los lores Hastings, Howard y Dacre.
Tambien lo acompanaba Su Gracia el conde de Northumberland. Juan Neville se unio al rey en su avance hacia el sur y cabalgo junto a el cuando entraban en Londres. No puede ser facil estar obligado a escoger entre un hermano y un soberano, pues no dudo de que los ama a ambos.
El rey ordeno que liberasen a Henry Percy de la Torre y nombro lord condestable a Dickon, tal como nos habia dicho mi senor de Warwick. Ahora han despachado a Dickon a la frontera para sofocar una rebelion en Gales y para reconquistar Carmathen y Cardigan, que fueron tomadas por los rebeldes. Es su primer mando militar.
Titubeo, mancho la pagina con tinta, y luego anadio, a manera de epilogo, todo lo que le parecia seguro decir sobre la lucha de poder que se desarrollaba entre el rey y su primo, el Hacerreyes.
El conde de Warwick y el duque de Clarence permanecen en el norte. El rey los llamo a Londres, pero hasta ahora se han negado a acatar esa orden. Es como si Inglaterra estuviera partida en dos. No se que sucedera ahora, pero temo por el futuro. Creo que solo nos depara aflicciones.
Capitulo 13
– ?Por que, Ned? En nombre de Dios, ?por que? ?Como pudiste?
– No tenia opcion, Lisbet.
Isabel lo miro. Eduardo reparo en su incredulidad, noto que ella no habia asimilado sus palabras.
– ?No tenias opcion? -repitio ella-. Mi padre y mi hermano murieron por orden de Warwick. ?Y me dices que no tienes mas opcion que indultarlo?
Elevo la voz. El se le acerco pero ella lo esquivo, retrocedio.
– Si -dijo el-. Eso es lo que te digo. No tenia opcion. Si no puedes destruir a tu enemigo, Lisbet, debes reconciliarte con el. Es una regla elemental de la guerra, amor mio, por poco que te guste.
– Tu tienes el poder… -comenzo ella, pero el la interrumpio.
– No, Lisbet. Lamento decir que no es asi. Tengo, por cierto, la autoridad moral del trono. -Sonrio ironicamente-. Lamentablemente, la autoridad moral suele perder en el campo de batalla, tesoro.
Ella paso por alto el sarcasmo, sacudio la cabeza.
– Eres el rey -insistio-. Eso te da el poder…
– ?El mismo poder que tenia Enrique de Lancaster? Por Dios, Lisbet, mi padre lucho contra Margarita de Anjou durante anos y Lancaster no pudo hacer nada para evitarlo, ni siquiera cuando empezo a correr tanta sangre.
– Porque era un simple.
– Es verdad, pero la respuesta no esta solo en la flaqueza de Enrique, sino en la fortaleza de mi padre. Una fortaleza suficiente para retar a la corona, incluso para tomar las armas contra el rey. ?Cuantas batallas se libraron en los anos previos a Towton…? ?Cuatro? ?Cinco? Hablas de poder. Bien, mi padre tenia el poder para retar al rey. Y por mucho que me irrite reconocerlo, tambien lo tiene mi primo de Warwick. Al menos por ahora.
Ella no respondio y el le cino el talle con el brazo, la atrajo hacia si. Bajo la cabeza y le beso las sienes, los parpados; hablo suave y persuasivamente, reconociendo la justicia de su peticion de venganza pero recordandole que el rey no tenia ejercito propio, que dependia de los lores para llamar hombres a las armas, recordandole que Warwick tenia su base de poder en el norte y podia congregar una fuerza temible bajo su estandarte del Oso y el Baculo Enramado. Ella no respondio, volvio la mejilla apenas, y los labios de el le rozaron la boca.
– Entiendo tu amargura, carino. ?Crees que yo queria esto? Te aseguro que nunca se dio un indulto tan a reganadientes. Mi primo de Warwick tiene una deuda conmigo. No pienso olvidarla. Pero todavia no estoy en posicion de exigir el pago. Se que no es facil para ti, amor mio, pero…
Ella se zafo del abrazo. El nunca habia visto ojos tan verdes, del color de esmeraldas vidriosas, con pupilas que eran astillas de furia ardiente.
– No, no lo sabes. La verdad es que la muerte de mis parientes no significa nada para ti. Me hablas de necesidad. ?Dime que necesidad te habria inducido a reconciliarte con Clifford! Nada en el mundo te habria obligado a indultar al hombre que asesino a tu hermano. Pero parece que la muerte de mi hermano cuenta menos.
El tambien se enfurecio, pero procuro contenerse.
– No eres justa, Lisbet -dijo pacientemente-. Te explique por que accedi a indultar a Warwick. Sabes que no es lo que yo queria…
– No -escupio ella-. No se semejante cosa. Solo se que estas indultando al hombre que asesino a mi padre y mi hermano, y no necesito saber mas.
Nunca habian renido tanto en sus cinco anos de matrimonio. Al final Eduardo se retiro de la alcoba exasperado mientras Isabel desquitaba su furia causando estragos en el mobiliario, tirando al suelo peines de marfil y frascos de cristal veneciano y arrojando la almohada con tal fuerza que se desgarro en un aleteo de plumas arremolinadas.
El enfado de Eduardo duro poco. El habia dicho la verdad; el indulto era solo un reconocimiento realista del poder que poseia el conde de Warwick. Pero Isabel tambien decia la verdad, y el lo sabia. Las humillaciones que habia soportado a manos de Warwick lo irritaban mas que la muerte de los parientes de su esposa.
Los Woodville lo habian desilusionado mucho al cabo de unos meses tras su boda. Los miembros de esta agraciada familia pronto demostraron que su unica virtud era la buena apariencia, pues eran codiciosos y solo servian para ganarse enemigos, en lo cual sobresalian. Eduardo llego a la conclusion de que le habria convenido que suesposa fuera hija unica, y le maravillaba que una familia tan debil pudiera haber engendrado a Lisbet, cuya fuerza de voluntad y ambicion rivalizaban con las suyas.
Lamentaba la ejecucion de su suegro y su cunado en Gosfroth Green, Coventry, pero no lloraba por ellos. Isabel lo sabia y le guardaba rencor por ello. El no la culpaba. Tampoco la culpaba por jurar venganza contra el hombre al que consideraba responsable.
Eduardo sabia que su bella esposa podia ser una enemiga implacable. Tambien sabia lo que era sufrir una perdida que exigia ser redimida con sangre. En consecuencia, estaba dispuesto a tolerarle lo que no habria tolerado en ninguna otra persona. No penso mas en el altercado, paso diplomaticamente por alto la glacial conducta de Isabel en los dias siguientes, y se mantuvo alejado de su lecho varias noches para darle tiempo a calmarse.
Fue a verla en la cuarta noche despues de la rina. Sin embargo, habia subestimado la magnitud de su enfado. El tiempo solo habia servido para inflamarlo y el rencor que sentia contra el crecia con el paso de los dias.
Sentada ante el tocador, Isabel miraba el reflejo de su esposo en el espejo brunido que habia encargado a un maestro artesano de Genova. Su rostro era impasible; por dentro, estaba hirviendo. Al principio habia pensado en expresar su resentimiento, en decirle que se refocilara con una de las rameras que mantenia en la corte, en atacarlo con mordaces palabras de rechazo. Contuvo ese impulso, pero solo con gran esfuerzo.
Durante los gratos y placidos anos de su matrimonio con John Grey, no habia tenido escrupulos en manipular los favores sexuales como medio de salirse con la suya. Habia sido un arma sumamente efectiva con ese ferviente caballero de habla lenta, que nunca habia perdido el pasmo ante la deslumbrante belleza de la muchacha que se habia llevado a la cama cuando era una novia virgen de quince anos.
Las cosas eran distintas con Eduardo. Al principio del matrimonio, Isabel habia rechazado sus avances amorosos despues de un pequeno desacuerdo y asi habia provocado una rina de imprevista y alarmante intensidad. Era la primera vez que veia a su despreocupado esposo realmente furioso y habia guardado ese recuerdo para futura referencia. Isabel era tozuda, pero tambien era pragmatica. Sabia que era importante complacer a Eduardo, y en los anos venideros no volvio a cometer el mismo error.