una reticencia inesperada en un principe Plantagenet.

Francis sabia que existia una prolongada relacion con una muchacha llamada Kathryn, una relacion que habia comenzado poco despues de que Ricardo cumpliera dieciseis anos y habia durado hasta el presente. Pero solo sabia eso, y solo porque en primavera ella habia dado a luz una hija que Ricardo habia reconocido abiertamente, llamada Kathryn, como su misteriosa madre.

Sin duda ella era la «dulce Kate» de la carta, y sintio la fuerte tentacion de seguir leyendo. Vacilo, pero el temible lobero de Ricardo lo miraba confiadamente y a reganadientes guardo la carta en el libro, evitandose un gran bochorno, pues Ricardo regreso poco despues de este triunfo de la conciencia sobre la curiosidad.

Mientras su amigo hojeaba rapidamente la correspondencia, Francis penso que no era de extranar que Dickon luciera cauto aun cuando se reia. Gran condestable de Inglaterra, presidente de la corte de justicia de Gales del Norte, jefe de administracion, alguacil e inspector de todo Gales, presidente de la corte de justicia y chambelan de Gales del Sur… y ahora tambien la alcaidia de las Marcas del Oeste de Escocia. No eran titulos hueros, sino que representaban funciones cargadas de autoridad y obligaciones. No me gustaria responder por la vida de otros hombres, penso, y menos a los diecisiete anos, por la gracia de Dios.

– Esta carta no puede esperar, Francis. Quiero que llegue a manos de mi primo, Juan Neville, sin la menor demora.

Mientras Ricardo daba instrucciones al correo, Francis jugo con el perro, esperando a que estuvieran solos para satisfacer su curiosidad sobre un asunto que lo intrigaba desde que se habia enterado de que Eduardo iba al norte para sofocar el levantamiento de Fitz-Hugh.

– Dickon, ?por que Su Gracia el rey decidio ir personalmente a Yorkshire? ?Por que la rebelion no fue sofocada por el conde de Northumberland?

Ricardo se encogio de hombros.

– Northumberland nos aviso de que las fuerzas rebeldes eran muy superiores a las suyas -dijo, con el tono neutro que usaba cuando hacia un esfuerzo deliberado para ser imparcial, para no juzgar. Pero la necesidad de realizar ese esfuerzo ya era una especie de juicio, y Francis lo conocia bien y comprendia eso.

– A mi entender, no era una gran revuelta -resoplo-. ?Huyeron del rey como caballos asustados! Si Northumberland se hubiera molestado, habria visto que era una amenaza minima.

– Northumberland suele ser excesivamente cauto. Me hace pensar, Francis, en un gato que no se decide a saltar del arbol. -Ricardo volvio a encogerse de hombros y anadio sin conviccion-: Pero hace menos de doce meses que lo liberaron de la Torre. Quiza necesite tiempo…

No se molesto en redondear la frase, y Francis tampoco se molesto en insistir. En realidad no le interesaba Northumberland, sino el hombre que antes ostentaba ese titulo.

– ?Que hay de Johnny Neville, Dickon? -pregunto pensativamente-. Tambien el estaba en posicion de actuar contra Fitz-Hugh. ?Por que no lo hizo?

Ricardo callo un rato.

– No lo se -confeso al fin-. En julio mi hermano designo a Johnny para un tribunal de indagacion en Lincolnshire y yo lo vi brevemente cuando estaba en Lincoln. Despues regreso al norte y desde entonces no nos hemos comunicado.

Francis, que sentia gran afecto por Juan Neville, se aventuro a explorar cautamente lo que consideraba un tema delicado.

– Dickon, ?como se lo tomo cuando el rey devolvio el titulo de Northumberland a Percy?

Ricardo se levanto, se acerco a la mesa.

– Al devolver a Percy el condado de Northumberland -murmuro, de espaldas a Francis-, mi hermano procuraba pacificar el norte. No ha olvidado la violencia que estallo en York el ano pasado… Lo que comenzo como una protesta contra los diezmos del hospital de San Leonardo termino con una turbamulta que apedreo a la guardia del ayuntamiento mientras aclamaba a Percy. Si eso ocurrio en York, Francis, donde simpatizan con los Neville… No, entiendo las razones de mi hermano el rey. Mas aun, Johnny Neville goza de mi entera confianza. - Titubeo, se volvio hacia Francis, concluyo apresuradamente-: Pero ojala no lo hubiera hecho, Francis. Ojala no lo hubiera hecho.

Francis lamento haber preguntado, y decidio cambiar de tema.

– Quiero comprar una yegua para mi hermana Joan mientras estoy aqui. Le prometi que le llevaria una bonita potranca de Yorkshire.

– Podriamos cabalgar hasta la abadia de Jervaulx para ver sus animales. Como es un dia de cabalgada, no podria ir hasta el lunes proximo, pero si estas dispuesto a esperar, Francis, no encontraras mejores caballos en ninguna parte. Crian los mejores de Wensleydale.

Esa salida resultaba muy atractiva para Francis.

– Y Middleham esta solo cuatro millas camino arriba -dijo con entusiasmo-. Ha jurado lealtad al rey, ?verdad? Podriamos pernoctar alli en vez de con los monjes.

De inmediato noto que habia cometido un error al mencionar Middleham, pues los ojos de Ricardo se oscurecieron tanto que no se distinguia si eran azules o grises, solo que ardian con un dolor secreto. El momento paso y Ricardo sonrio.

– Quien sabe -dijo de buen humor-, quiza en Jervaulx encuentres incluso una potranca que te gustaria regalarle a Anna.

Francis habia estado a punto de mencionar el nombre que no le habia oido decir a Ricardo desde que Warwick habia huido a Francia, el nombre de la muchacha de catorce anos que habia tenido que acompanar a su padre en el exilio. La salida de Ricardo lo distrajo y el nombre que paso por sus labios fue el de Anna Fitz-Hugh, no el de Ana Neville.

– Se ha decidido que Anna debe venir a vivir conmigo en Minster Lovell, el ano proximo, una vez que haya cumplido los quince. Es una sensacion rara, Dickon, tener una esposa que ni conozco… No tenemos nada que decirnos.

Abrieron la puerta, y ambos se volvieron, esperando ver a Thomas Parr, el escudero de Ricardo, o quiza a uno de los frailes agustinos con su tunica negra. El hombre que tenian delante era un desconocido que usaba el azul y morado de York.

– Mi senor de Gloucester… Con perdon de Vuestra Gracia, el hospitalero me indico que viniera a veros cuando le dije que venia de parte de Su Gracia el rey. Milord, el rey desea veros de inmediato. Os aguarda en el convento de los franciscanos.

Ricardo se limito a asentir en silencio. El hombre se retiro y al instante entro Thomas.

– He dado ordenes de ensillar a vuestro caballo, milord -anuncio.

– Te esperare, Dickon, si te parece bien.

Ricardo se volvio hacia Francis, asintio de nuevo, pero Francis penso que no habia oido sus palabras. Ricardo habia palidecido visiblemente. Tenia la boca tensa, como preparandose para afrontar malas noticias. Antes de que Francis pudiera repetir la pregunta, Ricardo se marcho y el quedo a solas en la camara silenciosa. Se sento en la angosta cama y trato de convencerse de que el rey podia llamar a Ricardo a semejante hora por asuntos triviales, por algo que no fuera una catastrofe.

– Entra, Dickon. Tengo noticias. Parece que el muy cristiano pais de Francia ha presenciado un milagro… Y sin duda pronto nos diran que los ciegos veian y los cojos brincaban como ciervos.

– Se me ocurren pocos lugares menos aptos que Francia para recibir esa bendicion -dijo Ricardo con incertidumbre, pues habia un brillo duro en los ojos de su hermano y la befa sonaba a falsa-. ?Que ha sucedido, Ned?

– El gato esta entre las palomas, hermanito. Lisbet me ha enviado un mensaje desde Westminster. Nuestra hermana Meg me ha enviado un recado desde Borgona… Warwick se ha reconciliado con la ramera francesa.

Por primera vez en su vida, Ricardo supo que significaba quedar mudo de asombro.

– No lo creo -dijo al fin.

– Creelo, Dickon -dijo Eduardo con un mohin-. Warwick y Margarita de Anjou se reunieron en Angers el 22 del mes pasado y alli descubrieron que tenian un interes en comun: mi derrocamiento.

– Si, y he aqui que el lobo y el cordero se alimentaran juntos -murmuro Will Hastings, pero a Ricardo esa nefasta alianza no le causaba ninguna gracia.

– Si se alia con Margarita de Anjou -dijo, aun incredulo-, no habria tenido reparos en sellar un pacto con el

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