boca, como disfrutando en secreto de un placer demasiado dulce para compartirlo-. Decidme, lady Scrope, ?no considerais un presagio que mi hijo haya nacido aqui, en la camara de Jerusalen? -Al ver que Alison no comprendia, sonrio-. ?Acaso el primer rey lancasteriano no fallecio en esta misma camara? ?No os asombra el contraste entre la muerte de un lancasteriano y el nacimiento de un yorkista?

Alison no pensaba dejarse liar en una ridicula discusion politica.

– No se nada sobre presagios, madame -dijo bruscamente-. La nodriza Cobb regresara en cuanto haya cenado. ?Puedo serviros en algo?

– A decir verdad, si. He pedido al abad Thomas que sea el padrino. -Isabel acariciaba la mejilla del nino dormido sin dejar de observar a Alison-. ?Oficiariais de madrina de mi hijo, lady Scrope?

Alison quedo tan perpleja que no pudo ocultarlo. Sabia que Isabel habia reparado en su animadversion. Miro el pequeno bulto arrugado que Isabel sostenia, envuelto en pliegues de lino blanco. Tenia un mechon de cabello asombrosamente grueso, pero de color tan claro que a primera vista parecia calvo. Estaba despierto y sobaba con sus diminutos dedos rosados la carne calida y blanda que estaba a su alcance.

– Si… claro que si -dijo Alison al fin, y Alison inclino la cabeza, como si no hubiera nada extraordinario en el ofrecimiento ni en la aceptacion.

– ?Por que yo no puedo ser madrina? -pregunto Bess.

– Eres demasiado pequena, primor -respondio Isabel, y la nina hizo un puchero.

Alison bajo la mano para acariciar el cabello rubio de la chiquilla. Le habia cobrado afecto a Bess, aunque hablaba sin cesar de su padre. Ella habia sido la favorita y en este mundo extrano y estrecho que ahora ocupaba le costaba aceptar o entender esa ausencia.

Se inclino para mirar a su hermano.

– ?Papa aun me amara ahora que tiene un varon? -pregunto, con la franqueza propia de los ninos.

Alison quedo conmovida.

– Si, Bess -dijo Isabel impasiblemente-. Tu eres la primogenita y eso es algo especial.

– ?Que nombre le pondremos, mama?

Isabel ladeo la vista hacia Alison.

– Sera bautizado Eduardo… el principe Eduardo de Inglaterra. Y con el tiempo, Bess, tendra el titulo de principe de Gales, como cuadra al heredero de la corona.

– Ese titulo pertenece, por derecho, al hijo de Su Gracia, el rey Enrique -dijo friamente Alison.

Pero en un rincon oscuro de su mente, lamentaba que ella, lady Scrope de Bolton Castle, tuviera que proclamar futuro rey de Inglaterra al hijo bastardo de una francesa; y que por Warwick, a quien amaban, ella y su John tuvieran que aceptar a Lancaster, que detestaban.

– ?El hijo de la ramera francesa? El no es vastago de Enrique y todos lo saben. Pero aunque Dios Todopoderoso lo declarase hijo legitimo de Lancaster, importa poco. -Alzo al nino que se retorcia, sosteniendolo mientras el empezaba a gemir-. He aqui al heredero de Inglaterra, mi hijo.

– Correis gran riesgo al hablar asi -advirtio Alison, mientras procuraba contener su temperamento-. El conde de Warwick no tomara represalias contra vos por vuestras palabras insolentes, pero cuidaos, madame. Cuando Margarita de Anjou este de vuelta en Inglaterra, no tolerara esas impertinencias. Esa osadia os costara cara.

Isabel guio la boca del nino gemebundo hacia su pecho.

– Vos conoceis a mi esposo, lady Scrope. ?Creeis que se conformara con quedarse en Borgona mientras Warwick gobierna Inglaterra? ?Mi esposo?

Se echo a reir y Alison penso que esa risa era genuina, a menos que fuera una actriz consumada.

– Y cuando Eduardo este de vuelta en Inglaterra, no tolerara impertinencias como la vuestra -dijo Isabel, repitiendo burlonamente las palabras de Alison, que se ruborizo.

Le costo un esfuerzo recordarse que esa mujer habia dado a luz solo horas antes, y tambien tuvo en cuenta la presencia inocente de la hija de Isabel, embelesada al oir el nombre de su padre.

Isabel se recosto en la almohada.

– Principe Eduardo de Inglaterra -insistio con desparpajo, y sonrio-. Y podeis repetirle a Warwick lo que dije… palabra por palabra.

Capitulo 19

Amboise

Francia Diciembre de 1470

Ana Neville y el principe Eduardo de Lancaster eran primos lejanos, pues el bisabuelo de el, Enrique IV, y la bisabuela de ella, Joan Beaufort, eran hermanos. Se requeria, pues, una dispensa papal para la boda. Warwick y su amigo Luis de Francia llegaron a un entendimiento. Mientras Warwick navegaba hacia Inglaterra, el rey frances ejercio sus famoso poder de persuasion en un mercader de Tours, que prudentemente acordo entregar el oro necesario para apelar a la Santa Sede.

El 25 de julio, la union de las casas de Lancaster y Neville se habia consagrado en la catedral de Angers, con un juramento hecho sobre la sagrada cruz de San Laud de Angers. Desde entonces, la esposa y las hijas del conde habian residido en el palacio de Margarita de Anjou en Amboise, en el centro de Francia.

En Amboise se habian enterado de que Warwick habia logrado conquistar el respaldo de su resentido y desdichado hermano; Juan habia cambiado de bando y habia enviado a sus primos de York al exilio; tambien se enteraron de la entrada triunfal de Warwick en Londres. Y en Amboise habian recibido la noticia de que el patriarca de Jerusalen les habia otorgado una dispensa para la boda. Ese jueves 13 de diciembre, el gran vicario de Bayeux desposaria al principe lancasteriano de diecisiete anos con la hija menor del conde de Warwick.

Isabel Neville se habia levantado al alba para oir misa en la capilla de la reina y ahora ella y sus damas regresaban a sus aposentos para vestirse para la ceremonia nupcial que se realizaria al mediodia. Isabel habia cumplido diecinueve anos tres meses atras, pero se apoyaba en el brazo de su solicita asistente y tenia que detenerse con frecuencia mientras subian la escalera de piedra.

Habian transcurrido mas de siete meses desde que habia dado a luz a bordo de un barco en el puerto de Calais, pero aun no habia recobrado la salud. Siempre habia sido delgada, pero ahora estaba peligrosamente consumida, y su palidez era tan pronunciada que hasta su futuro cunado habia sugerido que consultara a un medico. Ella no tenia apetito ni energia, y cuando se levantaba por la manana sus ojos castanos estaban opacos y turbios.

Lord Wenlock, vicegobernador de Calais, era un viejo amigo y Warwick habia previsto su colaboracion, o al menos su neutralidad. Pero Calais estaba tan infestada de agentes de Eduardo que Wenlock no se atrevio a permitir el ingreso de un enemigo declarado de la corona e Isabel habia parido mientras el buque se bamboleaba en el oleaje encrespado.

El parto habia durado un dia y una noche, y ella solo contaba con la asistencia de su madre y de Ana, sin agua caliente, sin aceite de manzanilla ni ruda, sin claras de huevo. Al fin Wenlock escucho la desesperada suplica de Warwick y envio dos cascos de vino para Isabel, pero el vino no logro atenuarle el dolor ni salvar al nino.

El bebe, un varon, nacio muerto, y parecia seguro que tambien Isabel moriria a causa de la hemorragia. Cuando ceso el sangrado, solo pudieron atribuirlo a la misericordia divina de Maria, madre de Dios, y mientras Isabel deliraba, su madre y su hermana lavaron al bebe, lo envolvieron en un sudario blanco y rezaron mientras bajaban el cuerpecito al mar.

En una epoca Isabel se habia visto como reina de Inglaterra. Bajo la tutela de su padre, se habia atrevido a sonar con un futuro deslumbrante. Ned habia demostrado que era indigno del trono. Lo derrocarian y coronarian a Jorge. Ella gobernaria como reina consorte, y el pueblo la amaria como jamas habia amado a Isabel Woodville. La vida volveria a ser grata, como antes de que la reyerta de su padre con su primo empanara la felicidad que ella habia aceptado inocentemente como derecho de nacimiento.

Este bello sueno habia sido tan insustancial como las burbujas de jabon con que Isabel jugaba cuando nina. La realidad era una frenetica fuga a medianoche a bordo de un barco en Exeter. La realidad era ese guinapo sepultado en el mar, el bebe que nunca habia visto. La realidad era la convalecencia en Honfleur, Normandia, cuando la comadrona francesa encargada de cuidarla expreso sin rodeos que dudaba de que alguna vez pudiera

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