mismisimo archidemonio del infierno. -Y anadio, a su pesar-: Que Dios se apiade de el, haber caido tan bajo…

– Facilis descensus Averni -cito Eduardo, encogiendose de hombros-. Facil es el descenso al infierno.

– Cielos, Ned, su padre y su hermano murieron con los nuestros en Sandal -insistio Ricardo-. ?A manos de los hombres de Margarita!

– Ya, y Warwick no se cansaba de tildar al hijo de bastardo. Pero el rey de Francia tiene una lengua meliflua y parece que los intereses personales han obtenido la victoria -dijo secamente Eduardo, y Ricardo volvio los ojos grises hacia el en tardia comprension.

– Esto es obra del rey frances, ?verdad?

– ?De quien otro, Dickon? Warwick no tiene la imaginacion necesaria… Si la tuviera, no habria respaldado a Jorge en sus aspiraciones al trono. En cuanto a la ramera francesa… -Eduardo rio forzadamente-. En verdad creo que odia a Warwick aun mas que a mi.

– Y el exilio no la ha ablandado -intervino Will-. Tuvo a Warwick de hinojos un cuarto de hora antes de dignarse indultarlo.

– Me habria gustado ver eso -dijo amargamente Ricardo, y Eduardo le dirigio una sonrisa complice.

– A mi tambien, muchacho, a mi tambien.

– ?Que hay de Jorge? -pregunto Ricardo, y esta vez la risa de Eduardo no fue forzada.

– ?Que hay de el, en efecto? Warwick necesita a Jorge tanto como un castrado necesita a una mujer fogosa, y hasta Jorge debe comprender que ahora es como una ubre de toro, una curiosidad inservible.

Will rio, pero Ricardo fruncia el ceno, pues aun no daba credito a la noticia.

– ?Warwick espera devolver el trono a Enrique de Lancaster? -pregunto-. Dios Todopoderoso, Ned, Enrique esta loco de remate y Warwick lo sabe.

– Si se atreven, soslayaran al viejo y coronaran al nino -predijo Will.

– ?Aun no han desembarcado en Inglaterra y ya has coronado al nino? -bromeo Eduardo.

Reparando en su error, Will hizo una mueca y se recobro prontamente.

– Quisieran hacerlo… mas no lo haran.

– No, Will, no lo haran. Pero vaya si lo intentaran.

– No lo creo, Ned. Apuesto a que tendran un entredicho antes de la primera helada… y nuestro primo Warwick habra canjeado los restos de su honra por un punado de telaranas y humo.

– Yo que tu no contaria con eso, Dickon.

– No puedo creer que esta condenada alianza pueda durar. Es un apareamiento tan antinatural como Roma y Cartago, como Esparta y Troya.

– Pareces olvidar, Dickon, que estamos lidiando con el Rey Arana. Luis comprendio, tal como tu, que para acoplar a perro y gato se requeria mas que un apetito comun por la corona inglesa. -Eduardo hizo una pausa, meneo la cabeza-. No, ese hideputa puso una buena carnada en la trampa, y luego sello esta aciaga alianza con el sacramento del matrimonio. Realmente me gustaria saber como persuadio a Margarita de desposar a su precioso vastago con una hija de Warwick. -De nuevo sacudio la cabeza, intrigado-. Eso si que es increible.

– Sospecho que el hijo la convencio -le explico Will a Ricardo-. Parece que estaba prendado de la muchacha y no era reacio a acostarse con ella, y menos cuando tambien le ofrecian una corona.

Mientras Will hablaba, hubo una subita conmocion del otro lado de la mesa. Un escudero de la casa real se habia movido sigilosamente entre ellos, llenando las copas de vino con un gruesa jarra de cristal. Pero, cuando se detuvo ante Ricardo, este se giro subitamente para mirar a su hermano, y el desdichado criado se encontro vertiendo vino en una copa que ya no estaba ahi.

El hombre miraba consternado el charco que se formaba entre los juncos del suelo, vio con mayor consternacion que el vino habia salpicado la manga de terciopelo azul del jubon del joven duque, y se dispuso a afrontar una reprimenda que no merecia pero de la que no esperaba escapar.

No hubo reprimenda sino un abrupto silencio, interrumpido por Will cuando fue evidente que nadie mas pensaba hablar. La torpeza de Ricardo habia sobresaltado a Will, pero sus buenos modales le impedian comentarlo. En cambio, hizo al escudero una senal discreta para que se retirase y reanudo la conversacion como si nadie la hubiera interrumpido.

– Pero Margarita no es tonta. Aunque aprobo el compromiso, la boda no se celebrara hasta que Warwick sea dueno de Inglaterra. -Se rio de eso, y concluyo jovialmente-: Y el tiene tantas probabilidades de lograrlo como de conquistar la santa ciudad de Jerusalen.

Espero una reaccion, pronto vio que esperaba en vano. Ahora reparaba en tensiones que iban mas alla de la conmocion que habia provocado el acuerdo de Warwick con la reina lancasteriana. Renuncio a todo intento de platicar, miro a Eduardo pidiendo una senal. Esta no tardo en llegar.

– Will, quisiera hablar a solas con mi hermano -dijo el rey, y cuando Will cerro la puerta, se inclino hacia Ricardo. Pero Ricardo rehuyo el contacto.

Eduardo, excepcionalmente, se habia quedado sin palabras, y guardo silencio mientras Ricardo se acercaba a la ventana, donde se dedico a destrabar los postigos.

Un aire frio invadio la camara, haciendo chisporrotear las velas y anunciando una lluvia inminente. Eduardo maldijo entre dientes.

– Dickon, no sabia… Ni se me ocurrio que aun estuvieras prendado de la hija de Warwick. -Ricardo callo, y Eduardo se sorprendio a si mismo al ponerse a la defensiva-: Despues de todo, hace casi un ano que no la ves… Tiempo de sobra para olvidar a una veintena de mujeres. A tu edad, se que lo hubiera hecho… y lo hice.

Ricardo dio media vuelta.

– El ano pasado, cuando prohibiste nuestro compromiso, te dije que sentia afecto por Ana, y respondiste que recapacitarias si mis sentimientos eran similares al cabo de un ano. ?Recuerdas tus palabras?

A Eduardo no le gustaban las acusaciones, directas o implicitas, y respondio con rustica franqueza.

– Las recuerdo. No parecia una gran promesa. Solo tenias dieciseis anos y pense que tu enamoramiento pasaria con el tiempo.

Lamento esa franqueza de inmediato, no habia comprendido cuan desalmadas eran esas palabras hasta que las pronuncio. Suspiro y lanzo otro juramento, sintiendose desorientado. No estaba acostumbrado a identificarse tanto con el dolor de otro, y la sensacion no le agradaba.

– Dickon -dijo al fin-, no se que decirte. Si tan solo me hubieras comentado algo en estos meses, si hubiera sabido que aun sentias afecto por la muchacha, no habria permitido que te enterases asi de su compromiso. Lo lamento profundamente, de veras. Pero no dire que lamento haber prohibido ese compromiso. No te mentire sobre eso.

Ricardo asintio apenas, un gesto que no decia nada y que podia significar cualquier cosa.

– Maldicion, Dickon, le estamos dando una importancia excesiva a este asunto. Como dijo Will, la boda no se celebrara hasta que Warwick haya conquistado Inglaterra. Si eso es verdad, tu prima nunca vera el alba del dia en que deba desposar a un Lancaster. Te lo prometo, hermanito.

Capitulo 16

Doncaster

Septiembre de 1470

Eduardo no podia dormir: rodaba sobre el vientre, se volvia sobre la espalda, golpeaba la almohada para ablandarla. Al rato desistio y se apoyo en los codos para escrutar la habitacion a oscuras. Ardia una sola vela blanca, para dar suerte y luz, y los postigos estaban cerrados para protegerlo del insalubre aire nocturno. Discernia la silueta inmovil de su escudero, tendido en un jergon junto a la puerta; el resuello suave y parejo indicaba un sueno profundo y benigno. Irritado, Eduardo penso en despertarlo para compartir estas ingratas horas de ocio.

En poco tiempo estrias de luz surcarian el cielo, y el tenia que levantarse con el sol. Ese dia esperaba juntar a sus tres mil hombres con los cinco mil que estaban al mando de su primo, Juan Neville, marques de

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