastings reaparecio con un hombre ricamente ataviado que tenia el rostro delgado y una apariencia poco imponente, a pesar de sus finas prendas. Sin embargo, Eduardo lo recibio con una sonrisa de genuino placer, y se volvio hacia su madre-Madame, quiero que conozcais al seigneur de la Gruuthuse, uno de nuestros buenos amigos de Borgona. ?Uno de los mios, ciertamente!
Se acerco al enviado de Borgona con la calidez que era, al mismo tiempo, el secreto de su popularidad entre sus subditos y un motivo de irritacion para sus lores, que juzgaban que su conducta informal no convenia al ungido de Dios. Pero cuando Eduardo se volvio con la intencion de presentar a Gruuthuse, descubrio que su primo Juan se habia ido.
Juan, que no era hombre de perder tiempo, se encontro errando sin rumbo por Westminster. No queria ir a casa. Consideraba que Isabel era una esposa perfecta en todo sentido, pero no queria acongojarla con su zozobra, y menos alarmarla con sus malos presentimientos. Habia ciertos problemas que un hombre debia afrontar por su cuenta.
Menos aun queria ir al Herber. En ese momento, no deseaba ver a su hermano. Sus hermanos, se corrigio. Ni el conde ni el arzobispo. No queria pensar en lo que harian ahora, el hermano a quien habian privado de la cancilleria y el hermano a quien habian negado sus suenos de gloria. Los suenos que le habia servido con cuchara de plata Su Astutisima Gracia, el cristiano rey de Francia. Juan maldijo entre dientes, largo rato. No le ayudo.
Se encontro ante la puerta que conducia del patio interno al terreno de la abadia, la atraveso. La cortesia lo obligo a detenerse para intercambiar un envarado saludo con Anthony Woodville, y ese encuentro le agrio mas el animo. Pero al acercarse a la capilla de la Virgen vio a George Norwich, el lord abad, y con el a la persona que ansiaba encontrar, la unica que podia entender como se sentia. Se detuvo, espero a que Ricardo se le acercara.
Al principio no hablaron; habia demasiada gente en las cercanias. Entraron en la abadia por la puerta privada del rey, se detuvieron ante la pila de agua bendita y cruzaron el transepto sur, saliendo por la puerta este de los claustros. A la derecha estaban los cubiculos donde los monjes estudiaban y copiaban salmos, evangelios y algun que otro manuscrito. Echaron a andar por la vereda este, hacia la casa capitular. Solo entonces Ricardo hablo.
– ?Que sucedio, Johnny? ?Fue desagradable?
– Si -respondio Juan sin rodeos-. Muy desagradable. -Miro a Ricardo con curiosidad-. Tu hermano Jorge estaba alli para oirlo por su propia cuenta. Tu tambien pudiste estar alli, Dickon. ?Por que no estuviste?
– No queria estar -dijo Ricardo, y al cabo de un instante Juan asintio.
– Nadie puede culparte por eso. -Hizo una mueca, sin siquiera darse cuenta-. Pero pudo haber sido peor. Afortunadamente aparecio tu madre, por casualidad. De lo contrario… -Entonces vislumbro la verdad. Miro a Ricardo y se echo a reir-. ?Debi comprenderlo de inmediato! ?Vaya, Dickon, eso fue pura inspiracion!
Ricardo parecia complacido, con la alabanza y consigo mismo.
– No -dijo-. Fue pura desesperacion.