paso junto a Ricardo, duque de Gloucester y principe Plantagenet, sin siquiera saludarlo, Eduardo supo lo que diria.
– Correis peligro mortal, majestad.
Eduardo trago saliva, y tenia la boca tan seca que le costo hablar.
– ?Quien me amenaza?
– Montagu -barboto el hombre-. Se ha pronunciado a favor de su hermano Warwick… y su ejercito esta a menos de dos leguas, Vuestra Gracia.
No tendria que haberle sorprendido. Al aceptar la veracidad del relato de Carlisle, Eduardo habia comprendido que solo podia haber un ejercito que estuviera en las cercanias de Doncaster. Pero se habia negado a creerlo. Habia verdades demasiado devastadoras para aceptarlas. Johnny. Cielo santo, ?que habia hecho?
Nadie hablo. Parecia que ni siquiera respiraban. Se obligo a volver la cabeza hacia sus companeros. Vio que Ricardo y Will tambien habian sospechado la verdad. Solo Anthony estaba estupefacto.
– ?Montagu? -repitio con incredulidad-. ?Como se atreve, Ned? Despues de todo lo que hiciste por el…
Nadie le presto atencion. Will observaba a Eduardo. Tambien Ricardo observaba a su hermano. Eduardo dio media vuelta para no afrontar esas miradas, tropezo con la cama. Johnny, nada menos que Johnny. Ese maldito titulo. Que Dios lo perdonara, tendria que haberlo previsto, tendria que haberse dado cuenta. ?Que seria de Isabel, de sus hijas, de los hombres que habian confiado en el? Will. Dickon. Dickon, que tenia diecisiete anos, como Edmundo. Y era culpa de el. El los habia puesto en este trance, los habia llevado a Doncaster para morir.
Nunca habia estado tan cerca del panico. Nunca habia perdido la confianza en si mismo, ni se habia visto derrotado, ni los habia dado a todos por muertos.
Perdio la nocion del tiempo. El silencio parecia prolongarse una eternidad, no tenia principio ni fin. En realidad, solo pasaron segundos. Sintio que le tocaban el brazo. Su hermano se le habia acercado. Se volvio hacia el muchacho. Dickon tenia miedo. Se notaba en la rigidez de su postura, en los hombros encorvados, en su palidez. Demasiado aturdido para el dolor. Eso vendria despues, si vivia el tiempo suficiente. Pero los ojos no vacilaban, lo miraban con firmeza. Los ojos de Edmundo, llenos de confianza.
Eduardo aspiro espasmodicamente, noto que le dolia respirar, como si hubiera recibido un golpe demoledor en el torso. Cuando hablo, sin embargo, su voz era la de costumbre, no delataba el menor panico.
– Nos ha tendido una trampa sumamente precisa. Siempre dije que Johnny era el autentico soldado de la familia Neville. -Solo el se sorprendia de que pudiera hablar con tanta mesura y distanciamiento. Para los demas, era lo que se esperaba de Eduardo.
– ?Que haremos? -pregunto Ricardo, con esa fe tranquilizadora que habia visto en los ojos del muchacho.
Tambien Will aguardaba su respuesta. Anthony, en cambio, habia empezado a caminar, como si el movimiento pudiera detener la catastrofe inminente.
– ?Que podemos hacer sino luchar? -estallo al fin, sin poder contenerse-. Si reunimos a nuestros hombres…
Eduardo fijo la vista en su cunado.
– Nos superan en numero casi dos a uno -dijo, sin ocultar su desden-. Mas aun, ellos estan preparados para luchar y nosotros no. Se nos abalanzarian mucho antes de que pudieramos agrupar nuestras fuerzas. ?No has oido que estan a menos de seis millas?
Anthony se sonrojo. Se hizo otro breve silencio mientras asimilaban las nefastas implicaciones de las palabras de Eduardo.
– ?Tenemos tiempo para retirarnos? -pregunto Will, observandolo intensamente, y puso cara de afliccion, pero no de sorpresa, cuando Eduardo nego con la cabeza.
– Nos aniquilarian -declaro-. Tanto si intentamos resistir aqui como si nos replegamos. No tenemos tiempo, la superioridad numerica es abrumadora y el ejercito de Warwick sin duda esta en marcha para cortarnos la retirada hacia el sur, -Hizo una pausa, examinando cada rostro-. Mi padre y mi hermano perecieron en Sandal porque acometieron contra una fuerza muy superior. Fue un acto arrojado, heroico, temerario… y fatal. No cometere el mismo error. Ordenad a nuestros hombres que se dispersen. Que se desperdiguen a discrecion. Y llamad a Will Hatteclyffe.
En pocos instantes, el medico y secretario estaba ante el, previendo su necesidad, ofreciendo papel y pluma. Con un movimiento del brazo, Eduardo despejo la mesa. Los otros observaron; solo se oia el chasquido de la pluma. Se enderezo y le entrego el mensaje a Hatteclyffe, sin leerlo.
– Escoge un hombre de confianza y pidele que entregue esto a la reina. Que ella busque refugio en San Martin o Westminster. Mejor aun, llevalo tu mismo, Will.
– No me pidais eso, Vuestra Gracia -grazno Hatteclyffe, embargado por la emocion-. Preferiria ir con vos… aunque fuera hasta el fondo del infierno.
Eduardo casi sonrio. Casi.
– No tan lejos, Will, por ahora. Por ahora sera Borgona.
Borgona. Al decirlo en voz alta, cobro realidad. Sabia que el tiempo apremiaba, sabia que Johnny llegaria a Doncaster en menos de una hora. Pero por un instante permanecio inmovil. Y luego, con esfuerzo, se levanto, evaluo el efecto que habia surtido en sus companeros.
Anthony estaba azorado. Will estaba palido pero compuesto; gracias a Dios por Will, y por Dickon.
– Dios te guarde, muchacho -dijo abruptamente-. Esta sera la segunda vez que buscas refugio en Borgona.
Ricardo se habia acercado a la ventana. Ahora que se sabia lo peor, esta espera le resultaba insoportable. Era un manojo de nervios, ansiaba actuar, largarse de alli. Esos momentos que Ned se habia tomado para escribirle a Isabel habian durado una vida entera, y con cada minuto esperaba oir el griterio del ejercito enemigo en el patio. Estaba demasiado aturdido para asimilar que ese enemigo era Johnny y que la fuga significaba el exilio en el extranjero. Solo queria escapar de esa habitacion, escapar de esa pesadilla en la que habia caido en plena vigilia. Los postigos estaban cerrados con firmeza, y sus dedos no lograban moverlos; de pronto era crucial abrir la ventana, y tiro del cerrojo hasta que la madera vieja se astillo y cedio de mala gana.
Ante las sorprendentes palabras de Eduardo, viro para escrutar a su hermano. Titubeo, y al fin logro sonreir con un timido gesto de indiferencia.
– Las viejas costumbres no mueren facilmente, Ned.
La respuesta fue inesperada. Eduardo tambien esbozo una sonrisa, mas convincente que la de Ricardo, pero que aun dejaba mucho que desear.
– Tampoco los hombres, hermanito -declaro-. Sugiero que cabalguemos como si en ello nos fuera la vida… Pues nos va la vida, ni mas ni menos.
La mansion fortificada donde residia el rey de Inglaterra aun enarbola-ba el estandarte yorkista cuando Juan Neville entro en Doncaster. Pero el hombre que buscaba estaba a millas de distancia, corriendo hacia el este en plena noche mientras el cielo palidecia y se tornaba gris y brumoso.
Al llegar a la costa norte de The Wash, los yorkistas fugitivos confiscaron las naves que encontraron y se dirigieron a Lynn, una aldea pesquera de Norfolk. La legendaria suerte de Eduardo parecia haberlo abandonado; una inesperada borrasca castigo sus barquichuelos sin piedad y varios hombres se ahogaron. Eduardo apenas logro escapar de ese destino.
El 30 de septiembre desembarcaron en Lynn y, con varios centenares de simpatizantes leales, se agolparon en pequenos barcos pesqueros, abandonaron Inglaterra y pusieron proa a Borgona. Era el martes 2 de octubre, festivo de los Angeles de la Guarda, y hacia solo veinte dias que Warwick habia desembarcado en Dartmouth. Ricardo cumplia dieciocho anos.
Capitulo 17