tenia que sonreir y hacer una broma. Tan arrogante, tan convencido de que se le perdonaria cualquier pecado.
No noto con cuanta claridad sus pensamientos afloraban a su semblante hasta que vio que la sonrisa de Eduardo se enfriaba en una mueca severa.
– Si recapacitais, lord Stanley, convendreis conmigo en que mas vale olvidar este episodio. -Eduardo tendio la mano para aceptar el gesto de sumision de Stanley, y anadio con glacial ironia-: Tambien sugeriria que tengais en cuenta que conozco vuestro merito, milord. Se precisamente que valor debo adjudicar a vuestra lealtad.
Las buenas intenciones de Ricardo siguieron de pronto el camino que suelen tener esas decisiones. Se habia esforzado para ser un buen ganador que no se ufanaba abiertamente de su triunfo, pero no pudo contenerse y lanzo una risotada. Eduardo lo miro de soslayo, y tambien el se rio. Las carcajadas siguieron a Stanley mientras se marchaba. Aun las oia cuando salio al calido y soleado jardin del priorato.
Thomas Parr era industrioso y eficiente; cuando Ricardo entro en la estancia, ya le estaban calentando agua para el bano. Thomas tambien habia pedido vino a la despensa y se alegro de haber pensado en ello cuando vio que el joven lord no estaba solo, sino acompanado por lord Hastings y el rey.
– Ned, se que no me equivocaba con Stanley. Nunca creere lo contrario. -Los pliegues del jubon sofocaban la voz de Ricardo. No se habia molestado en desabotonarlo por completo, y se lo paso con impaciencia sobre la cabeza con cierta ayuda de Thomas. Una vez libre, continuo-: Se proponia reunirse con Warwick y Jorge en Manchester. Se que es asi.
– No lo dudo, hermanito -concedio Eduardo. Se habia sentado en la cama, y aceptaba la copa de vino que le ofrecia Thomas-. Pocas cosas son constantes en la vida, pero puedes dar por seguro que nunca te equivocas cuando sospechas de un Stanley.
Ricardo se sumo a sus risotadas, y tambien Will. Al cabo de un rato, Eduardo se calmo.
– Me prestaste un servicio que no olvidare pronto, Dickon -dijo con una sonrisa-. Pero debo decirte, muchacho, que careces tremendamente de tacto.
– ?Tacto? -protesto Will con voz incredula-. ?Santa Madre de Dios! -Miro a Eduardo con la libertad de una larga familiaridad, y dijo-: Una broma extrana, Ned, viniendo de ti. Dudo que Stanley creyera que tomarias su denuncia en serio. Aunque parezca mentira, no es un tonto rematado. Pero no creo que esperase que te desternillaras de risa cuando acudio a ti para salvar su reputacion.
– No fue uno de mis momentos mas diplomaticos, ?verdad? -concedio Eduardo, sin el menor arrepentimiento-. Pero cielos, Will, ?ese hombre es tan papanatas!
– ?Lo se muy bien! -exclamo Will con un mohin-. En cierto modo somos parientes, pues ambos tenemos esposas Neville.
– ?Ojala Warwick se quedara sin hermanas! Tiene demasiados cunados para mi gusto. Tambien le ha echado la red al conde de Oxford.
Ricardo le arrojo la camisa a Thomas, y miro a Eduardo con sorpresa.
– ?Oxford? Es lancasteriano, ?verdad?
– Mas o menos. Pero el ano pasado se caso con Madge, hermana de Warwick, y parece que desde entonces le ha prestado demasiada atencion a Warwick. Pero le faltan agallas. Echo a correr en cuanto supo que yo habia ganado en el Campo de las Cotas Perdidas, huyo a la costa y se embarco hacia Francia. -Eduardo vacio la copa, la dejo en el suelo-. Me pregunto si el cristianisimo rey de Francia sentira tanto afecto por sus aliados Neville cuando empiecen a aparecer con un precio por su cabeza y sin dinero en el bolsillo -dijo acidamente, y le pidio a Thomas que volviera a llenarle la copa.
A Ricardo le complacia que el rey frances sufriera frustraciones y la politica exterior francesa quedara sumida en el caos, pero el precio era demasiado alto. No se imaginaba a Warwick y Jorge como exiliados indigentes en la corte francesa. ?Pero que sucederia si no escapaban, si caian en manos de Ned? Preferia no pensar en ello.
El bano estaba perfumado con hojas de laurel y mejorana, tenia fragancia a menta y estaba deliciosamente caliente. Este era un lujo que Ricardo habia extranado mucho y se hundio satisfecho en la tina de madera, apoyando la cabeza en la toalla plegada que le habian puesto bajo la nuca. La habitacion estaba en silencio. Will Hastings se habia marchado y los sirvientes que vertian agua bajo la supervision de Thomas estaban demasiado abrumados por la presencia del rey para hablar en voz alta.
– Ned, vi a Johnny cuando llegue al priorato. Me dijo que le habias devuelto Northumberland a Percy. -Ricardo no estaba acostumbrado a cuestionar las decisiones de su hermano; mas aun, nunca lo habia hecho. Titubeo al preguntar-: ?Por que?
– No hay ningun misterio, Ricardo. Sabes que he tenido problemas en el norte. Hace tiempo que la familia Percy es poderosa alli. Es una medida popular que contribuira a aplacar las disputas locales. Es conveniente, hermanito, mostrar a la gente que puedes escuchar sus quejas… siempre que no lo tomes por costumbre.
– Se que Percy tiene mucho respaldo en Yorkshire -concedio Ricardo-. Aun asi… -No sabia bien lo que queria decir, y de nuevo titubeo.
– ?Te das cuenta, Dickon, de que este jueves hara nueve anos que venci en Towton? Nueve anos, y todavia tengo que derrochar energias sofocando revueltas lancasterianas. Te aseguro que se me ocurren modos mejores de pasar los proximos nueve anos, hermanito. No, si la restauracion de un titulo puede aplacar a la familia Percy, el precio es bajo. Necesito que los Percy mantengan el norte en paz… y ahi tienes la respuesta a tu pregunta.
– Pero… ?no es Johnny quien paga el precio?
– ?Eso dijo el? -pregunto Eduardo sorprendido, irguiendose. Por primera vez Ricardo penso que la lealtad a Johnny podia no concordar con la lealtad a Ned.
– No, claro que no -se apresuro a decir-. Fui yo quien lo penso, no el.
– No creo que Johnny este en mala posicion, Dickon -dijo Eduardo lentamente-. No solo lo nombre marques de Montagu sino que le di el grueso de las fincas que antes pertenecian al conde de Devon. Mas aun, como bien sabes, nombre a su hijo duque de Bedford y convine en desposar al muchacho con mi Bess. Su hijo podria llegar a ser rey de Inglaterra. ?El condado de Northumberland es un precio demasiado alto por eso? No lo creo.
Ricardo estaba dispuesto a coincidir. El compromiso de su pequena sobrina y el hijo de Juan, que se habia celebrado poco antes de que el partiera para Gales, era una prueba cabal del favor del rey. Eduardo tenia tres hijas y, si moria sin heredero, la corona pasaria a Bess y al hijo de Juan, no a Jorge.
– Tal como tu lo explicas, tiene mucho sentido -concedio Ricardo. Pero al mirar la ondulante agua del bano, no vio su propio reflejo sino el rostro de su primo tal como lo habia visto en el patio del priorato, tenso y desdichado-. Johnny no me dijo nada sobre esto, Ned -dijo, escogiendo las palabras con inusitada cautela-. He dado mi opinion, no la suya. Es solo que esta tarde lo note muy preocupado, como un hombre con muchas heridas.
– No me extrana -replico Eduardo, cambiando de tono-. Veras, esta manana ordene el arresto del arzobispo de York.
Ricardo asintio.
– Pobre Johnny -murmuro. Solo tenia que pensar en Jorge para entender como debia sentirse Johnny. De pronto tirito, no habia notado que el agua se estaba enfriando. No se molesto en pedir mas agua caliente; por algun motivo, no valia la pena. En cambio pidio una toalla-. Ned, ?sabes algo sobre el paradero de la esposa de Warwick, sus hijas? ?Todavia estan en el castillo de Warwick?
– No lo se. Se rumorea que Isabel estuvo en Exeter la quincena pasada, pero no se si es cierto o no. -Eduardo se encogio de hombros.
Ricardo comprendio que si Warwick y Jorge huian de Inglaterra, quiza llevaran a sus esposas. Y Ana. Este pensamiento era tan perturbador que lo rechazo de inmediato y sacudio la cabeza con incredulidad.
– Sin duda no pensaran llevarse a las mujeres. ?Por Dios, Ned, el bebe de Bella nacera este mes!
Eduardo no respondio, y Ricardo no se sorprendio. ?Acaso habia algo que decir?
Las noticias tardaban en llegar al norte, y solo varias semanas despues, en una noche de finales de mayo, Francis cogio su pluma y anoto en su diario:
Escrito en Middleham en el dia anterior a la Ascension, en el ano de gracia de 1470, decimo ano del reinado del rey Eduardo.