de Ricardo. Se supo que Robin de Redesdale era un tal sir John Conyers, primo por matrimonio del conde de Warwick, y lo que parecia ser una rebelion fronteriza menor era una importante amenaza militar; Conyers habia reunido un ejercito tres veces mas numeroso que el de Eduardo.

Eduardo busco refugio en las murallas del castillo de Nottingham, solicitando ayuda a los lores Herbert y Stafford. Al mismo tiempo, envio una carta personal a su primo y otra a su hermano, pidiendo que se reunieran con el para deliberar sobre sus desavenencias. Pronto obtuvo una respuesta, aunque no la que esperaba. Llego a Nottingham la noticia de que Warwick y Jorge habian cruzado el Canal con rumbo a Calais. Alli, el 11 de julio, Jorge Neville, arzobispo de York, habia casado a Jorge con Isabel Neville, en abierta oposicion a los deseos de Eduardo.

Esa boda habia enfurecido a Eduardo, desconcertado a Ricardo. ?Que pensaria su prima Ana Neville? Jorge desafiaba la ira de Eduardo por Isabel, pero Ricardo no estaba dispuesto a hacer lo mismo por Ana. La idea de lastimar a Ana resultaba intolerable para Ricardo. Casi tan intolerable como la idea de traicionar a su hermano. Pues no se hacia ilusiones: seria una traicion. Tenia que aceptar aquello que habia tratado de negar durante cinco anos: lidiaba con lealtades inconciliables. Estaba con Eduardo o estaba con Warwick. El uno o el otro.

Ricardo ansiaba la oportunidad de explicarselo a Ana, de asegurarle que su lealtad a Eduardo no disminuia su afecto por ella. Ana era parte de su vida; nada podia cambiar eso. Si Eduardo no lo hubiera prohibido, el habria estado dispuesto a comprometerse con Ana, tal como deseaba Warwick. Pero no podia pagar el precio de Warwick.

Procuraba consolarse con la idea de que Ana aun era muy joven; cuando ella estuviera en edad de casarse, quiza las circunstancias fueran diferentes. Habia hecho un vacilante intento de hablar con Eduardo sobre ello, procurando que su hermano le dijera que tal vez cambiara de opinion mas adelante. Eduardo se habia irritado, pero Ricardo habia perseverado y al final obtuvo una renuente concesion, y la terminante negativa se ablando en un «quiza». Ricardo se habia conformado con eso, hasta que se entero de la boda de Jorge y reconocio el efecto que surtiria sobre Ana.

Por lo demas, no tenia mucho tiempo para cavilar sobre las cuitas de su joven prima. Las cosas habian ido de mal en peor para ellos ese julio. Warwick y Jorge no se habian quedado en Calais. De vuelta en Inglaterra, se apresuraron a reunir una numerosa fuerza, presuntamente en nombre del rey. Pero tambien habian emitido una proclama que Ricardo consideraba equivalente a una declaracion de guerra.

Los Woodville eran atacados sin miramientos por su influencia maligna sobre el rey. Warwick tambien denostaba a varios enemigos personales, entre ellos los lores Herbert y Stafford. Pero lo mas ominoso era que la proclama comparaba a Eduardo con tres monarcas tristemente celebres por su pesimo gobierno, los tres reyes ingleses que habian sido depuestos y destronados: Eduardo II, Ricardo II y el desdichado Enrique de Lancaster.

Will Hastings habia respondido prontamente a la convocatoria de Eduardo, y sin perdida de tiempo se reunio con ellos en el castillo de Nottingham. Los Woodville tambien habian partido deprisa, Anthony Woodville a sus fincas de Norfolk, el conde Rivers y su hijo John hacia Gales. Ricardo habria querido saber si Eduardo los habia enviado fuera de Nottingham para protegerlos, pues eran los verdaderos blancos de la proclama de Warwick, o si habian huido por decision propia. Pero no se lo pregunto a Eduardo; el unico modo en que lograba aceptar a la reina de Eduardo consistia en abstenerse de hablar sobre los Woodville con su hermano.

Al cabo de tres semanas de ansiosa espera en Nottingham, Eduardo decidio marchar hacia el sur para reunir sus fuerzas con los ejercitos de los lores Herbert y Stafford, que estaban en camino. Habian llegado a la aldea de Olney esa manana, se habian detenido para comer y beber mientras Eduardo enviaba exploradores para cerciorarse de que el camino estuviera despejado. Pronto regresaron con la inquietante noticia de que una fuerza numerosa avanzaba lentamente desde el sudoeste, y Eduardo decidio permanecer en Olney hasta confirmar esos escuetos informes.

Ahora estaba arriba con lord Hastings en la posada que habia escogido como cuartel general, comiendo su primera comida en ocho horas. Ricardo estaba demasiado tenso para probar bocado, aunque no habia ingerido nada salvo pan blanco y cerveza en un apresurado desayuno. Estaba en la calle, delante de la posada, preguntandose como la escena podia ser tan comun, como si fuera un dia cualquiera. Se volvio para regresar a la posada, y entonces empezaron los gritos.

Un jinete bajaba por la calle, fustigando a su montura con un frenesi que merecio la instintiva reprobacion de Ricardo. Se paro a mirar. No era uno de sus exploradores, pero supo de inmediato que algo andaba mal, muy mal.

El jinete enfilo hacia la posada, dirigido por los gritos de varios aldeanos. En cuanto se acerco, Ricardo reconocio la insignia que usaba sobre el pecho, el emblema de lord Herbert. Se le acelero el corazon, y tambien el pulso y la respiracion. Cuando el jinete se apeo de la silla, Ricardo se aproximo, cogio las riendas del sudado animal.

– ?Te envia lord Herbert? ?Que noticias traes?

El correo no era mucho mayor que Ricardo. No reconocio a Ricardo, pero si la autoridad de su voz, y respondio sin titubeos.

– El camino del sur esta bloqueado. Una hueste numerosa y bien armada. Casi tropece con sus filas. -Estaba jadeando y se apoyo un instante en el extenuado caballo.

– ?Quien la comandaba? -pregunto Ricardo.

– El arzobispo de York.

Ricardo contuvo el aliento. Cruzo una mirada con Rob Percy.

– Parece que mi primo ha resuelto cambiar la sotana por la coraza -dijo amargamente. Con esfuerzo, volvio a mirar al mensajero de Herbert-. ?Que hay de milord Herbert? ?Cuando llegara a Olney?

El joven ahora reconocio a Ricardo. Vacilo.

– Milord… el no vendra -dijo-. Murio hace seis dias. Lord Herbert y lord Stafford se toparon con los ejercitos de Robin de Redesdale y el conde de Warwick. Cerca de Banbury, en un sitio llamado Edgecot. Nuestras fuerzas fueron exterminadas, milord. Lord Herbert y su hermano fueron capturados. Warwick ordeno… decapitarlos, milord. Por luchar por su legitimo rey. Eso fue un asesinato. Vuestra Gracia, asesinato, no hay otra palabra…

Ricardo se quedo atonito. No podia creer lo que oia. No podia estar alli bajo el sol estival mientras un desconocido pronunciaba lo que podia ser una sentencia de muerte para el, para Eduardo, para todos ellos.

Vio que Rob Percy se le habia acercado y lo observaba con ojos desencajados y temerosos. Tambien vio otras caras; de pronto el patio estaba lleno de soldados atonitos, y todos lo miraban.

Trago saliva, se obligo a hablar a pesar de su garganta seca.

– Sera mejor que vengas conmigo. El rey querra interrogarte.

Con el mensajero a sus talones, se dirigio a la entrada de la posada; la gente se aparto para cederle el paso. Pero una vez que estuvo dentro, ya no pudo contenerse. Giro hacia la escalera, subio tres peldanos por vez para irrumpir en la camara de su hermano sin aliento. A Eduardo le basto echarle una mirada para ponerse de pie con un juramento.

– ?Ned, debes alejarte de aqui a toda risa! -Will Hastings estaba ceniciento-. ?Ya, sin demora!

Ricardo coincidia con el, pero contuvo la lengua, aguardando la respuesta de su hermano. Eduardo habia guardado un extrano silencio desde que Ricardo le habia transmitido la noticia de Edgecot. Habia escuchado sin interrupcion mientras el mensajero describia la batalla, que habia revelado falta de liderazgo por parte de Herbert y Stafford.

Segun el correo, los ejercitos habian confluido por acuerdo previo en Banbury, pero alli rineron por el alojamiento de las tropas. Stafford se exaspero tanto que retiro a sus hombres y continuo la marcha. Herbert estaba solo, pues, cuando el ejercito de Robin Redesdale lo ataco por sorpresa. Lucho con bravura, pero cuando Stafford pudo acudir en su ayuda era demasiado tarde. Redesdale habia vencido y Stafford tuvo que verselas no solo con Redesdale, sino tambien con el conde de Warwick, que llego a tiempo para completar la destruccion de los dos ejercitos yorkistas. Hastings maldijo con rara virulencia al oir esto. Eduardo, sin decir nada, se acerco a la ventana y se quedo mirando el patio mientras se escapaban preciosos momentos.

– Ned, ?me has oido?

Eduardo se volvio hacia la habitacion.

– Si, Will, te he oido. ?Pero adonde quieres que vaya?

– De vuelta a Nottingham, al norte, hacia Fotheringhay. Cualquier parte, Ned, menos aqui.

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