Era demasiado. Eduardo sucumbio a su impulso y arrojo el libro por los aires. Choco contra la puerta, silenciando las voces que estaban fuera. Sin duda sus «guardaespaldas» se habian alarmado, preguntandose con que se divertia el rey. ?Divertia! Cielos, estaba enloqueciendo de aburrimiento. En cierto sentido, eso era aun peor que la incertidumbre que traia cada nuevo amanecer. Nunca habia afrontado un periodo de inactividad forzada, nunca le habian negado esos placeres que daba por sentados.
Cerro los ojos, postergo un rato mas la llamada de un sirviente. Warwick procuraba satisfacer sus necesidades, y habia designado a un hombre para que actuara como su escudero personal. Eduardo no lo atribuia a la generosidad de Warwick. Sabia que mientras el cooperarse, a Warwick le convenia mantener su aura de rey.
Al cabo volvio a incorporarse, acomodo la almohada. No todas sus necesidades eran satisfechas. Salvo por raros periodos de enfermedad o de campana, este era el tiempo mas largo que habia pasado sin una mujer en el lecho. Y ahora, mas que en ningun momento de su vida, necesitaba alivio, distraccion. Debia recordarle a su primo que era tradicional ofrecer una ultima comida al condenado.
Previsiblemente, esos pensamientos le hicieron evocar a Isabel. No le preocupaba la seguridad fisica de su esposa, pues no creia que Warwick danara a una mujer. Pero ella debia de estar frenetica, desencajada de miedo, y con sobrados motivos. Se habia reunido brevemente con el en Fotheringhay el mes anterior y le habia dicho que le parecia que estaba encinta.
Aun no estaba segura y no le habia dicho a nadie. ?Gracias a Dios! El solo se lo habia mencionado a Ricardo, y el muchacho tendria el buen tino de frenar la lengua. No, era mejor que Warwick no supiera que Isabel esperaba otro vastago, que quiza llevara en el vientre al hijo varon que arrebataria a Jorge la dudosa distincion de interponerse entre las hijas de Eduardo y el trono.
Aunque no sabia si Warwick se proponia reclamar la corona para Jorge. Sabia, si, que los dos habian pensado en ello con frecuencia. Si creian que podian salirse con la suya, que el pais aceptaria a Jorge… Si podian persuadir a Johnny de no entrometerse…
Sabia que se atormentaba en vano, pues esas especulaciones febriles no le hacian ningun bien, pero no podia detenerse. Volvia a palpitarle la cabeza, que le habia dolido durante dias. Se le notaba la tension. De noche despertaba empapado de sudor, desvelado por los latidos de su propio corazon.
Se encontro recordando una broma socarrona que habia hecho una vez cuando Will lo regano por errar por Londres con una escolta simbolica. ?Quien lo mataria, habia respondido el, sabiendo que eso significaba que Jorge seria rey? Los presentes se habian reido, pero el recuerdo no resultaba gracioso para Eduardo.
Se abrio la puerta. Era uno de sus guardias, manifiestamente incomodo.
– Vuestra Gracia… Mi senor de Warwick ha llegado esta noche de Coventry. Requiere que os reunais con el en la sala de audiencia.
Eduardo no se movio, lo miro fijamente. Recordo una noche estival, dos anos atras, en que habia negado a Warwick una audiencia a medianoche. Y ahora estaban cerca de medianoche, calculo.
Los documentos estaban extendidos sobre la mesa, esperando su firma. Eduardo leyo deprisa. No le sorprendia que Warwick reclamara la funcion de presidente de la corte suprema y chambelan de Gales del Sur, un puesto antes ocupado por lord Herbert, a quien habian ejecutado dieciocho dias atras por orden de Warwick. Garrapateo su firma, tomo el siguiente documento.
Este le dio que pensar. Warwick designaba a Will Hastings chambelan de Gales del Norte. Eduardo sintio alivio, pues eso significaba que Warwick habia decidido contar a Will entre los suyos. Pero tambien sintio inquietud. Will era su amigo, y le tenia suma confianza. Pero esa confianza no era la misma de otrora. En un tiempo habia confiado en Warwick, habia creido que Warwick jamas recurriria a la rebelion armada despues de todo lo que habian compartido.
Ya no podia confiar en nadie sin reservas. En nadie. Ni en Johnny. Ni en John Howard. Y mucho menos en los Woodville. Ni siquiera en Will y Dickon, pues Dickon era un mozalbete inexperto y Will… Will era el cunado de Warwick. Penso lugubremente que acababa de descubrir otro aspecto desagradable del confinamiento, la erosion de la verdad.
– Te aseguro que todo esta en orden, primo.
Eduardo alzo la vista, miro a Warwick a los ojos.
– No tengo la menor duda -replico-, pero alguien me dijo que un hombre que firma un papel sin leerlo es un tonto de capirote.
Warwick curvo la boca como si reprimiera una sonrisa.
– Si mal no recuerdo, fui yo quien te dio ese consejo.
– Si, lo se. Fue durante esos meses que pasamos en Calais, cuando tuvimos que huir de Ludlow.
Se sostuvieron la mirada. Junto al hogar, Jorge observaba el enfrentamiento. Habia muchas cosas que no entendia en la relacion de su primo con Ned. Pensaba que Warwick tenia buenos motivos para odiar a Ned y casi siempre actuaba como si lo odiara. Y de pronto se dejaba embobar por un recuerdo comun. Una vez, para exasperacion de Jorge, los habia sorprendido riendo juntos por un estupido episodio de anos atras. Le irritaba que Warwick no pudiera cortar todos los lazos con el pasado, que diera importancia a los recuerdos. Solo contaba el dia de hoy. Y hoy Ned era una amenaza.
Jorge no confiaba en Ned, por afable que pareciera. Lo conocia demasiado, y por primera vez se pregunto si la percepcion que Warwick tenia de Ned no era erronea. Lamentablemente, sabia que Warwick no le prestaria atencion. En ocasiones Jorge pensaba que el hombre que era su suegro desde hacia un mes lo tomaba tan poco en serio como Ned.
Habria sido mucho mas facil si Ned hubiera presentado resistencia en Olney, si hubiera muerto en la lucha. Jorge estaba seguro de que sucederia asi, y se habia asombrado cuando Ned se rindio sin combatir. Solo recientemente se lo habia confesado a si mismo, y nunca lo diria en voz alta, pero hubiera preferido que su hermano hubiera muerto. La muerte de Ned seria la solucion de todos sus problemas.
Sin embargo, no queria participar en el asesinato de Ned. Pensaba en su madre, en Meg y en Ricardo. No podria mirarlos a la cara si eso sucedia. Nunca. A menos que Ned no les dejara opcion.
Bien, quiza no llegaran a tanto. Warwick tenia un plan, y ese plan entusiasmaba a Jorge. Despues de todo, no se requeria la muerte para deponer a un rey. Existia, habia senalado Warwick, ese rumor que habian puesto en circulacion los enemigos de York: que Ned era ilegitimo, que no era hijo del duque de York.
Nadie debia de creer semejante cosa, ni siquiera los lancasterianos mas fervientes, pero no era importante que lo creyeran. Se podia usar, podia dar al parlamento la excusa que necesitaba para actuar, para entregarle la corona a el. No se permitia enturbiar este sueno pensando en la reaccion de su madre ante esa acusacion. Se habia convencido de que ella entenderia que era obra de Warwick. No de el.
Aun asi, era arriesgado. Muy arriesgado. Su sonrisa se disipo. No, seria mucho mejor para ellos que Ned muriese. Estudio a su hermano con ojos frios. ?Que lastima que no hubiera muerto en Olney!
Eduardo cogio el ultimo documento que le habian presentado. Con las primeras palabras, se puso rigido, abrio los ojos con incredulidad.
– El rey, al venerable padre en Cristo, Thomas, cardenal y arzobispo de Canterbury, salud. Como Nos decretamos celebrar un parlamento en York el viernes anterior a la venidera fiesta de San Miguel, os ordenamos que comparezcais en el dia y lugar antedichos…
Eduardo irguio la cabeza bruscamente y vio que Warwick lo observaba con una sonrisa socarrona.
– Como ves, Ned, habra un parlamento en York el 22 del mes proximo. En consecuencia, quiero que envies ordenes con tu sello personal a los prelados y pares del reino.
Eduardo le clavo los ojos. Su mente se acelero. Un parlamento… ?para que? ?Para entregarle la corona a Jorge?
– Entiendo -dijo lentamente.
– Sabia que entenderias, primo. -Warwick vio con satisfaccion que Eduardo habia perdido parte de su famoso