desdichado que estaba apresado en la picota de madera con un zurron de cuero colgado del cuello, para indicar que su delito era el robo. Gimio cuando ellos pasaron, murmurando una suplica en ese flamenco gutural que Rob no lograba entender.
– ?Que crees que dice? -pregunto, y Ricardo, que ni siquiera habia mirado al prisionero, se encogio de hombros.
– Quien sabe -dijo sin interes, y senalo una puerta iluminada en Sint Amands Straete-. ?Tomamos una copa de vino?
La Gulden Vlies era pequena y sordida, pero el dueno hablaba ingles y su posada se habia vuelto un lugar de encuentro favorito de los exiliados ingleses nostalgicos. En ocasiones el propio Eduardo abandonaba la principesca hospitalidad de Herenhuis Gruuthuse a cambio de los mas dudosos placeres de la Gulden Vlies.
Rob acepto con entusiasmo, y tras dar sus saludos y algunas monedas al posadero, se sentaron a solas en la mesa de un rincon. El local aun no estaba Heno y Rob no vio ningun rostro conocido. Estaba defraudado, pues no se sentia comodo entre tantos extranjeros.
Brujas era el centro comercial de Europa y los mercaderes de las ciudades-estado italianas y los reinos espanoles se codeaban con comerciantes del Sacro Imperio Romano y la Liga Hanseatica. Pero esa noche Rob habria recibido de buen grado la presencia de los mercaderes ingleses, que hasta el momento se mantenian a prudente distancia de sus compatriotas yorkistas. Por el momento, Ricardo y el parecian ser los unicos clientes anglofonos.
Rob vacio la copa de vino, con gran rapidez para alguien que no habia comido desde el mediodia. Ricardo le hizo una senal a la mesonera, que les dejo una jarra en la mesa.
Rob penso en hablar con Ricardo sobre los problemas que tenia con su posadero, pero desistio. Ricardo ya habia ido a ver a aquel sujeto, y le habia prometido responsabilizarse por las deudas que contrajeran sus hombres. Lamentablemente, la promesa de alguien que estaba sentenciado a muerte en sus propias tierras merecia cada vez menos confianza a medida que las deudas crecian.
Rob miro cavilosamente a su companero. Sabia que Ricardo se sentia tan desdichado como el y habria querido hablar de ello, pero n osabia como. Ricardo no era propenso a revelar sus pensamientos mas intimos y Rob tampoco estaba acostumbrado a expresar emociones con palabras. Nunca habia sentido la necesidad de confesar sus aprensiones por el futuro a un confidente. Pero nunca habia estado en el exilio.
Penso que no tenia sentido que el y Ricardo arriesgaran la vida juntos y sin embargo no pudieran confesar su nostalgia ni su temor. Pero asi era. Bebio de nuevo, barruntando. Con sus otros companeros, el orgullo lo obligaba a adoptar una actitud jactanciosa, como si la perdida de la familia y el terruno valieran la pena si se podia salvar el honor. Con Ricardo, en cambio, tendria que decir la verdad y sentia frustracion y descontento porque no podia.
– ?Piensas mucho en el hogar, Rob?
Alzo la vista. Ricardo le daba la oportunidad que el queria. Solo debia decir las palabras que le quemaban la punta de la lengua, pero no pudo. El habito era demasiado fuerte, y su pose de indiferencia estaba demasiado arraigada. Ante todo lo silenciaba una pregunta, una pregunta que lo rondaba siempre en estos infelices dias de diciembre. Si hubiera tenido plena consciencia de lo que significaria el exilio, ?habria optado por navegar con Dickon y Eduardo a Borgona?
En el caos de Doncaster y en la frenetica fuga que siguio, habia tenido poco tiempo para pensar con claridad. Eduardo era su soberano y Dickon era su amigo. ?Que podia hacer salvo compartir el destino de ellos?
Ahora, sin embargo, afrontaba las sordidas realidades del destierro, con flamencos hostiles, sin dinero y el creciente temor de que quiza nunca volviera a ver Inglaterra, de que quiza terminara vendiendo su espada a un principe italiano. Ya no sabia que habria hecho en Doncaster. Pero por nada del mundo le haria semejante confesion a Ricardo.
– A veces si -dijo despreocupadamente, y sonrio-. Pero de todos modos no regresaremos pronto. En el interin, un hombre puede hallar muchos placeres en Brujas.
Ricardo lo miro con inescrutables ojos oscuros.
– Por los placeres, pues -dijo, y alzo la copa de vino, chocando la de Rob en una parodia de saludo.
Rob volvio a escrutar el local, buscando en vano caras inglesas. Echo una ojeada a los flamencos y los italianos, miro a una muchacha que aguardaba en la escalera que conducia al piso de arriba. Tenia pelo trigueno, boca pintada y un corpino bajo que apenas lograba contener su generosa carga. Interceptando su mirada, ella sonrio y gesticulo, un mensaje que no necesitaba traduccion.
Rob devolvio la sonrisa. Ella se llamaba Annecke, y los problemas con el flamenco o el ingles no habian sido un obstaculo en las dos ocasiones en que habia compartido su cama arriba. En Londres los burdeles tenian licencia y estaban confinados a las zonas menos distinguidas de la ciudad, pero las prostitutas de Brujas a menudo tenian habitaciones en las posadas donde era mas probable que hallaran clientela, una practica que para Rob resultaba tan conveniente como sensata.
Pero esta vez no intento levantarse. De mala gana, aparto los ojos de los muy visibles encantos de Annecke, y vio que Ricardo tambien habia reparado en ella.
– Mis felicitaciones por tu gusto, Rob. Esta mejorando.
Rob rio.
– No pasas nada por alto, ?eh?
– ?Espero que no! Pero te sugiero que actues antes de que otro reclame su atencion.
Rob se encogio de hombros, no dijo nada. Ricardo titubeo, como si sopesara las palabras, se desato un zurron que llevaba sujeto al cinturon y arrojo monedas sobre la mesa. Las separo en dos pilas aproximadamente iguales y empujo una hacia Rob.
– Casi lo olvido. Te debo esto por nuestra ultima partida de chaquete. -Rob no toco el dinero-. Por amor de Dios, Rob, no me niegues esto.
Rob no necesito mas insistencia, y cogio las monedas.
– No se por que te sientes en deuda conmigo, Dickon. Pero ando escaso y lo aceptare… como prestamo. ?Convenido?
Ricardo asintio.
– Ahora sigue con tus cosas. Ella no esperara mucho tiempo.
– ?Estas seguro? No quiero dejarte solo…
– ?Que, necesito una ninera? Mas aun, con suerte, no estare solo por mucho tiempo.
Rob sonrio y corrio el banco hacia atras.
– ?Por Dios y por York! -dijo, y Ricardo rio.
Ricardo se sirvio una copa entera, esperando que el vino lo calentara. Estaba acostumbrado a los crudos inviernos de Yorkshire, pero no sin usar chaquetas forradas de piel y gruesas capas. Hasta ahora su orgullo le habia impedido pedirle otro prestamo a Gruuthuse; ya estaban tan endeudados con el senor de Brujas que Ricardo se preguntaba como podrian devolverle el dinero.
Dejo la copa, acerco la vela. Bajo la luz tremula, extrajo del jubon un panuelo de lino plegado y lo desenvolvio, exponiendo un fajo de cartas ajadas.
El primer papel estaba borroneado y tenia el sello de la duquesa de York. La carta de su madre era breve, tipicamente concisa y concreta. Contaba, sin comentarios, que Warwick se hacia llamar «real lugarteniente del reino», que habia vuelto a ser capitan de Calais, lord almirante y gran chambelan. Aun no habia tomado represalias contra los partidarios de York pero, cuando se reunio el parlamento, habia proscrito a Ricardo y Eduardo. Habian declarado a Eduardo usurpador, y habian obligado a Juan Neville a presentar una disculpa publica por haber permanecido leal a Eduardo por tanto tiempo.
Ante eso, Ricardo sintio un dolor familiar. ?Ahora estas contento, Juan? Lo dudaba mucho.
Juan, escribia su madre, no habia vuelto a ser conde de Northumberland, pero Warwick habia quitado a Henry Percy la funcion de alcaide de las Marcas del Este de Escocia y se la habia devuelto a su hermano. Ricardo ya lo sabia; Eduardo mantenia correspondencia secreta con Percy, haciendo lo posible por alentar esas sospechas que sin duda carcomian la mente de Percy, preguntandole cuanto tiempo pensaba que conservaria su titulo de conde una vez que Warwick hubiera consolidado su poder.
Su hermano Jorge habia recobrado el puesto de lord lugarteniente de Irlanda. Tambien lo habian nombrado heredero de Lancaster en caso de que el principe Eduardo y Ana Neville no tuvieran descendencia, y se le otorgo